En esta era de violencia de género intolerable y de machismos en distintas capas de la sociedad, un debate resuena: el de la gran cantidad de canciones misóginas en el folclore y en el tango. ¿Hay que dejar de cantarlas o cantarlas sabiendo qué significan? ¿Comienza una nueva toma de conciencia sobre el sexismo en la música popular? Un repaso por ejemplos sintomáticos de ayer y de hoy. Opinan Lidia Borda, Mariana Carrizo, Chiqui Ledesma, Patricia Barone, entre otras.
La música popular toma conciencia ante el machismo arraigado en varios géneros argentinos. Hay un universo de letras que reproducen relaciones de violencia, de dominación y de control sobre las mujeres. En estos tiempos de acciones para denunciar la violencia de género, el rock ya comenzó a hacer su autocrítica. Pero ¿de qué formas explícitas o menos evidentes está presente el machismo en letras tradicionales y masivas del folclore y del tango? ¿Cuáles son los mandatos de los géneros que hay que superar?
La música de raíz folclórica del siglo xxi es un género en plena transformación. A diferencia de los nuevos autores folclóricos de vanguardia, con temáticas y visiones críticas del machismo, el folclore comercial –como el tradicional– tiene en su historial diversas letras que describen a las mujeres como objetos románticos, pasionales y eróticos, y casi siempre desde la mirada del hombre. La mujer no toma la voz para expresar sus propios deseos. Salvo excepciones, el varón se refiere a ella como a alguien (o algo) a poseer.
Desde los espacios institucionales se pueden generar transformaciones para desnudar el sexismo instalado en la música popular. En junio de 2017, el Centro de Estudiantes de la Escuela de Música Popular de Avellaneda (EMPA) organizó una jornada para dar cuenta de canciones machistas en el imaginario colectivo.
Cuenta María de los Ángeles Chiqui Ledesma, voz del innovador grupo de raíz folclórica María y Cosecha, una de las coordinadoras del Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECuNHi) de las Madres de Plaza de Mayo y docente en la EMPA: "Los mismos chicos y chicas hicieron un análisis sobre lo que estaban cantando". Lo que reflejaron "fue que hay obras maravillosas del tango y del folclore que hablan desde un lugar machista. Y que la idea no es dejar de cantar a esos autores tremendos, que escribieron desde un contexto de otra época, sino dejar sentada su postura".
Y lo detalla Lola Vázquez, estudiante de la carrera de Tango, presidenta del Centro de Estudiantes de la EMPA (CEEMPA) y, allí, miembro de la Comisión de Género. "La actividad constó de una primera parte donde los dúos de profesores interpretaron canciones del repertorio popular. Luego se las ubicó -mediante votación a mano alzada- en un termómetro de machismo (el "machistómetro"), y se hizo una síntesis donde se discutió ampliamente sobre la situación".
En esa jornada en la EMPA interpretaron tres canciones, aproximadamente de los años cuarenta y cincuenta. "Incluso algunas son parte del repertorio que contempla nuestro Plan de Estudios, y fueron elegidas porque contienen distintos tipos de violencia explícita hacia las mujeres", cuenta Vázquez. Son los tangos "Atenti Pebeta" (de Ciriaco Ortiz y Celedonio Flores), "Lloró como una mujer" (de José María Aguilar y Celedonio Flores) y la zamba "Mujer, niña y amiga" (de Robustiano Figueroa Reyes, hermano de Hernán).
El "machistómetro" fijó niveles de gravedad. Desde ya, el femicidio la más elevada. "Elegimos frases descriptivas de esas canciones", dice Vázquez. En primer lugar, en rasgos de violencia física quedó "Lloró como una mujer", en el que paradójicamente es una dama la que habla: "Como entró a escasear el viento, me diste cada marimba que me dejaste de cama, en vistas al hospital". Luego dice la letra: "Bajó el bacán la cabeza y él, tan rana y tan compadre, besándole los cabellos lloró como una mujer".
Un tanto por debajo está la bella zamba "Mujer, niña y amiga", que asegura: "Dulce paloma de mi alma, sueño que se hizo realidad, mía por siempre sólo mía, mujer, niña y amiga". Analiza Vázquez: "Determina posesión en una instancia que sólo es de violencia simbólica". ¿Qué resultó del debate? "Lo más constructivo fue cuestionar nuestro propio plan de estudios (en presencia de estudiantes pero también de muchos docentes), y nuestra importancia como músicos a la hora de transmitir valores".
"También se reparó en la tendencia a demonizar la música popular por estar cargada de muchos tipos de violencia", puntualiza Vázquez. "Es una tendencia muy funcional para quienes buscan desprestigiar nuestra cultura. Es necesario recordar que la música es un retrato histórico de una época y un lugar, pero no por eso hay que demonizar géneros y estilos o negar estas realidades, sino tomarlas críticamente para ver de dónde venimos".
Machistómetro de ayer y hoy
La canción folclórica "Andá y decile a tu mama", de Rubén Cruz y José Moreno, dice en su estribillo: "Andá y decile a tu mama, que si te quiere vender, aunque no tenga dinero, tengo alma de mercader". Los nuevos intérpretes conscientes la abordarán sin soslayar su contenido. Distingue Chiqui Ledesma: "Está en el repertorio que cantamos en el espectáculo 'Cancioneras', con La Bruja Salguero, Mónica Abraham y Lorena Astudillo. Esta y otras canciones en un contexto que tiene que ver con este machismo impuesto por generaciones y costumbres ancestrales. 'Andá y decile a tu mama' cuenta que si la mamá no le da permiso a su hija para que salga o se ponga de novia con él, el varón la va a robar".
Más cerca en el tiempo, la "Zamba para la mujer de uno", del cantautor riojano Daniel Argañaraz, dice de ella que es "la que amamanta a mi niño, la que espera cuando yo vuelva". Existen otras letras del Noroeste que de la seducción furtiva pasan hasta la violencia explícita...
>>Ilustración de Julio Ibarra
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