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Editorial

Para la cartera de la dama

La imagen de una tarde cualquiera: en el tren, en el subte, en algún colectivo solidario tres hombres provistos de guitarra, charango y sikus se disponen a interpretar algún carnavalito, una zamba y, por qué no, una milonga. Ante la indiferencia de la mayoría de los pasajeros, la sonrisa simpática de algunos y uno que otro aplauso solitario, los artistas ambulantes pasan, previo pedido de disculpas, entre los transeúntes, en busca de esa moneda salvadora, que en algún sentido, más que gratificar termina por decepcionar. Así, en silencio, sin molestar, el arte se gana la vida. Con corazón, dirán unos. Sin trabajar, dirán otros. Con limosnas, dirá la mayoría.

Con el número tres de Sudestada en la mano nos sentimos, de alguna manera, en una situación bastante similar que la de estos artistas. Sabemos que el presente para todos nosotros no es nada fácil, que protestar en este contexto general porque los espacios culturales no consiguen nunca apoyo económico alguno puede parecer hasta delirante, pero modestamente, creemos que el arte tiene un valor, indefinido, indecible, pero valor al fin. Del reflejo del trabajo artístico de estos artistas ambulantes ante sus ocasionales espectadores depende que ese valor natural se materialice en un precio monetario, en un reconocimiento del que se sabe satisfecho por recibir un producto artístico, del que también conoce las limitaciones de aquellos que buscan en los andenes la salida a tanta oscuridad. Y aportan lo que saben, su música.

Desde Sudestada le damos mucho valor a quienes se han interesado en el proyecto y generaron críticas, planteos, sonrisas y rezongos por el contenido, y hasta el precio de la revista. Es que ese interés ante cualquier expresión artística es el único que puede asegurar el crecimiento de la cultura, más aún para los que creemos que no se trata de una mercancía para pocos, sino de un tesoro que es necesario compartir entre la mayor cantidad de manos posibles. Con esfuerzo y dedicación, más allá de las monedas que queden en la gorra.

Por eso seguimos luchando sin bajar los brazos, como lo hacen esos artistas callejeros, con las mismas ilusiones que hace unos meses. Destacando el trabajo de quienes con su ejemplo nos permiten creer que se puede. Causalmente, en este número nos visitan personajes de la talla de Ernesto Che Guevara y Héctor Germán Oesterheld, verdaderos referentes para quienes tropezamos por la huella que fueron dejando con el tiempo.

El homenaje a dos hombres que dieron su vida por sus ideas, que lograron canalizar su talento para articular una voluntad de cambio y que además creyeron en la cultura como una herramienta revolucionaria, de progreso e igualdad; es una tarea obligada.

Pero este compromiso no es producto de ese pedanterismo intelectual que tanto abunda hoy, aquel que festeja frases famosas y cree que el artista es el que sale por televisión y toma café en París. Ellos, como Polosecki , Cortázar, como la gente que trabaja por la cultura en los teatros y centros culturales del sur, han recorrido un camino lleno de dificultades pero que, con pasión y talento, nos dejaron una huella inconfundible que resulta la razón de la existencia de esta humilde publicación zonal. Huella que intentamos recorrer, en la cultura y en la vida, más allá de los homenajes al estilo de las fiestas cívicas que son tan comunes por estos pagos.

Mientras los artistas ambulantes recorren otro vagón, sale casi pidiendo permiso este número tres, esperemos que lo disfruten. Gracias por colaborar, y perdón por las molestias. Y que se acuerden de nosotros en la próxima estación.

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Sudestada

El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.