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Plástica

Resignificar nuestro arte

¿Quién dijo que el arte es sólo para "entendidos", quién pone las reglas de juego, quién decide el gusto, quién dicta el camino de las sensibilidades individuales? ¿Cómo surge este imaginario colectivo falaz, de que el arte es accesible a unos pocos depositarios de la sensibilidad?. La mayoría de la gente dice no captar lo que las élites dirigentes del gusto imponen como verdaderas manifestaciones artísticas.

Nos hacen creer el argumento de la incapacidad e insensibilidad del pueblo hacia el arte plástico, mientras tanto las señoras perfumadas y los críticos (los dueños de la verdad) recorren los museos, galerías y salones. Entre champagne y bocadillos se dibujan la sonrisa, la obra colgada en la pared espera ser entendida, mientras se empaña la vista con un sin fin de adulaciones y justificaciones vacías. ¿Qué quiso decir el artista?; quizás nadie sabe ni le importa, pero está colgado en la sala, eso lo legitima.

Se ha montado fuerte empresa monopólica del gusto; la obra es una mercancía, el pintor disfrazado de artista produce conforme al público del arte (una elite que se nutre en el Museo Nacional de Bellas Artes y culmina en Utilísima), los críticos sostienen el discurso ideológico que justifica la moda en el ámbito artístico. Es el academicismo de viejo cuño con ropajes de vanguardia, que no hace más que desentenderse de su contexto social.

Tanta inautenticidad es fruto de una élite recelosa que, teniendo los medios materiales, impone un gusto totalmente deslegitimado, pero lo disfraza con una falsa legitimidad. Es el continuo resurgimiento del histórico criterio de autoridad aristotélico y las categorías universalmente válidas kantianas, los más efectivos modelos ideológicos para las doctrinas en crisis.

Esta ficción intenta ser sostenida también desde la educación; las materias artísticas en las escuelas están tan desprestigiadas que se convierten en una pérdida de tiempo y en una desconexión de la "realidad". Se debe estudiar para en un futuro trabajar y poder comer; la educación pública se convierte en el más eficaz reproductor de la sociedad capitalista, formando autómatas sin conciencia crítica, evitando el contacto con las manifestaciones más profundas del ser humano. Un dato nada despreciable es que en las escuelas donde asiste la clase alta o en los países de primer mundo, la enseñanza artística es troncal en la formación del individuo.

Desde Aristóteles hasta nuestros días nos impusieron ante todo que el hombre es un animal racional, piensa y luego existe. En el siglo XX, Cassirer con su definición del hombre como animal simbólico apuntó a la verdadera esencia del ser humano, el conocimiento de la realidad de forma emotiva. En la primera definición, el hombre es parte del engranaje de una máquina que con su sola razón puede dominar la naturaleza. En la segunda definición, el hombre es parte del cosmos, de un ciclo vital en el cual no tenemos verdadera influencia; simbolizamos para asimilar una realidad misteriosa e inabarcable.

Nos manejamos en un mundo simbólico, nunca nada es objetivo, y sin embargo tenemos plena fe que la realidad es única y unidireccional. El arte es la forma de comunicación más profunda con nosotros mismos y con los demás hombres; es potencialmente educador, y esto no es ajeno a los grupos dominantes. Por eso para una masa autómata no hay mejor que recrearles su realidad a partir de los medios masivos de comunicación; apuntarles los productos culturales que deben consumir y a los que no pueden acceder por estar incapacitados, entre ellos el arte plástico.

Y como es de esperar, estas cosas suceden con mayor fuerza en una colonia como la nuestra (perdón quise decir país). Pero la dialéctica de la historia nos muestra que toda época tiene un fin y un resurgimiento, y en esos resurgimientos se dan los grandes cambios. Tampoco olvidemos que cuando una élite va vislumbrando su decadencia, es cuanto más se aferra a sus manifestaciones culturales ilegítimas. Quizás estemos en las aguas turbias del cambio; quizás es el momento en que nosotros, los artistas, debamos hacer eco de las voces silenciadas de nuestro pueblo.

Carpani

"...Las clases altas, en su condición de principales consumidoras de obras artísticas, imponen sus gustos a través de los órganos de difusión cultural que directa o indirectamente controla. En países como el nuestro se proyecta en el campo del arte nuestra condición de vasallos del imperialismo. Es lo que reduce a la mayor parte de nuestros artistas a la condición de serviles plagiarios del arte europeo o norteamericano, transformándolos en productores de obras bien ejecutadas pero vacías y superficiales. Es lo que hace que tengamos tantos buenos pintores y tan pocos artistas creadores. Es lo que ha dificultado y dificulta entre nosotros el surgimiento de un movimiento artístico original..."

Por Ricardo Carpani en su ensayo"La política en el arte", 1962.

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El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.