Las palabras borran la lejanía: un intercambio de ideas vía mail se convirtió en una charla intensa con Vicente Feliú: uno de los fundadores de la Nueva Trova en Cuba; aquellos jóvenes que, al calor de una Revolución en danza, supieron cantar a su tiempo y su lugar. En esta entrevista con Sudestada, Feliú habla de su relación con la canción, de sus deseos pendientes y analiza el rol que ejerció la Trova al interior de una Revolución que no se detiene.
Qué fácil hubiera sido empezar esta nota con un raudal de elogios. Encimar datos de su trayectoria, de su historia de juglar, iniciada en 1972; señalar su relevancia como cantor y poeta, sin olvidar la mención a la cantidad de músicos con los que tocó, trovadores a quienes influyó, o promovió de punta a punta de la Isla; o aquellos otros que lo siguen y admiran, a lo largo de Latinoamérica. Que lo definen heroico y, a la vez, terrenal. Que lo reconocen en su cubanidad, aunque esa Cuba que ven materializada en él, Vicente Feliú, ejemplo de un proceso político y cultural que avanza, resuene -lo vean a veces- como una peripecia mágica, antes que ardua y cotidiana. Qué fácil, aunque esperable, sería exaltar a uno de los fundadores del Movimiento de la Nueva Trova, junto a Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Noel Nicola, Sara González, Amaury Pérez -y seguirán los nombres-; mencionarlo a partir de un currículum de canciones: una voz rugosa que, desde la experiencia de los 60 años -los cumplirá en noviembre- denuncia el presente e intuye, en cada canción urgida y doliente, lo que vendrá.
Pero al verla bien, la cubanidad de Feliú es otra: la búsqueda del trovador que, en cada canción que siente que le sale más o menos bien -la experiencia no escribe el mañana-, aún trata de hallarse: ese hombre que, detrás de la guitarra, los ojos azules y el pelo que brilla de tan blanco, ofrece palabras. Y sin imponer verdades propone silencio, que la poesía aún aguarda, que Latinoamérica aún aguarda: Feliú, hoy como ayer aguarda, y por eso no aprendió a quedarse quieto. Aún hay sueños por cumplir. Historias que contarse. Luchas, adelante, con los de "abajo y los costados". Y los proyectos, los encuentros: todo por hacer. Y decir: tampoco sus canciones descansan y él lo sabe: no podrán quedarse a su lado. Aunque las recobre su guitarra, no estarán sólo para él. Sino, ¿cómo hubieran logrado Créeme, Aurora Nº 2 o Apuntes para mi muerte, desde hace años, ser parte de los demás?
La rigidez que podría haber impuesto un diálogo vía mail se desdibujó de un día para el otro en la calidez de Vicente, una de las voces claves de la música cubana luego de la Revolución. Un juglar aún desconocido para gran parte de los argentinos, frente a sus célebres compañeros: Silvio, Pablo. Tres artistas en ese movimiento que se volvió universal a fines de los '60, desde una Isla en la que cimbreaba una experiencia inédita en la Historia. Desde la tradición, el futuro: Vicente, nacido en La Habana en 1947, fue parte de ese colectivo de poetas y guitarreros que pintaron con canciones de cielo y agua, las esperanzas de una generación convencida de sí: de sus palabras y deseos; y dueña hasta de sus errores.
Como dijo alguna vez: la canción trovadoresca es el elemento cultural más importante de la Cuba moderna: en la Revolución crecieron, ávidos de melodías, sin otro objetivo que acompañar un proceso; sin pensarse como voces altisonantes, pero conscientes del rol que desempeñaban. Había que hacerse cargo de las canciones -afirmó Vicente-, e insistirse, trovando, que sólo con el pasado de Cuba metido en la guitarra dejarían su huella.
Vicente tiene numerosos discos, que testimonian su
diálogo cómplice con las canciones: Itinerario, Colibrí, Guevarianas, No sé quedarme, Aurora, Arte por Ética... Y con los ritmos que conjuga en su guitarra, sin dejar de ser radicalmente cubano: folk, blues, rock, bolero, etc. Ahora, hoy, cuando la Trova ya va por su tercera generación, él sigue latiendo ideas, proyectos, a la par de los jóvenes, como esa usina cultural que es Canto con todos: "un punto de encuentro -afirma-, especialmente entre los trovadores de Iberoamérica que surgieron a partir de la segunda mitad de los años 80 del siglo pasado. Un llamado a buscarse y encontrarse, compartirse y descubrirse sus historias de pueblos y culturas diversas y comunes. Un frente común contra la guerra fascista y a favor de la lucha de los de abajo y los costados. Una semilla de la memoria, un no olvidar de dónde venimos y que la canción es un arma tremenda de educación y combate".
