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Editorial

Versos incómodos

"Ya no soy / de aquí: apenas me siento una memoria / de paso. Mi confianza se apoya en el profundo desprecio / por este mundo desgraciado. Le daré / la vida para que nada siga como está" Solicitada, de Paco Urondo.

Quién puede, a ciencia cierta, salir ileso de la lectura de estos versos, volver al oficio diario, a la rutina enferma, seguir con los ojos otros textos y olvidar la sentencia. Quién puede, acaso, pretender conocer el detalle de la historia que se mezcla en las sombras. Ni los indiferentes, ni los sectarios, ni los burócratas podrían contra este verso, contra la realidad de una vida que fue dada y, al final, todo siguió como estaba, o peor incluso.

No hubo otro poeta argentino que resolviera con mayor destreza el eterno enigma del artista ante el mundo de la política. Pero Urondo no fue el único. Detrás, había hombres y mujeres, poetas, escritores, obreros, estudiantes, amas de casa, guitarreros, comedores de empanadas, amigos del alma, errantes visionarios de un futuro más justo; artesanos del futuro que es hoy y que tan poco se parece a las paredes que imaginaron pintar con la tinta de sus sueños. Ellos fueron a la vida para que nada, nada de nada, siguiera como estaba.

Después fue la derrota, y los poetas se derrumbaron al abismo de los márgenes, y ya costó hacerse escuchar, y comprometerse, y romper la inercia, y defender con el alma las ideas que eran oxígeno. Y la Cultura se hizo Ministerio, se hizo oficinas, se hizo subsidios y se hizo prebenda. Pero el profundo desprecio de Paco contagia con el virus de la lectura. Uno recorre cada verso y ya siente los síntomas de un tiempo que es hoy y que se parece tanto a aquel otro.

Hoy discutimos, entre amigos, entre compañeros, si la crisis existe, si las formas, si los errores cometidos, como buscando la punta de un ovillo sombrío. Y algunas voces suenan apagadas, huecas, sin relieve, como mojadas por un rocío de ceguera que humedece las paredes de una idea. De un proyecto. Pero hay, claro, poetas en el camino con ganas de no dejar que nada siga como está. Sólo hay que buscar y reconocerse otro, y elegir cambiar, por una vez cambiar y ponerse a escuchar la desolación del páramo que ha quedado. Para empezar de nuevo. Lejos de los dogmas y cerca de nuestras certezas. Lejos de las fórmulas perfectas y cerca de un lenguaje olvidado. Nada nuevo, todo está allí, en esos versos que hoy resuenan como juramento ajeno. Quiénes tendrán la estatura para sentir la afrenta del desafío que nos impone y responder, de una vez por todas, que no será fácil, que sacrificio y búsqueda serán refugios repetidos, que este desprecio por este mundo desgraciado puede empujarnos para atrás y para adelante, que habrá que hacerlo ahora y de los modos que cada uno entienda más efectivos. Pero ahora, porque algunos, como Paco, ya dieron todo lo que tenían para dar. Queda su desafío, apenas, y esa nada, ese todo, que sigue tal y como estaba.

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El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.