Pudo haber sido uno de los chicos a quienes sus maestros hacían escribir cartas a los combatientes. De adulto, le escribió a la sociedad argentina cartas en forma de ensayo, de cuento, de novela, acerca de los sentidos de esa guerra y cómo involucran al presente. Ahora aborda esa disputa desde el libro de crónicas Fantasmas de Malvinas, del cual se incluye un adelanto.
En La lluvia curó las heridas, Gabriel Sagastume, que combatió como conscripto, cuenta que durante la estadía en las islas junto a dos compañeros de tribulaciones, veinticuatro años después, iban a comer casi todas las noches a Shorty's. Era lo único barato. Así que se resignaban a sus hamburguesas grasientas regadas por suerte con Guiness. Una viejita de unos ochenta años era habitué. Comenzaron a saludarse. Una noche, ella les preguntó si habían estado antes allí. Le contaron. Ella dijo que vivió esos días secuestrada en su casa por un grupo de militares argentinos que la había tomado. Intentaron explicarle que ellos también habían sido víctimas de la dictadura. No hubo caso. Nunca volvió a dirigirles la palabra.
Gran parte de nuestra sociedad -con razones menos defendibles que las de la viejita kelper- tuvo y tiene una reacción similar. Reveladoramente análoga a la que suele tener ante los sobrevivientes de los campos de concentración, un dispositivo central para la operatoria del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional. Quizás porque son mensajeros de algunas verdades socialmente insoportables: la derrota, las torturas, los sufrimientos, las complicidades, la traición. A lo cual, en el caso de los ex detenidos, debe sumarse el carácter de sobrevivientes de un proyecto político, de un pensar y de un hacer que precisamente el genocidio quiere borrar.
También resulta revelador que durante muchos años fuera difícil establecer nexos y abordar tareas conjuntas entre las organizaciones de DD.HH. y los ex-conscriptos. Aun pese a la postura y los sucesivos intentos de acercamiento de algunas de sus agrupaciones, que lúcidamente se diferencian de quienes fueron cuadros y oficiales y su defensa cerrada de lo actuado. Como si cualquier reivindicación que se hiciera de los conscriptos -que cumplían con una ley- implicara reivindicar a sus mandantes, los perpetradores militares del genocidio (que también, parece que aún debe aclararse, tuvo instigadores, perpetradores y justificadores de saco y corbata o de sotana). Como si en Malvinas no hubiera habido violaciones a los derechos humanos...
(La versión completa en la edición gráfica de Sudestada)
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