Desde hace algunos años, crece la producción audiovisual de los pueblos originarios situados en este continente. Cámaras, micrófonos y computadoras en manos de colectivos y comunidades amazónicas, quechuas o mapuche, construyen una representación propia, alejada de los estereotipos que las culturas dominantes han configurado para los nativos.
Las tareas son significativas. Antagonizar la historia oficial. Quebrantar la imagen de congelados en el tiempo. Resquebrajar los clichés, aun los generados por la idealización new age, neoindigenista o multicultural. Aquella que puede promover el turismo y la cocina étnica pero que se espanta ante la reivindicación territorial, cultural y de autodeterminación.
En este reportaje, ahondaremos en la experiencia de algunos jóvenes mapuche y kawesqar, que residen en Santiago de Chile. Sí, en la urbe que también es territorio indígena. Porque incluso esto ponen en entredicho. La herramienta es la tecnología. Que facilita la producción y registro de una música dinámica, que combina lo vernacular con sones como el hip hop y el reggaeton. Que difunde su mensaje, expandiéndose a través de bits y conexiones. Que, igualmente, viraliza los interrogantes.
La canción se llama "Kollong" y el videoclip en Youtube tiene más de 68 mil visitas. Kalfüllufken Paillafilu es el intérprete y al inicio frasea: "Con el manso newen aquí en la ruka/ Wechekeche records/ representando a todo mi wallmapu". Sí. Es reggaeton. Reggaeton mapuche que habla de un personaje tradicional en las comunidades, en especial para los nguillatunes, el kollong, aquel que cubre su rostro con una máscara de madera o piedra. Jóvenes y ancianos danzan y levantan las manos expresivamente; van vestidos a la usanza tradicional pero también como se estila, hoy por hoy, en la ciudad. Varias escenas del video se grabaron en la comunidad Kiñe Pu Liwen, en La Pintana, zona sur de la capital chilena. "Lo que te decimos en el tema es lo mismo que te podría contar un anciano en una comunidad y nosotros te lo contamos en mapudungún y en castellano y con un ritmo nuevo. El reggaeton es sólo la forma pero el mensaje es el mismo; sea de lucha, de historia, de rescate de nuestra cultura", cuenta Filutraro Paillafilu, hermano mayor de Kalfüllufken y lonko de la comunidad Wechekeche Ñi Trawun (Encuentro de jóvenes), productores del disco Yafu: Duro. Pa' levantarse con newen (2014), el primer disco que combina lo mapuche con el energético ritmo caribeño, muy masivo entre la juventud popular chilena... y mapuche.
La mezcla sorprendió a más de alguno. Cuando en el verano pasado el videoclip fue posteado por algunos medios web chilenos, aparecieron comentarios negativos: "Pulenta la causa mapuche, pero esto es una real mierda..." o "Súper tradicional... a la machi le gusta la gasolina", y otros en ese sentido podían leerse.
Lo mapuche conflictúa al chileno reñido con su origen. El mismo Kalfüllufken Paillafilu señala: "En este contexto rupturista del reggaeton aflora el racismo inconsciente de los chilenos sobre lo mapuche". A su lado, Millakoleufu Millaleo, también integrante de la organización, acota: "La visión buena onda sobre lo mapuche también oculta otra mirada, que sólo tenemos que estar en un lugar donde la sociedad dominante quiere que estemos. Eso es paternalismo. Cuando los mapuche salimos de ese lugar, como que incomoda y creen que dejamos de serlo".
Como ellos apuntan, las preguntas que genera un reggaeton, un rap o una cumbia electrónica en lengua o con mensaje mapuche agrietan la imagen que se ha construido del nativo; la de fotos en blanco y negro, en el sur, a pata pelá y con manta; auténticos, antiguos y tradicionales. Congelados en el tiempo. Encasillados. Permitidos. Inofensivos.
De formación autodidacta, Waikil Cuyanao es el director de los videoclips de la comunidad, así como de otros artistas como Luanko Minuto Soler, Daniela Millaleo, Francisco Lanfré Paillalef (un joven cantautor del Puelmapu/Argentina) y varios otros. Es de la opinión que el audiovisual, de calidad técnica irreprochable, es la trinchera desde donde apoyar el trabajo creativo de su gente. En 2010, con el video para "Palin Aukatuaiñ", un energético rap facturado por Wechekeche, ya había constatado el impacto de Internet. "Es una herramienta muy fuerte. A la semana teníamos 20 mil visitas", recuerda. La televisión y la radio masiva se dieron por enterados. Tal como ahora, con "Kollong".
Observo el logo de su productora Wetruwe impreso en su buzo. Una lamgen (mujer) con un wetruwe, es decir, una boleadora. "¿Te recuerda a alguien?", me pregunta. No caigo. Dice: "Es la mujer mapuche de la moneda de 100 pesos... El gobierno chileno nos quiere encasillar y nos quiere reconocer en una moneda pero, para nosotros, no representa nada. Aparece una lamgen muy estática, muy fría. Algunos me dicen: 'Oye, pero es muy agresiva'. Pero no; es una lucha que estamos dando. Es no mantenerse estático".
Recuperar/reconstruirse
Viernes por la noche. Gimnasio municipal en la comuna de La Pintana, zona sur de Santiago. Zona proletaria y, a menudo, estigmatizada. Territorio donde habitan, por añadidura, miles de mapuche emigrados a la gran warria (ciudad) chilena. O sus descendientes. En el centro deportivo, Kaweskar G, un músico de origen kawesqar practica boxeo. El club pugilista al que pertenece se llama Weichafe (Guerrero, en mapudungun) porque lo integran varios peñis como, por ejemplo, los hermanos Anticoy, de cierto reconocimiento en el circuito juvenil nacional. Waikil Cuyanao está aquí con su cámara de video. Está grabando un corto documental sobre Kawesqar G.
La historia de este músico es singular. Arribó a Cuba con tres años, a fines de los años setenta, junto a su madre, militante del MIR, exiliada tras pasar por el centro de detención y exterminio conocido como Villa Grimaldi. El niño sabía que había nacido en las cercanías de Temuco pero su progenitora provenía de Puerto Edén, en uno de los recovecos de la profunda zona austral. "Entonces le empecé a preguntar y me contó que muchos niños kawesqar fueron sacados de su tierra, y los llevaron a varios lados, como Puerto Montt y Punta Arenas. A ella le tocó Puerto Montt y ahí se crío. Luego se vino a Santiago.
(La nota completa en Sudestada N° 133 - octubre de 2014)
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