En Cuba, esa isla "en todos los sentidos" -como dice él- la Revolución se reinventa año a año: contra todo agorero de la noche, contra los de imaginación quebrada, camina bien lejos de los que madrugan con la fatalidad en los labios. Los que, simplemente, no creen en sí mismos ni en los demás. Contra todo eso, Cuba; o Vicente, o quizá, nosotros, al escucharlo cantar con voz enmaderada. Al atender alguna de sus memorias, incontables historias de amor hechas canciones o vivencia: amor que se transforma, porque se queda. Claro: es Vicente el que se queda. Y ahí va...
-Creo que no soy esencialmente muy distinto al trovador que empezó a hacer canciones en 1964. Mis primeros cantos tienen la maravilla del arrebato de la adolescencia y la primera juventud, cierta frescura que más tarde cambia sin perderse. Las personas crecen con el tiempo (también hay quienes decrecen, lo cual espero no sea mi caso) y algunas veces he vuelto a plantearme el asunto de tal o más cual canción, con otros conocimientos, otras vivencias, otra madurez -no más madurez, sino otra-. Algo sí me hace sentir feliz: viendo mis canciones en el tiempo, me alegra haber dicho lo que dije y con toda la capacidad y la fuerza que tenía cuando lo dije. Que me han quedado cosas por decir, sin dudas y qué bueno, porque el día que no me queden asuntos pendientes me habré jodido irremisiblemente.
¿Cuál es para vos el legado de la Nueva Trova y su protagonismo en Cuba, hoy?
Creo que la virtud mayor de quienes formamos el Movimiento de la Nueva Trova en 1972 es haber comprendido que veníamos desde el tronco primigenio de la canción cubana, la que nació en los instantes en que nuestro país se convertía en nación, en los albores de las luchas por la independencia contra el colonialismo español. El verdadero legado es el de aquellos trovadores de fines del siglo XIX que, armados de guitarras, machetes y fusiles, descubrieron que no podría haber canción cubana sin Patria cubana. Su espíritu patriótico fundacional fue la esencia vital para todo lo que vino después (la Trova del Son, el Filin, la Nueva Trova...). En los aspectos formales, tanto las músicas como los versos de aquellas trovas de fines del siglo XIX y la primera mitad del XX, en su gran mayoría son de una belleza encomiable, y en muchos casos de una audacia musical increíble. Cuando mi generación llegó a la guitarra y con ella a las canciones, en medio del clima de liberación del ser humano cubano que significó el triunfo de la Revolución de 1959, no tuvo más remedio que ponerse a la altura de los tiempos y de la historia. En realidad pienso que el protagonismo es el de la historia de nuestro pueblo, que sin las canciones de la trova de todos los tiempos no sería tan agradable.
¿Cómo hizo la Trova para seguir fluyendo creativamente? ¿Nunca temieron estancarse?
Bueno, a un movimiento estético lo hacen creadores
individuales que se unen a partir de una serie de ideas comunes. No surge por encargo de nada ni de nadie. El trovador es un hombre de su tiempo, es de un lugar específico y vive inmerso en su sociedad, y no en una urna de cristal (o torre de marfil, como se quiera). Cada cual va creciendo como puede y por ahí van sus canciones. Un amigo muy querido dice que los poetas tienen ciertas y no demasiadas temáticas, que en dependencia de las experiencias que van teniendo las vuelven a recrear con las nuevas vivencias. Hay monumentos temáticos clásicos en la canción cubana -el amor a la mujer, a la Patria, al paisaje- que cada generación ha abordado y sigue abordando. A partir de los años '60 se reforzaron otros, especialmente la solidaridad con los pueblos que buscan su independencia, y el papel y participación de los cantores en las luchas sociales. Como la Trova viene de la vida y la vida fluye constantemente, a veces con angustias muy feas y otras con maravillas, así son las canciones...
La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº62-Septiembre 2007
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