Él es Guillermo Sosa, o el Pety, o Papá, para Juan, su hijo. Entre ellos dos hay una reja que no les permite entrar ni salir, pero no por ello los separa. Es la reja de Artes Gráficas Rioplatenses, la gráfica que hasta el domingo15 de enero se encargaba de imprimir el diario Clarín y sus suplementos. Fue el lunes 16 cuando los trabajadores llegaron a la planta y se encontraron con la noticia del cierre. A partir de entonces decidieron permanecer en sus puestos de trabajo denunciando el lock out patronal y el vaciamiento. Sus familias, pilares emocionales de la lucha, los acompañan en un acampe sobre la vereda de la gráfica, entre las avenidas Del Barco Centenera y Corrales, en el barrio de Pompeya.
Desde ese momento es que, para Juan, su papá se convirtió en superhéroe. Y en AGR no ve una fábrica, sino una tierra de aventuras. El primer día de la toma, Juancito tenía 6 años; el segundo día se despertó con un año más y no dudó en pasar la jornada de su cumple con su papá. No hubo piñatas, ni bolsitas de caramelos, como en los cumpleaños que se llenan de esos rituales; sin embargo, no faltó el festejo. La reja se pulverizó hasta hacerse imperceptible y lo único que se visibilizó fueron las sonrisas de ambos lados. Y cuando llegó el momento de pedir deseos a las velas de la torta, Juan transformó ese soplo en un viento huracanado, pidiendo con todas sus fuerzas que su papá vuelva a casa.
Juan va seguido a la gráfica, pasa las horas bancando la toma, y siempre encuentra algo para hacer. Explora el acampe en búsqueda de lo que para el ojo común pueden parecer descartes, pero para sus ojos e imaginación, son tesoros. Con botellas, cubiertos de plástico, hilos y hojas de las pancartas lleva construidas lanzas, espadas y camiones que guarda cuidadosamente en el costado de la reja, entre la bandera que expresa "Abajo el lock out patronal" y el ventanal de vidrio. Ahí es donde armó un fuerte hecho con cajas de cartones, al que se accede sólo con un permiso especial de su parte para poder explorarlo. Y no todo es cosa seria en el acampe, también se lo ha visto jugar al fútbol, a las escondidas, a la rayuela, y cada tanto comiendo picante casero –su plato favorito– y compartirlo con su papá. Aunque reconoce que lo que más disfruta es aprender a tocar el redoblante con Guille, que le enseña desde "adentro" a hacerlo. Cuando va oscureciendo, es momento de volver a casa, pero para Juan es complicado abandonar la planta porque quiere que su deseo se cumpla. Sólo acepta irse con la promesa de regresar al día siguiente para arrancar otra jornada de aventuras y reencontrarse con los superhéroes de AGR, esos que no lanzan llamas, ni tienen visión de rayos láser, ni músculos extravagantes, pero cuyos poderes van mas allá de la fantasía: tienen la capacidad de destrozar rejas. Esas rejas que delimitan la propiedad privada y el adentro y el afuera, pero que son incapaces de resistir la fuerza de un simple apretón de manos entre Juan y el Peti, el Guille o papá.
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