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Música

Entrevista con Me darás mil hijos

Mientras las nuevas tendencias buscan reinterpretar la música desde lo electrónico, Federico Ghazarossian y Mariano Fernández, integrantes de "Me darás mil hijos" apuestan a un proyecto donde lo acústico es la novedad, el motor creativo y el camino a seguir.

Cuando las grietas de los géneros musicales dejan entrever un reflejo, algunos músicos se aferran a esa lucesita, le sacan brillo y llevan adelante creaciones que escapan a la cotidiana llanura musical. Me darás mil hijos arrancó su historia allá por el 2000, sin demasiadas pretensiones más que conmover, con la idea de formar un grupo con tres guitarras criollas y un contrabajo. El objetivo siempre fue claro: hacer canciones. Fue así que uno de los mentores del proyecto, el cantante Mariano Fernández, convocó al ex Visitantes Federico Ghazarossian para que se hiciera cargo del contrabajo. En su idea original aún faltaban dos guitarras, e inmediatamente pensó en Gustavo Semmartín y en su hermano Santiago Fernández para ocupar los puestos. "A partir de un puñadito de canciones que había compuesto -explica Mariano- les propuse juntarnos para ver qué pasaba con esos temas en formato acústico. Y de inmediato empezamos a grabar, a demear, y eso se terminó convirtiendo en el primer disco. Tardamos más de dos años en grabarlo y, como no teníamos apuro, elegimos dónde poner un clarinete, dónde un violín, dónde los vientos. Para eso convocamos a amigos como Daniel Melingo o la gente de Pequeña Orquesta Reincidentes. Cuando lo terminamos teníamos que salir a tocar, y en ese momento se incorporaron Carolina Flechner en batería, Leonora Arbiser en acordeón y Damián Rovner en trompeta, quienes terminaron consolidando la presentación del disco en el teatro Maipo". El primer trabajo de la banda lo titularon simplemente como "Me darás mil hijos", nombre extraído de un poema latinoamericano, y se editó en 2003 con el sello Monmusique, en una producción que por ser independiente no descuida la calidad del sonido ni la artística.

Los integrantes de Me darás mil hijos promedian los treinta, vienen de diferentes proyectos (rock, tango, melódico) y lograron conjugar un sonido que se hace difícil de explicar en palabras. Desencantados de estancarse en los géneros tradicionales lograron un sonido donde abundan melodías de milongas, valsecitos, fox-trot y rancheras. El fantasma que domina la mayoría de las composiciones es el amor, en su versión desencanto y felicidad.
Esta pequeña orquesta dio sus primeros pasos en una época convulsionada del país, pero pasado el verano de 2002 la historia parecía volver a repetirse de la peor manera: "Fue un movimiento típico de clase media. No nos enganchamos con eso. A pesar de que hay un tema de contenido social en cada uno de los discos, en ningún momento nos propusimos salir a hablar o cantar sobre ese movimiento. Veníamos con otra historia, con canciones que eran más que nada de amor, aunque por eso no dejábamos de tener una postura, y ese movimiento fue muy fugaz, muy fuerte, pero quedó en la nada cuando abrieron las cuentas bancarias. No salió nadie más a la calle salvo la gente que siempre protestó y sigue al margen", analiza Mariano, mientras Federico Ghazarossian intenta meter un bocado en la conversación.
El circuito que eligieron para dar a conocer sus primeros acordes fue Palermo, recorrido que ya había probado su hermano Juan Pablo, cantante de la banda amiga Pequeña Orquesta Reincidentes. El segmento de gente que asistía a esos conciertos era bastante limitado, pero fue allí donde encontraron sus primeros seguidores y donde tuvieron cabida. "El circuito se fue ampliando a partir de que tocamos como soporte de Goran Bregovic. A partir de ahí nos empezó a conocer otro tipo de gente, e inmediatamente nos empezaron a invitar a tocar en otros lugares, en festivales de tango y folklore. Vienen a vernos gente de todas las edades, aunque el precio de la entrada condiciona mucho", nos cuenta Federico, quien rememora orgulloso la fiesta que se vivió durante todos los jueves de agosto de este año en el centro cultural Torcuato Tasso, con gente aplaudiendo y bailando sobre las sillas, mesas o lo que tuviesen a mano.

Trabajo en equipo

Los procesos que llevan a una banda a grabar su primer disco son extensos, pero la ventaja de estar fuera de la cadena de producción que atora los oídos de millones en las radios, hace que se puedan extender los tiempos y se aprenda a trabajar en equipo. "En el grupo se genera una vibración que se trasmite entre los integrantes y el público. Como nunca premeditamos los pasos a seguir, los cambios fluyen como la música. Mi creencia personal es que la música debe ser para todos, no tiene límites de edad, sexo ni raza: es lo mismo que lo escuche un intelectual de Palermo que un indígena del norte. La función de la música es ser liberadora, es de unión, y no tiene que caer en sectarismos", se adelanta Federico, intentando explicar lo que corre por las venas de un músico al subirse a un escenario. Es que la idea de trabajar con un colectivo de gente, sin buscar el protagonismo personal no siempre tiene eco entre las personas, aunque a veces la mecha se prende. "Uno está en función de la música, de la canción", explican a dos voces. Por eso es que Mil hijos, como los llaman sus seguidores, trabaja en función de eso. No hay solistas, o al menos eso intentan, aunque si un arreglo amerita un solo inmediatamente se genera ese lugar. "Ahora estamos trabajando mucho en la etapa de vaciamiento, de limpieza musical, donde se van decantado los arreglos, siempre priorizando el laburo colectivo, aunque hay un momento donde uno tiene que agarrar la tijera y cortar", explica el contrabajista.

