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Entrevista con Pablo De Santis

"Siempre creemos que la verdad está en el secreto"

París, 1889. Los doce detectives más famosos del globo se reúnen para debatir sus casos resonantes. Pero un crimen desata el enigma. Con la excusa de su última novela en clave policial, compartimos con Pablo De Santis una serie interminable de preguntas para acercarnos, un poco más, a la textura narrativa de uno de los mejores escritores del país.

"Adlátere: dícese de aquel que sigue a otro como si fuera su sombra". La definición, precisa y poética, corresponde al Diccionario Salas de Latinismos, y sintetiza mejor que cualquier reseña el oficio del protagonista de la última novela de Pablo De Santis, El enigma de París. Del árbol frondoso de la imaginación del escritor argentino, maduró un relato que es una invitación a la aventura y un desafío a la imaginación, donde las formas del policial se entrecruzan con un catálogo de personajes que parecen portar un pasaje a la infancia de cada lector. A propósito de El enigma de París, pero también a partir de la curiosidad por un autor que ha encontrado en su literatura una marca de identidad profunda, es que conversamos con De Santis para intentar desmenuzar la relojería de sus tramas.

-¿Cómo surgió la idea de darle el protagonismo de la historia a los adláteres, que, de alguna manera, son los primeros lectores de sus propios detectives?

-Por un lado, se trata casi de una novela fantástica porque si bien está presente el tema del policial, todo sucede en ese mundo paralelo donde los detectives son figuras importantes. Allí, todo lo que se menciona sobre casos policiales es real, todo ha sucedido. A mí se me había ocurrido el argumento y la idea de los detectives, pero realmente empecé a escribirla con entusiasmo cuando apareció el tema de los adláteres; cuando empecé a notar que los que cuentan la historia no son los detectives sino sus ayudantes desde los orígenes del relato policial. Es decir, el género se estrena con "Los crímenes de la calle Morgue", de Edgar Allan Poe, donde es el amigo del detective Dupin el que empieza a contar la historia. De alguna manera, este amigo lo adopta a Dupin, que es un tipo muy inteligente y sagaz, pero que en su vida personal es un desastre, una especie de aristócrata que llegó a la indigencia por su falta de capacidad para relacionarse con la vida práctica. Me interesa este rasgo; que los que escriben no son los más inteligentes, no son los mas sabios, porque en la escritura siempre hay algo de saber y no saber. A partir de ahí, se me ocurrió esta situación, porque a la vez estos asistentes son una especie de Sancho Panza, tienen un rasgo de cierta inferioridad con respecto a los detectives y, también, cuentan con el poder de la escritura para decidir qué es lo que queda en limpio y qué no.

Por otra parte, esta historia me permitía hacer algo que siempre aparece en mis libros: el tema del héroe inexperto que se va formando. Es algo que no me lo propongo escribir pero me sale, es como si fuera una situación ideal para contar una historia, aquella del que hace las cosas por primera vez. Algo que también tiene que ver con cómo recordamos las cosas en nuestra vida; porque los recuerdos de la juventud y de la gente que uno conoció en ese momento son mucho más vívidos y quedan con mayor nitidez en la memoria que otras cosas más recientes. Incluso los nombres, me he dado cuenta de que a medida que pasan los años, los nombres de la gente que conocí en los últimos cinco años los tengo como pegados con alfileres, mientras que con aquellos que uno conoció en la juventud, la impresión es mucho más fuerte.

-En la novela, el personaje de Alarcón ocupa un lugar clave: durante el inicio es el que carga con esta cuestión de ser el aspirante a adlátere más capaz, el envidiado por el resto. Al principio hasta lleva toda la presión del misterio, incluso...

-Es que, a veces, al más inteligente no es al que le va mejor. En ciertas ocasiones, también se necesita cierto talento para la vida, el desarrollo de lo que ahora se llama "inteligencias múltiples", porque la inteligencia abstracta es solamente una. Creo que es más importante el talento para la vida, cómo uno se relaciona con los demás, el conocimiento de la naturaleza humana. Alarcón sabía mucho, era muy inteligente, pero le faltó medir la dimensión del peligro, que es algo fundamental. Y por otro lado, el protagonista, Sigmundo Salvatrio, queda como vencedor en esa lucha entre estudiantes, no por su habilidad particular sino por su persistencia. Para mí, la persistencia es una virtud. El quedarse, el mantenerse fiel en el lugar, el aguantar, esas son virtudes.

-Señalabas, en otra entrevista, que el hilo que tensa tus ficciones siempre es aquello que permanece oculto, lo que está suspendido a lo largo de la historia y que recién se revela al final. ¿Sobre qué otros elementos te apoyás para no perder ritmo y seguir generando interés?

-Creo que una novela me interesa cuando hay, además de un argumento central que tensa toda la historia, un desarrollo del personaje. Para mí, los cuentos breves siempre son la historia de un mundo que cambia. Inclusive en los cuentos fantásticos o los tradicionales, siempre hay un orden social que se altera, un mundo en el que cambian las reglas. Por el contrario, la novela siempre cuenta la transformación de un personaje. Esa es una de las paradojas de la literatura: por qué una forma breve como el cuento muestra el cambio de lo más grande, mientras que la novela siempre muestra la evolución de un individuo, por más que también cambien mundos. Por eso en esta novela, me parecía fundamental el cambio, los crecimientos de este personaje, porque, para mí, es una novela de iniciación. Además del crimen, está toda la relación de este discípulo y sus maestros, sobre todo Craig y después Sarzaky, esa relación ambigua que tiene con sus maestros. Ese era, creo yo, uno de los ejes.

Por otra parte, por más que la trama trate de dragones o de viajes a otros planetas, siempre la novela tiene que expresar algo del autor. No necesariamente hechos biográficos, pero sí algo de la vida. Uno tiene que conectarse de una manera muy vital y apasionada con lo que escribe; uno siempre imagina a partir de su experiencia, por más que imagine cosas completamente alejadas de la realidad. Creo que la novela habla también de eso, de cómo uno aprende en la vida a negociar entre las ilusiones que tiene con respecto al mundo de los adultos cuando es muy joven, y después la experiencia que te va modificando esas cosas. Porque uno cuando crece proyecta ilusiones sobre el mundo de una manera radical, y después poco a poco vas conociendo ese mundo y se va modificando la percepción. En la novela eso está representado por la relación entre el personaje y el detective...

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº72 - Septiembre 2008)

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Autor

Hugo Montero