Es uno de los narradores más importantes de Italia de las últimas décadas. Sus novelas, vibrantes destellos de tiempos de infancia, militancia callejera y amortes furtivos, son una belleza lista para ser explorada por cualquier lector atento. Una cronista de Sudestada lo visitó en su casa en Cesano, y escuchó su opinión sobre el amor, la soledad, la política y estos tiempos difíciles para contar historias desde la sensibilidad.
Cesano es un pueblo medieval de unos 10 mil habitantes, al noroeste de Roma. Es la llamada "campana romana", zona agrícola y antigua tierra de etruscos. Allí, en su estación de tren desierta en plena hora de la siesta y en medio de un calor agobiante, esperaba puntual Erri de Luca, escritor, poeta y traductor napolitano, de figura delgada y ojos profundos, azules como el mar que baña las costas de su ciudad natal.
De Luca nació en 1950, en Nápoles, en el seno de una familia burguesa arruinada por la guerra que le destruyó todos sus bienes. Creció en el popular barrio napolitano de Montedidio, que le dio nombre a uno de sus libros y marcó su infancia. A sus dieciséis se declaró comunista y dos años más tarde partió solo a Roma, donde fue uno de los dirigentes del movimiento de extrema izquierda Lotta Continua.
En 1980 se negó a pasar a la clandestinidad, tras los disturbios y la represión generada por despidos de obreros en la sede de la fábrica Fiat de Turín. Posteriormente, inició una vida solitaria e itinerante: fue obrero de construcción en la periferia de París, voluntario en Tanzania, conductor de camión de ayuda humanitaria durante la guerra en la ex Yugoslavia, y habitante de Belgrado, durante los bombardeos italianos en la guerra de Kosovo.
Si bien se declara no creyente, durante sus años de obrero Erri se levantaba todos los días a las cinco de la mañana para traducir del hebreo el Antiguo Testamento y reapropiarse del sentido de sus párrafos, que releía antes de salir al trabajo. Eso le daba la fuerza necesaria para afrontar luego las largas horas de duro trabajo físico.
Su primer libro No ahora, no aquí fue publicado en 1989 y traducido en treinta lenguas. Es autor de más de cincuenta obras, entre ellas poesía y guiones para cine y teatro. Es también un reconocido alpinista y amante de la montaña, que frecuenta cotidianamente como una rutina de ejercicios físicos y espirituales.
En 2013 fue incriminado por "instigación a cometer delitos", luego de que en una entrevista radial manifestó apoyar la lucha de los habitantes de Val di Susa (valle alpino al oeste de Turín) en contra de la construcción del tren de alta velocidad entre las ciudades de Lyon y Turín. El proceso culminó con su absolución en 2015 y la publicación de La palabra contraria, donde el escritor reivindica la libertad de expresión y hace un elogio de la palabra "sabotear", por lo cual fue incriminado.
Huyendo de la ciudad, Erri construyó con sus propias manos su casa en el campo, en la que vive solo y rodeado de árboles que él mismo plantó. Como todo buen napolitano, prepara un café fuerte y se dispone a escuchar, atento.
–¿Cuándo comenzó a escribir?
–Comencé a escribir de joven. Me motivó el hecho de haber crecido en un pequeño cuarto lleno de libros de mi padre. Yo dormía en ese cuarto y por eso los libros me eran familiares, ya que estaban siempre alrededor mío. Así comencé a leerlos, para hacerme compañía. La mejor compañía que sentía era la de los cuentos. Empecé a escribir para volverme a contar a mí mismo esas historias. Ya sé que suena extraño eso de "volver a contar": es que si bien esas historias ya existían, cuando uno las vuelve a escribir encuentran un lugar distinto, se alargan, giran, llegan a los otros. Si uno la cuenta nuevamente, la historia es la misma pero cuando uno la escribe es distinta.
–En Montedidio cuenta su infancia en ese pueblo de Nápoles, el descubrimiento del amor, la enfermedad de su madre. ¿Los sucesos que allí narra son autobiográficos?
–No, lo único autobiográfico es la ciudad, el lugar, el barrio. Pero cuando escribo las historias ambientadas en Nápoles, el protagonista es el lugar más que los personajes. Yo nací y crecí en Nápoles, en Montedidio que es una calle, allí viví hasta mis dieciocho años. En cuanto a los recuerdos del pasado, son siempre los mejores porque estábamos todos, no faltaba ninguno. El poeta ruso Joseph Brodsky escribió que en el pasado aquellos que amamos no mueren, y es así, están todos allí. Por eso los mejores recuerdos son los de la niñez...
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada. La razón por la que publicamos apenas un fragmento de las notas es, aclaramos, que la revista depende en un cien por ciento de la venta directa. No cuenta con subsidios, ni mecenas ni pauta alguna de ningún tipo o color, y se autogestiona desde hace quince años a partir de la venta de la revista en papel. Gracias por la comprensión)
Entonces, es verdad. Esos, los dueños de todas las cosas, los patrones de estancia, los administradores del ajuste, los gestores ...
El odio es dios, está ahí, ahora, allá, acá, en el medio de oriente y de occidente. ¡Oh dios!, es ...
Nora Cortiñas tiene 86 años y lleva la mitad de su vida luchando por los derechos humanos. Su hijo, Gustavo, ...
Sólo en los últimos cien días de 2016 se registraron 133 femicidios, según un informe realizado por el Instituto Wanda ...
Dueña de una escritura que toma prestados elementos del cine, Esther Cross abre la ventana a una narrativa que, en ...
Hasan camina las calles de Buenos Aires marcado por la nostalgia. La suya es la historia de un poblador de ...