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Nota de tapa

Conversaciones con el poeta Juan Gelman: "Valer la pena es estar a la altura de la pena"

Poeta, periodista, militante incansable por la verdad y la memoria; Juan Gelman y una conversación donde se entrecruzan su último libro, Valer la pena, con imágenes de un presente que lo ubica entre los grandes de su tiempo

Lejos de apoyarse en fulgores pasados, el poeta Juan Gelman desbarata sus propias certezas y asume, como siempre, un lenguaje de riesgo. El resultado es su último libro titulado, Valer la pena, repujado por una imaginación frondosa; esa misma herramienta que le permite al poeta interrogar a la vivencia y avanzar con preguntas que funcionan como engranajes de un habla que inquiere, exhorta, interpela. Gelman, quien actualmente reside en México donde le fue conferido el premio de literatura Juan Rulfo (2000) -antes y después recibió el Premio Nacional (1997), el Rodolfo Walsh (2000), el Lezama Lima en Cuba (2003) y el Lerici en Italia (2003)- sigue escribiendo poemas en una vieja máquina Olivetti, asegurando que la computadora "no le va" y que le costó mucho pasar "de la lapicera a la máquina de escribir".

Publicado por la editorial Seix Barral, Valer la pena, se abre desde el título a múltiples lecturas; el alma en pena que busca trascender esa pena, y esa búsqueda de sentido que se prodiga por aquello que realmente vale la pena.

¿De dónde sale el título?

Es de un verso de Francisco Urondo; es ambivalente como mínimo. Funciona en el sentido usual de las cosas que valen la pena pero también en que hay que estar a la altura de la pena, que no es fácil.

Su poesía está motorizada por la antítesis y la paradoja, mecanismos que apresan el carácter contradictorio de la realidad. Pasa normalmente en la vida esto de los contrastes, es verdad, no es ejercicio voluntario, siempre fue así. Creo que los contrarios nunca se resuelven en una síntesis, viven tensionados y viven uno del otro.

Valer la pena, retoma la atmósfera de libros anteriores y a ratos se asemeja a Cólera Buey, uno de los vértices de su obra.

Cada conjunto de poemas obedece a un tipo de obsesión que cambia en cada caso, y ese cambio exige un cambio expresivo. La dificultad es salir de una cosa y entrar en la siguiente; no vale la pena hacer algo que ya se sabe cómo va a venir.

El cuestionamiento fue una marca de los años 70, esa "cuestión" que es asunto a dilucidar. Su primer libro se llamó Violín y otras cuestiones.

Sí, cuestión es eso; además quiere decir pregunta. En francés, 'question' quiere decir pregunta, quiere decir tortura. La raíz es ésa en todo, torturar para extraer confesiones. Es verdad que en los años `60, `70 era común a muchos eso del cuestionamiento desde el punto de vista social y la búsqueda de una expresión.

Un poeta amigo suyo, Luis Cardoza y Aragón, habló de "calcar a la imaginación", ¿es el objetivo del poeta?

El trabajo de la imaginación es interrogar a la vivencia; a la vivencia como experiencia, choque de la realidad, todo lo que está afuera y tiene muchas caras. La imaginación las interroga para expresar lo que averigua. Esa es la relación entre vida, creación y escritura. Fantasear es otra cosa, tiene otros límites, está ligado más a la elucubración, pero la imaginación poética está profundamente hundida en la experiencia.

La palabra "búsqueda" también es el eje de su obra y su vida: búsqueda de la verdad, de su nieta desaparecida, de su nuera asesinada. En Valer la pena hay un matiz; el poeta busca encontrarse consigo mismo.

Todo eso gira en torno a lo que pasamos durante años, la derrota, la utopía, los lazos de solidaridad que se rompen; toda esa cuestión. El libro abre una reflexión sobre eso, con el sentimiento de todas esas cosas. Uno se está preguntando quién era entonces y quién es ahora. Están las mismas preguntas, pero formuladas desde otro lugar.

¿Cuál es su opinión sobre el papel de la crítica literaria, que a ratos en lugar de ser puente entre autor y lector despliega una nomenclatura cerrada?

Bastantes críticos parten de lo que ellos creen debe ser una cosa para analizarla, en vez de partir de lo que la obra propone. No se ubican en lo que una obra dice. Es como si alguien se quejara de que esta mesa no es un elefante y dijese que le faltan los colmillos, las patas. El detalle es que no es un elefante, es una mesa. No todos son así, pero algunos se inclinan por buscar elefantes en las mesas...


(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada 23)

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Autor

Jorge Boccanera