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Crónicas viajeras

Voces de resistencia II

Un acercamiento a los problemas, reclamos y desafíos del pueblo toba en la región chaqueña. La convivencia diaria con la indiferencia, el asistencialismo y la exclusión de una sociedad que elige un discurso prejuicioso antes de intentar conocer la realidad.

¿La civilización occidental?
No sería mala idea. (Gandhi)

En septiembre de 2007, el defensor del Pueblo de la Nación, Eduardo Mondino, presentó ante la Corte Suprema de Justicia una demanda contra el Gobierno de la provincia de Chaco y contra el Estado nacional mediante la que exigió que se detuviera el exterminio silencioso de las comunidades aborígenes tobas. La noticia pronto cobró dimensión nacional e internacional y, en una circunstancia inusitada, numerosos medios viajaron al Chaco para informar acerca de la situación de pobreza en que se encuentra sumido gran parte del pueblo qom.

Sin intención de abrir espacios de reflexión, despertar un juicio crítico o generar conciencia sobre la situación de los pueblos originarios de nuestro territorio, los diarios y canales de televisión hicieron turismo de la miseria y, con el mismo objetivo de cualquier empresa, ofrecieron lo que vende: exhibieron ranchos precarios con techos de paja donde asolan las vinchucas, cuerpos escuálidos, chagásicos, tuberculosos, desnutridos al borde de la muerte, gente sin acceso al agua potable ni atención sanitaria, personas en el más vergonzoso estado de pobreza y abandono. Pero pocos fueron los que mencionaron las causas históricas de esa situación. Casi nadie mencionó que los tobas se encuentran arrinconados tras sucesivos exterminios, por décadas de postergación estatal y falta de atención, arrebato de tierras y su posterior entrega a grandes propietarios, con el consecuente arrasamiento de los montes de la región que tradicionalmente han brindado los recursos necesarios y han constituido la única posibilidad de sobrevivencia para gran parte de la sociedad qom.

Al poco tiempo, docenas de vehículos cargados principalmente de comestibles arribaron a la provincia del Nordeste para distribuir toneladas de mercadería. Y ante estas supuestas o pretendidas soluciones, ante el efímero y frágil asistencialismo paternalista, comenzaron a flotar preguntas que revelaban una realidad más profunda, y cuyas complejas respuestas serían quizás más efectivas para enfrentar los graves problemas estructurales existentes en la región: ¿Viven todos los tobas del Chaco en la situación difundida por los medios? ¿No es la caridad la mejor manera de prolongar la agonía? ¿Debemos lamentarnos compasivamente ante este supuesto destino fatal de las comunidades indígenas? ¿Será que el paternalismo permite postergar por tiempo indeterminado las verdaderas reivindicaciones de los pueblos aborígenes? ¿Será que, de asumirse los reclamos indígenas, deberían trastocarse numerosas concepciones que alterarían drásticamente la dinámica del modelo político y económico que impera en la actualidad?

Los toba qom

El pueblo toba se ha diseminado históricamente por las actuales provincias argentinas de Chaco y Formosa, y parte del Chaco paraguayo. En el presente habita, sobre todo, el centro, norte y oeste de la provincia del Chaco, y conforma uno de los pueblos indígenas más numerosos de nuestro territorio.

Los qom se han desarrollado tradicionalmente como una sociedad horizontal, sin propiedad privada ni distinción de clases y por ende, sin exclusión social. Como cazadores-recolectores, se desplazaban continuamente en busca del sustento, organizaban campamentos estacionales de acuerdo a los ciclos naturales y se trasladaban en grupos que no sobrepasaban el centenar de individuos, dirigidos por un cacique (líder o conductor), cuya autoridad no era absoluta y que a su vez era asesorado por un consejo de ancianos.

Tras la llegada del conquistador español ocurrida en el siglo XVI, unificaron sus fuerzas en defensa de su libertad y ejercitaron una tenaz y prolongada resistencia al avance colonizador. De este modo, los tobas se mantuvieron en pie de guerra durante más de cuatrocientos años. Adoptaron el uso del caballo y se hicieron de armas que les permitieron ganar movilidad en su desplazamiento y adquirir efectividad en el combate, determinando de gran manera la expansión de la frontera española en el actual Nordeste Argentino, restringiendo la distribución y el crecimiento de las ciudades coloniales y amenazando las rutas de comercio de la época.

Sólo hacia mediados de la década de 1880, pudo ser doblegada la resistencia armada de las comunidades. Y algunos años más tarde, cuando transcurrían las primeras décadas del siglo XX, el Estado consolidó su presencia en la región.

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº66-Marzo de 2008)

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Autor

Martín Flores y Ana Sofía Quintana