Mil hijos subraya el papel del amor por una elección personal de su autor. La melancolía y la ausencia son sus mejores aliados. La banda suena a amaneceres de fiestas interminables, a una decadencia placentera, a viajes sin destino cierto. En uno de esos viajes se oye el acordeón de Leonora Arbiser, que da lugar a la letra: "Un camino a algún lugar./ Autos viejos que convidan sueños./ Sueños de autostop.// El olor a tierra y pan/ y un bolsito lleno de virtudes,/ que hay que descifrar", canta Fernández en Sueños de autostop, tema emblemático de "Un camino algún lugar", segundo disco que consolidó el sonido particular de Mil hijos. A partir de un complejo universo musical y poético se crean diferentes aristas que llevan al grupo a combinar los sonidos con letras que van de lleno al corazón. "Hay una preocupación por la no-rima, en el buen sentido. Yo separo lo que es una canción de una poesía, para mí no se puede leer la letra de una canción como una poesía, salvo en algunos casos. Pero, en general, trato que las letras sean funcionales a las canciones sin caer en descripciones literales, porque me choca un poco eso. No hay pretensión ni búsqueda por ser un grupo de culto, para intelectuales. Si algo nos propusimos es no ser eso, no me interesa cuidar esa forma ni tener ese mote. Nuestra música es popular, hay una intención poética en las letras, pero no intelectual", explica Mariano, autor en su totalidad de las canciones.

En la música de Mil hijos hay mucho de Zitarrosa, de Antonio Tormo, de las guitarras de Rivero. Pero hay también gran originalidad en los arreglos de guitarra de Santiago Fernández y Gustavo Semmartin. "Una influencia fundamental en nuestra música es la de Oscar Alemán. Con todas esas variantes hacemos una buena ensalada de estilos, porque la música tiene demasiados pliegues como para encerrarse. Yo venía de tocar en el rock, donde todo es más estructurado y la gente está predispuesta a otra cosa. Muy pocos son los que escuchan y se divierten, se crea una locura en la que casi nadie sabe porqué está metido. Y lo que hacemos con Mil hijos es diferente, y encima le gusta a mucha gente", explica Federico, distanciándose de su pasado.

Malas compañías

"No creo en eso de las malas intenciones de los músicos. Yo no creo que los músicos sean buenos aliados de las compañías: esas empresas son como los vampiros, te chupan todo lo que pueden en un momento y te largan cuando deja de funcionar. Después cada uno compra los espejitos de colores que quiere. Porque si sos un pibe que tiene un grupo de rock y te ofrecen una continuidad que te quita el sueño no está mal", sostiene Mariano, mientras cuenta cómo fueron los pormenores de la decisión de firmar con una discográfica para editar el segundo disco: "Empezamos a escuchar propuestas de diferentes compañías y la propuesta de BMG era bastante mejor que las otras. Como todo contrato de esta índole, los músicos -explica Mariano- son los que llevamos todas las de perder. Pero las condiciones no eran peores que las que nos ofrecían otros sellos independientes; al contrario, lo que te brinda una compañía grande es poder llegar a todo el país, tener afiches en la vía pública, mayor promoción de los shows y la posibilidad de grabar un disco con mayor comodidad y calidad. Porque el primer disco lo grabamos en un cuartito, como podíamos. Fueron dos inviernos y dos veranos metidos en ese cuarto". Los productos que inventan las compañías son fácilmente detectables para Federico: "Te das cuenta en seguida porque el punk les dura una semana y después le salen hongos".

"Hay mucha gente que no tiene acceso a búsquedas musicales porque empezaron de pibes con el rocanrol de barrio y no tuvieron acceso a otras músicas. Y además encontraron que funcionaba y creyeron fervientemente en eso. Encima hay mucha gente que los sigue y se los demuestra. Y no está mejor ni peor. La búsqueda de cada uno depende de una elección personal: hay quienes se encierran en un sólo género y no está mal. Nuestra elección de movida fue la de no encasillarnos", argumenta Mariano.

La apuesta de Mil hijos es por la música, porque ningún integrante cobra un peso: el grupo se autoabastece con los shows. La gente que se sumó al proyecto sabe cómo viene la mano; todo se sostiene por la pasión que los une: la música. "Los músicos de Mil hijos podrían tocar en bandas que les redituara mucho más económicamente, pero hay una elección y un proyecto de pertenencia que es muy fuerte. El grupo siempre tuvo las puertas abiertas e intentó captar a gente que sienta el proyecto como suyo", explica Mariano, mientras se acomoda en la mesa atiborrada de vasos y ceniceros...

La nota completa en la edición gráfica Nº43

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Autor

Ignacio Portela