Tomando el camino de la autogestión, el cantautor porteño ya tiene editados tres discos Test (2010, EP), Filo (2014) y Luma (2017), lo que lo convierte es un exponente del circuito indie. En medio de los ensayos con su banda completa (María Barone: teclados y coros, Cristian Ruffini: guitarra y coros, Tomás Wagner: batería, Agustín Pettinato: bajo) para su presentación en vivo, conversa con Sudestada.
Si sus discos anteriores iban por el sendero de la programación, las capas sonoras y la voz cargada de cámaras y efectos, Luma desembarca como su trabajo donde la canción gana su lugar de privilegio. Como dice Ramiro Abrevaya, "estas canciones seducen hasta en un fogón con amigues". Sin dudas que la limpieza en el cantar y la carga lírica van al frente en su tercer trabajo discográfico.
–¿Es una idea buscada que tus canciones tengan un tono agradable, casi como algo lúdico?
–No sé si es algo buscado deliberadamente. Supongo que tiene que ver con que soy un tipo que trabaja con una perspectiva de generar empatía y buena onda. Sí capaz hay una búsqueda para que las canciones salgan redondas, que transmitan, que te abracen y que, a veces, te sacudan. Nunca me lo propuse, pero es lindo saber que algunas de tus propias canciones cobijan o integran a quienes las escuchan.
–¿Cómo van apareciendo las canciones?
– Eso varía siempre. A veces surgen de la idea de una letra, de un par de acordes, de una guitarreada con amigos o de cosas que tenía guardadas y las saco y las readapto. El proceso creativo es medio un caos. También te enfrentás a la página en blanco, como sucede en todos los ámbitos artísticos. Pasa en el cine, en la pintura, en la literatura, etc. Existe y es muy angustiante, pero la manera que encontré para combatirlo es la perseverancia. Siento que estoy en el medio de ese fluir creativo, donde la inspiración la completo con mucho laburo.
–¿El recorrido entre tus tres discos lo ves como eso, un camino lógico, o más bien como una evolución?
– Claramente como un crecimiento. Toda construcción es una evolución y yo siempre fui muy obsesivo con eso de producir cosas. Moverme, dejar, si se quiere, un legado para mi tranquilidad. Con el tiempo comprendí que lo groso es hacerse un cimiento, que mi camino artístico puede gustar más o menos, pero yo tengo la tranquilidad de saber que laburé mucho. Y en este meterle vas puliendo el oficio, vas creciendo. Esto se nota mucho en el vivo, donde juega un papel enorme el público y ahí te fogueás. Son nueve años de hacer música solista y eso me curtió mucho en la manera de producir, de vincularme con la gente.
–¿Trabajar desde la autogestión fue algo elegido?
–Al estar la industria discográfica destruida o focalizada en pocos artistas, no te queda otra que laburar de manera autónoma. Esto es la libertad total, "la libertad es fiebre", dice el Indio. Entonces, al ser solista, tenés que tomar todas las decisiones, por más que en mi caso siempre laburé con amigos. Pero también está bueno poder trabajar con la presión de tener que sacar un disco por año, lo que lleva tu laburo a un plano mucho más profesional, con el mejor nivel técnico; graban de puta madre, con tiempo ilimitado, les pagan bien a los músicos, hacen el disco más el video, luego se van de gira. También tenés a Lisandro Aristimuño, a quien le funciona toda esa maquinaria de manera autogestiva. Pero son muy pocos a los que les pasa. Creo que a todos los músicos les vendría bien una ayuda económica; el presupuesto es lo que con el tiempo también te desangra, porque tenés que hacer todo y, además, laburar de otra cosa para vivir.
–Hay un cambio de sonido entre tu disco Filo y tu último trabajo Luma. Fuiste sacando las capas y dejaste la voz bien adelante…
–Claramente fue algo buscado. Si bien me encanta la falopa que significa condimentar las voces, ponerles delay, en Luma quería hacer un disco más cancionero y que brillaran las melodías, los acordes, las voces, las letras. Es una apuesta arriesgada porque tiene que sonar bien la melodía, tiene que estar bien cantado, porque estás ahí expuesto sin nada que lo cubra con efectos. El camino de la canción viene desde siempre, con la trova, desde Silvio Rodriguez hasta Andrés Calamaro; y son formas que trascienden cualquier predicción que vos hagas, por más que pongas un sintetizador, una orquesta, un coro budista, lo que sea; esa canción, cuando vos la tocás en un fogón, anda.
Filo tiene una estructura de temas, de producción, de estudio, de ritmos y de texturas. Y lo que me pasó con Luma es que quise hacer un disco de canciones que se banque los colores que tenga alrededor...
Foto de Emiliano Palacios
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada... ¿Por qué publicamos apenas un fragmento de cada artículo? Porque la subsistencia de Sudestada depende en un 100 por ciento de la venta y de la confianza con sus lectores, no recibimos subsidios ni pauta alguna, de modo que la venta directa garantiza que nuestra publicación siga en las calles. Gracias por comprender)
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