Pablo Reyero es uno de los exponentes más interesantes en film documental. Por el minucioso trabajo periodístico que realiza en cada uno de sus proyectos y por las historias que elige contar...
Comenzó su carrera periodística en los 90, dedicándose a la gráfica. Casi paralelamente, hizo sus primeros pasos en audiovisual de la mano de Fabián Polosecki en el legendario programa El otro lado. En el 97 estrenó Dársena Sur, un documental que retrata la vida en Dock Sud y la realidad marginal de sus protagonistas. A este exitoso trabajo, le siguieron las series Punto doc, Hermosos perdedores y La grieta, y el film documental Ángeles caídos. Su única película de ficción es La cruz del sur.
-¿Cómo surge tu interés por el periodismo?
-Desde chico escribía poesía, me gustaba la escritura y hacía música. Después hice un bachiller especializado en letras y el periodismo surgió como la forma más fácil de ganarme un dinero para vivir. Casi al mismo tiempo, comencé trabajar en periodismo y en cine. En el 90 entré a Página/12, ahí estuve casi cinco años y en el 91, empecé como ayudante en películas de ficción. Hice todo el caminito: meritorio, segundo ayudante de dirección, primer ayudante de dirección, asistente de dirección, director de asistente y así hasta llegar a dirigir mis propios trabajos. Estudié Ciencias de la Comunicación en la UBA y, mientras tanto, seguía haciendo colaboraciones en diferentes publicaciones y mis propios proyectos. El primero fue Vivir sobre enfermos de HIV, que lo empecé en el 92 y lo terminé en el 94. En esos años, también hice investigación periodística en El otro lado.
-¿Cómo era el periodismo de El otro lado?
-Era un periodismo de sociedad y de crónica urbana. Era estar muy en contacto con la gente y buscar las historias en la calle. A mí nunca me interesó dedicarme a un periodismo de investigación que tuviera que ver únicamente con fuentes, biblioteca y datos, siempre me pareció que había que poner el cuerpo y salir a buscar las historias.
-¿Qué elementos tomaste de la gráfica para el audiovisual?
-Creo que, en el fondo, siempre girás alrededor de lo mismo, que es contar historias; y no sólo se cuentan historias con la gráfica sino que se cuentan con el cine, con la foto, con la música, en una obra de teatro; las palabras son imágenes acústicas y cada soporte te permite una forma distinta de expresión. Lo que sí hay es una diferencia de tiempos, de dispositivos; el audiovisual es muy complicado y el fílmico mucho más. No por el medio en sí, sino por lo que implica concretamente el dinero para poder filmar. Conseguir plata es difícil y, por lo general, eso trae muchos problemas y obviamente son pocas las manos que deciden; cada vez está todo más concentrado.
-¿Cómo es la rutina de filmación?
-Sencillo, porque en la investigación previa pienso cómo voy a filmar y mientras filmo, pienso cómo voy a post-producir; entonces, en la filmación, yo ya tengo todo bastante claro. Me armo escaletas diarias de rodaje, por ejemplo: si arrancamos a las siete de la mañana y terminamos a las diez de la noche, todo eso está agendado y pautado y, a la vez, también trabajo con cuestionarios que me armo para las entrevistas. Entonces más o menos entre las escaletas donde hay un bosquejo de las situaciones que quiero filmar y las entrevistas, llevo el rodaje. De todas maneras, el proceso de filmación se da con bastante tranquilidad. Es el momento más placentero, porque ya está muy claro tanto para mí como para los protagonistas de qué va el documental y cómo lo vamos a filmar. Durante la investigación es donde se aclaran todas esas dudas, juntos vamos encontrando la historia; ellos me van contando y, por ahí, repitiéndolo; eso va funcionando como una especie de guión. A partir de lo que veo y escucho, voy puliendo para, en el rodaje, realizar determinadas acciones, situaciones o cruces...
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada)
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