Un recorrido por la delirante carrera del director que le ganó por afano a la industria del cine; o la historia del oscuro pibe que todos llevamos dentro en los laberintos de Hollywood.
En el supuesto site "oficial" del excéntrico director norteamericano, Tim Burton, hay un dibujito simpático de fondo. Y nada más. El dibujo, que bien podría haberlo hecho la mano de un chico lo suficientemente prolijo (por no decir freak), refleja la silueta de una suerte de mini superman encorvado. Los claroscuros tiñen su contorno, y su gesto y aspecto están dotados de un aire de melancolía absurda (para aprovecharnos de la verborragia que nos permite la libertad del lenguaje en tema de adjetivos).
A pesar de lo descripto, el dibujo es vivaz y elocuente, aunque extraño y provocativo. Uno se pregunta qué hay detrás de esa página; como cualquier hombre con ansias de conocimiento, desea dar vuelta la hoja vorazmente y continuar cargando el invisible archivo del intelecto.
Pero algo detiene el curso de la flecha del mouse. Al pasarla por sobre la silueta del hombrecito, su piel oscurece, se opaca, se marchita como una florcita en invierno. El gesto desaparece bajo el manto lúgubre que cubre progresivamente su rostro, las orejas caen y los ojos, antes brillantes y jóvenes, se ocultan en una mirada negra, dark, incolora; por no decir reflexivamente burtoniana. Este sea tal vez el mejor ejemplo, sino el único, multiplicado en una concepción sobre el cine que roza la autobiografía de un niño en cuerpo de grande que quiere ser Grande.
Cada película de Tim Burton delimita el marco que ha sabido crearse esta mirada (porque no es más que eso) dentro de Hollywood. ¿Pruebas? Para comenzar el final de una película: Ed Wood termina con un plano general sobre la ciudad costera norteamericana arrasada por una lluvia torrencial. La cámara sale del cine, en donde se acaba de proyectar "la peor película de la historia del cine" (nos referimos a Plan 9 del espacio sideral, claro; de lo contrario, ver Sudestada nº 17, claro); la cámara se eleva en un blanco y negro que cubre cada detalle, y se choca contra el letrero gigante en la montaña: Hollywood.
De la peor película, de la biografía de un director "sin talento" (obviamente desde la perceptiva mercantilista), de lo oscuro, lo tenue, lo gótico, es decir, desde los suburbios de la Industria, Babilonia o la máquina productora de sueños, nace ese engendro, extraño, por supuesto, que ha sabido abrirse en la industria cinematográfica, con un estilo, particular, singular, y llevar a la pantalla grande, a la megalomanía hollywoodense, fantasías infantiles (El extraño mundo de Jack, El joven manos de tijera), cómics (Batman, Batman eternamente y un intento fallido por adaptar Superman), cuentos del siglo XVIII (El Jinete sin cabeza de Irving), remakes que no funcionan exactamente bajo la lógica de lo que es una remake (El planeta de los simios) y reivindicaciones del cine de ciencia-ficción B de la década de los cincuenta (Mars Attack).
Los films de Burton responden, no obstante, a una lógica personal y biográfica fácil de detectar en un cine de autor pos nouvelle vague (como el caso de los franceses Resnais, Godard, Trauffaut, Romher o Chabrol; y, por que no, el cine moderno alemán de Kluge, Herzog y Fassbinder), en donde las marcas (por no decir, en términos lingüísticos, deícticos), los elementos que forman esa obra, crean esa lógica de funcionamiento, y que a su vez, aunque no en todos los caso, impone comportamientos receptivos que trabajan en un ida y vuelta entre obra-público. Este mecanismo se logra detectar en medios más periféricos (aunque el sociólogo Pierre Bourdieu argumente que las periferias, las vanguardias y lo establecido, responden a esa lógica propia del campo en relación con el proyecto artístico creador), como los ya mencionados casos del cine francés y alemán, como también en ese concepto de "nuevo cine argentino" (ver Sudestada nº 15, claro).
Ese "entre" (obra-público) está llenado por la biografía: la subjetividad de la que escapa Bourdieu para explicar las características del proyecto creador. ¿Qué sucede en Hollywood? Una industria, en términos estructuralistas-marxistas, responde a un funcionamiento fondista de reproducción en serie (por lo menos las viejas fábricas); como ya está harto sabido, el trabajador está alienado, subordinado a una estructura mayor.
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada N°22)
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