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Editorial

Confesiones imaginarias

La noticia excluyente a nivel cultural durante el verano europeo fue, sin dudas la confesión del escritor alemán Günter Grass..

La noticia excluyente a nivel cultural durante el verano europeo fue, sin dudas la confesión del escritor alemán Günter Grass, quien reconoció haber pertenecido en su juventud a las SS nazis. Enorme revuelo provocó semejante admisión, postergada en el tiempo por el propio Grass por temor, y que no demoró en recibir incontables críticas desde varios sectores ligados a la comunidad judía en Europa, incluso pedidos para que devuelva el premio Nobel que le fue otorgado en 1999.

Lo extraño del caso, es que era público que Grass había simpatizado en su juventud por el hitlerismo, ya que así lo había referido en más de una ocasión, pero este detalle escabroso de su biografía parece haber puesto en peligro todo su trabajo posterior como una de las voces más representativas de la cultura alemana.

Uno no puede dejar de hacer cierto esfuerzo de traslación hacia estos pagos y preguntarse qué pasaría si algunos de nuestros más afamados intelectuales se decidieran a mirar hacia atrás y "recordar" algunos de sus más graves errores. Salvando las distancias que separan el pasado argentino del alemán y aclarando además que no hay, es verdad, artistas que hayan participado activamente de procesos militares, aunque sí los hay (y muchos) que avalaron, empujaron y alentaron varios golpes de Estado y que miraron para otro lado ante las denuncias por violaciones a los derechos humanos o, peor aún, disfrazaron sus reaccionarias posturas con vestidos progresistas y fueron tejiendo con los años una maraña de oportunismo que terminó por ocultar sus dichos de orgullosa confianza hacia los uniformes...

Qué pasaría, por caso, si el escritor Ernesto Sabato se decidiera a anunciar públicamente el error de su apoyo descarado a las dictaduras de Onganía y Videla, por ejemplo, o su almuerzo con elogios hacia el genocida que días atrás había secuestrado a Haroldo Conti y a otros tantos escritores insumisos, o sus duras críticas contra los exiliados argentinos durante el Proceso, o su participación exultante durante los festejos por la obtención del Mundial '78, o su descarado cambio de postura cuando los vientos democráticos soplaron las velas del navío y era hora de acomodarse a los nuevos tiempos, no sin antes dejar impuesta la execrable "teoría de los dos demonios" como justificación perfecta del terrorismo de Estado.

Pero no, de nada sirven estos esfuerzos de traslación. La valentía de Grass, evidentemente, no se contagia. Y mucho menos, hay que decirlo, su talento como escritor.

Basta con leer los diarios: el gobierno nacional acaba de entregarle en manos del propio Ministro de Educación nada menos que 1,5 millón de pesos del presupuesto anual destinado a ese castigado sector, al señor Ernesto Sabato para una serie de "proyectos ligados con la cultura".

"En este país, ser moderno es olvidar pronto", escribió alguna vez el poeta Jorge Boccanera. Y Argentina parece un país repleto de modernos.

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El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.