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Música: La Chilinga

El mundo es redondo y de parches

Desde El Palomar a las "llamadas" en Uruguay, La Chilinga transita su camino emparchado de buenos recuerdos, de mixturas y de ritmos rioplatenses. Daniel Buira, uno de sus fundadores, conversó con Sudestada para acercarnos algunos de sus proyectos a corto plazo.

Como si se tratara de algún ritual pagano llamando a sus seguidores a participar, el sonido de los tambores rugiendo dentro del galpón nos permitió guiarnos hasta la sede de La Chilinga en el barrio de Saavedra. Esta agrupación de percusión popular que nació en 1995 en la cabeza y en las manos de Daniel Buira, en la plaza de El Palomar, hoy cuenta con 8 sedes, 30 profesores, más de 600 alumnos y cuatro discos en la calle.

A punto de presentar las muestras de fin de año de todas las escuelas y de empezar a armar la participación de La Chilinga en las llamadas de Uruguay, Daniel hizo un alto en la clase y atendió a Sudestada mientras los tambores seguían sonando durante la entrevista.

-¿Cómo te acercás, cómo unís, tu origen en el rock con la influencia afro-americana?

-Cuando nace La Chilinga, en 1995, se sucedieron 5 años en conjunto con Los Piojos, de donde me voy en 2000. Yo desarrollaba la escuela y a su vez tocaba la batería. A mí de muy chico me gustaba el rock, pero empezando a estudiar y al crecer, enseguida la relacioné con los tambores. O sea, la mezcla entre la percusión y el rock and roll. Te diría que hasta en el primer disco de Los Piojos hay una insinuación a tambores, a cosas diferentes; y eso costaba meterlo, era muy novedoso. Siempre de chico tuve eso de unir la batería con los tambores, me aburría tocar sólo la batería. Además yo entiendo a la batería como parte de la percusión, como un complemento de los tambores. Hay tanto de percusión dando vuelta, que una vez que te metés en ese mundo está buenísimo. Cada país tiene un tambor de percusión diferente, la batería es una sola en todo el mundo, y eso siempre me llamó mucho la atención.

-¿Y cómo llegaste a una banda de rock si buscabas otro camino musical?

-Primero nace la banda de rock, un grupo de amigos en el colegio nos ponemos a tocar temas de los Rolling Stones, de los Doors, de los Beatles; y luego empezamos a hacer temas propios. Fueron tres o cuatro años antes del primer disco, pero como te dije, ahí ya hay texturas donde el tambor está muy presente. En esa época ya había empezado a estudiar percusión, luego de un viaje a Francia que hicimos con la banda en el 91, donde conocí muchas bandas africanas, mucha música en la que me gustaría avanzar. Y también La Chilinga surge como necesidad de poder meter todo lo que en Los Piojos no podía. Llegó un momento donde fue imposible seguir, porque además es una banda que estaba más apuntada al rock y, con los años, cada vez más. Entonces esos caminos musicales se fueron achicando cada vez más.

-¿Cómo recordás los primeros días de la banda?

-Comenzamos en El Palomar, en la plaza que tiene el correo y nos juntábamos dos veces por semana. Habremos estado algo más de un año, pasando inviernos y todo. Los recuerdos tienen que ver con que no había tanto compromiso, no había tanto rol social, no había tampoco tanto compromiso musical, era más como un divertimento. Pero ya al poco tiempo nos empezamos a comprometer con un montón de cosas. También era diferente en la cuestión económica, yo en esa época ganaba más que ahora, eran apenas veinte alumnos y nada más. Ahora hay una estructura gigante, con varias sedes y nos mantenemos solos. Ahora es todo mucho más lindo por lo que creció la escuela, pero también mucho más complicado. El primer local para la escuela lo alquilamos en Martín Coronado, donde estamos desde hace nueve años, ya que queda pegado a El Palomar. Ahí los primeros tiempos fueron muy jodidos. Hasta que no salimos en algún diario, los vecinos juntaban firmas para echarnos por ruidos molestos. Ahora todos nos saludan y hay muy buena relación con el barrio; de hecho, hacemos muchas cosas juntos. En cada una de las 8 sedes de la escuela distribuidas en Capital, Martín Coronado, La Plata, Florencio Varela y Lanús, los alumnos cursan seis años de percusión. "También hay curso de danzas afro, que van ligadas a todo este pensamiento de pertenencia. Por eso cada vez hay más gente, porque no es como en el colegio donde llegás a 6° año y te vas, acá hay chicos que hace nueve que están con nosotros y siguen tocando".

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº66-Marzo de 2008)

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Autor

Martín Latorraca