Referente ineludible de la plástica contemporánea, ejemplo de coherencia artística durante sus cuatro décadas de trabajo; Carlos Alonso representa por estos días la imagen del artista que no se resigna, que no abandona la búsqueda de un arte que estimule la rebeldía.
El universo personal de un artista puede asumir formas diferentes. Por ejemplo, una galería. Una larga y difusa galería de imágenes y recuerdos; con pasillos atiborrados de vida y de obra; con los rincones cubiertos por el dolor y la tristeza; con el suelo regado de compromiso militante, con ideas, con un talento único. Con la intención de visitar la complejo galería personal del pintor Carlos Alonso, Sudestada golpeó la puerta y se adentró en los confines del universo de uno de los artistas plásticos más extraordinarios del continente.
El universo de un hombre que elige la calma de Unquillo para vivir, que caminó siempre tras la huella de su maestro Spilimbergo, y que contribuyó con otros grandes como Berni y Castagnino para escribir una página trascendental dentro de la cultura argentina.
¿Lo espanta el ritmo de Buenos Aires?
No, me gusta la ciudad, pero vivo en Unquillo porque allí el tiempo rinde diez veces más que acá. Allá el tiempo es verdaderamente oro. La continuidad en el trabajo cuando tenés mi edad es muy importante. Sabés que tenés todo el tiempo para hacer todo lo que querés, mientras que acá hay muchas tentaciones para hacer otras cosas que son lindas, pero que te sacan un poco del trabajo. Como yo vengo seguido, disfruto un poco de las dos cosas. Ahora con el mural en el Teatro Cervantes, voy a venir más seguido. Pero allá tengo también cosas para hacer. Actualmente estoy haciendo los estudios para el mural de la cúpula del teatro, que están bastante avanzados. Lo bueno del mural es que es un productor de cosas, porque tenés que hacer estudios, bocetos, ensayos, estudios al natural y te van multiplicando variantes de trabajo. Porque si tenés que hacer un retrato de Podestá, tengo que informarme acerca del personaje, no sólo físicamente, sino quién era, cuándo estuvo en el manicomio. Así empezás a verlo, sino nunca podría a pintar sin incorporarme a ese mundo. Lo mismo todo, desde un principio me plantee por donde tiene que ser la temática y después de mirar y pensar, de formarme con lo que han hecho en otros teatros, siempre girando sobre lo que pasa en ese ámbito. Es, como en una secuencia de hoy, un poco esa historia del teatro y sus personajes, y al mismo tiempo puede haber desde el sainete criollo hasta Shakespeare. ¿Te das cuenta?, todo mezclado porque todo pasó por ahí, el ballet, la música, la ópera, es muy interesante. Fundamentalmente tener un espacio de 20 por 30 metros para hacer todo un desarrollo interdisciplinario.
¿Tuvo buena repercusión la muestra en RO-Art?
Todavía no lo semblantee. Espero que sí, no se, estaba en otro tema. Estoy con lo del Cervantes y tengo que armar un equipo primario, para la primera recuperación de documentación, fotografías, historias del teatro, estoy en eso.
¿Las imágenes van a tener que ver con la historia del teatro?
Sí, con la historia de ese teatro, de todo lo que pasó por ahí.
La técnica va a ser con boceto...
Sí, la técnica va a ser con bocetos muy elaborados, pasados a un tamaño más grande por un equipo. La técnica tradicional clásica, así hacían los viejos. El equipo pasará esos bocetos exhaustivos lo más precisamente posible y luego intervendré yo, cuando esté todo dibujado, manchado. Siempre estaré presente, desde luego, pero quiero decir que esa etapa es una etapa casi mecánica en cierto sentido, sobre todo en una superficie tan grande. En un cuadro me resultaría imposible, pero para manejar una superficie así tenés que tener todo estructurado, toda casi al milímetro. No podés tener sorpresas. Podés tener sorpresas particulares, detalles, pero no en la estructura general, tanto en la parte de dibujo como en la parte pintada, ese es el tema.
¿Cuál es su relación con el muralismo?
Fue un amor de juventud. Siempre pensé que era parte fundamental de mi vocación la pintura pública, no sólo la cultura, sino el hecho de la pertenencia con la ciudad, con la gente. El primer mural lo hice cuando tenia 16 años, en una feria. Después hice el del teatro de la Luna, varios en el hall de entrada. Yo estudié con Spilimbergo en Tucumán, después me vine a Buenos Aires y seguí haciéndolo. Así que siempre estuvo el mural presente en mi vida, sólo que no siempre se daban las condiciones para hacerlo. Para un mural se deben dar algunas condiciones, de encargo, de costos, de sponsoreo, no es como pintar un cuadro en el estudio, tienen otra temática de organización, de connotación. Pero desde el punto de vista vocacional siempre estuvo el muralismo en mí.
Igualmente usted no tiene esa imagen pedagógica y dogmática del muralismo clásico...
Sí, pero en cierto sentido hay una forma de relación con el muralismo mexicano, sobre todo el de Orozco, que es una imagen bastante desgarradora, dramática, una visión crítica de la sociedad, satírica también, que son dos elementos que componen bastante mi trabajo. Mi actitud es así, de esa lectura de la realidad, incluso mezclando el poder con el pueblo, los dos aspectos de esa medalla, de esa realidad, que está muy presente sobre todo en Orozco, porque Siqueiros tiene esa connotación ideológica más fuerte, pero a la vez más ilustrativa, sigue un libreto más formal a pesar que investigaba mucho el tratamiento del mural, descubrió e inventó procedimientos como la piroxilina para la pintura, incluso para la pintura al aire libre. Siqueiros trabajaba con mosaico, con cerámica, es decir, tenía la veta más innovadora sobre los aspectos técnicos. Diego Rivera era más el historiador de México y de las grandes batallas populares, mientras Orozco fue más pintor de caballete, donde ciertos detalles, ciertas formas, ciertas soluciones como el detalle de una cabeza van más a la pintura-pintura, son menos formales. Tiene más locura, más crudo, yo lo siento más cercano...
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada N°22)
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