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El ojo blindado

El renacimiento de Dios

Nietzsche quería sepultar a Dios, Marx al capitalismo. Un siglo y medio después de algunas de sus más infernales proclamas, siguen en esta tierra, respirando y gobernando los tiempos, tanto los dos autores como sus blasfemias. Ni dios ni el capitalismo son como aquellos que Marx y Nietzsche conocieron, pero a esta época reaccionaria de la geopolítica la podemos transitar con las muletas de estos dos autores.

"No, las masas no fueron engañadas, ellas desearon el fascismo en determinado momento, en determinadas circunstancias, y esto es lo que precisa explicación, esta perversión del deseo gregario."
Deleuze y Felix Guattari



Nietzsche quería sepultar a Dios, Marx al capitalismo. Un siglo y medio después de algunas de sus más infernales proclamas, siguen en esta tierra, respirando y gobernando los tiempos, tanto los dos autores como sus blasfemias. Ni dios ni el capitalismo son como aquellos que Marx y Nietzsche conocieron, pero a esta época reaccionaria de la geopolítica la podemos transitar con las muletas de estos dos autores. Quienes debían llevar a cabo la función de sepultureros (súper hombres y proletarios) volvieron corriendo con sus palas a exhumar arrepentidos a sus patriarcas. Dios ha vuelto de la muerte, el capitalismo anduvo rengo algunas décadas, pero ya está recuperado y hoy tiene una masa muscular atlética en sus piernas. Un dios que logró no quedar en diferido a las modas y a la vez no dejar de ser conservador. El nuevo dios baila, canta y usa el léxico de la juventud. Se ha modernizado, es un dios que, más que imponer sus dogmas preestablecidos por diseñadores en los concilios, ha sabido adoptar los distintos ritos folclóricos de las masas. Dios quería ser popular y tomar aire fresco, por eso huyó de las polvorientas y aburridas parroquias católicas y pidió asilo entre los protestantes. Hoy, en Latinoamérica, las iglesias evangelistas o de corrientes similares exhiben su voluptuosa influencia en enormes y lujosas arquitecturas de la Capital, hasta en los barrios de pobreza extrema, que se multiplican al ritmo de los censos. Han planificado muy bien la distribución geográfica de sus salones. Han sabido incorporar las costumbres culturales de sus fieles y se han servido de todos los métodos de la representación teatral, desde el teatro más visceral y vanguardista al teatro clásico de texto, de la tragedia griega a la danza butoh. Si hace falta, rompen genuinamente partes de sus cuerpos entre gritos desgarradores en un idioma intraducible arriba del escenario y manejan de forma prodigiosa la improvisación, todos elementos estéticos de extrema sustancialidad que no disgustarían para nada a Artaud. El fantasma de Dionisio circula en cada una de sus congregaciones. Hay absurdo, hay éxtasis, hay un pathos: todo un cóctel de placeres muy tentador para las multitudes, que van a esos recintos a experimentar físicamente las más elevadas sensaciones. Se experimenta profunda interioridad y a continuación se salta hasta bordear el abismo combatiendo a Luzbel. Se mezcla la lógica militar con Pina Bausch, los cuerpos se derrumban con una delicada y estremecedora belleza, poseídos por el "espíritu santo". En cada encuentro evangelista reina el clima festivo, el sentimiento de fraternidad hasta entre personas de distintas clases sociales: ya no es exclusivamente un salvoconducto existencial de las clases oprimidas, la quietud burguesa también se acerca a estas ceremonias para despabilar sus almas con musgo añejo y son recibidas con honesto entusiasmo.
Es interesante analizar por qué la iglesia universal decide emitir sus programas de televisión en el segmento de la medianoche de la televisión argentina. Una idea que podría encuadrarse sin problema dentro del proyecto surrealista; tenemos, antes de sumergirnos en los bosques de los sueños, un encuentro con dios, presenciamos sus ritos, se nos ofrecen lecturas de la Biblia, escuchamos apasionados sermones, se nos susurra el talonario de premios y castigos a las distintas conductas, escuchamos crudos relatos testimoniales de todo tipo de sufrimientos reales de la condición humana y las sociedades, no hay censura ni discriminación, el crisol de pieles sube al púlpito a contar su experiencia. Toda una batería de medidas para irnos a dormir atemorizados y expectantes del milagro. Tienen a sus fieles entre el miedo y la esperanza. Controlan la realidad y también los sueños. Tampoco es casual que una de las plataformas streaming gigantes, como Netflix, apenas uno abre la señal ofrezca una gran cantidad de opciones sobre series, tanto documentales y de ficción, que abordan el nazismo y el fascismo desde puntos de vista ambiguos y extraños más que desde un llamado a la reflexión y la memoria.
No sólo se va en busca de estas nuevas religiones por una ausencia de sentido para la vida, por una desesperante búsqueda de relleno para el vacío existencial; más bien, las masas van a divertirse a las iglesias evangelistas, van a sentir emociones positivas y colectivas, se conectan y componen con los demás. Las religiones siempre han sido y serán de derecha, han sido la excusa metafísica de genocidios vía armada o vía financiera, pero, al igual que en la arena de la política, no hay que confundir a las cúpulas conductoras con las bases multitudinarias...


(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada... ¿Por qué publicamos apenas un fragmento de cada artículo? Porque la subsistencia de Sudestada depende en un 100 por ciento de la venta y de la confianza con sus lectores, no recibimos subsidios ni pauta alguna, de modo que la venta directa garantiza que nuestra publicación siga en las calles. Gracias por comprender)

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Autor

César González (*)