Esta es la historia de Lionel MacDonald, o Pasto Seco, o Capitán Raúl. Referente estudiantil en Santa Fe, Lionel caminó sus jóvenes años hasta quedar en la historia de los revolucionarios como el último jefe de la Compañía de Monte "Ramón Rosa Jiménez", la guerrilla rural del PRT-ERP en Tucumán. Esta es, también, la historia de un sueño.
Muerte dijo la bala/ rompiendo el aire/ y su pecho se abrió/ en generoso río de sangre./ El quebracho se pone tieso,/ llora sus ramas el sauce./ Silencio./ No hay nadie que grite,/ que hable./ Las palabras se ahorcan,/ solo amargura,/ no hay palabras, nadie.../ Los puños se cierran/ se abre el camino;/ ¡Sigue! ¡Adelante!/ Los esbirros sonríen triunfantes./ Octubre calentó la tierra/ para amortajarte./ Su odio te negó flores/ en su primavera miserable./ Cae la palada/ ensuciando tu boca/ pero no calla tu voz/ serena luz inapelable.../ Tapan tu oído/ pero no lo que escuchaste./ Tierra en tu cuerpo./ Tieso sigue el quebracho.../ Tu sangre endurece./ Sigue llorando el sauce.../ Y tras el recodo/ esperas emboscado/ en el camino/ Adelante solamente.../ Y dos palomas blancas/ (acaso de la paz)/ nacen de tu sangre/ iluminando a los hombres/ Quebracho y sauce.
"A Lionel", de Mario MacDonald, octubre de 1976.
Octubre, 1976
Nunca, como esa tarde, demoró tanto el sol en ocultarse detrás de los cerros. La oscuridad de la noche era el refugio, la puerta abierta del monte para romper el cerco. "La noche es nuestro territorio", le habían dicho algunos compañeros, tiempo atrás. Pero el ocaso demoró eternidades, caprichoso como nunca esa tarde, y el cerco se estrechaba sobre sus pasos cansados. Solo ya, el Pasto escuchaba sus voces. El Pasto, que había extenuado los montes con su marcha nocturna, podía sentir ahora el filo de la emboscada enemiga en cualquier recodo. Si tan solo llegara la noche, el refugio... Ni el hambre, ni la fatiga, ni el frío interrumpían la marcha. El Pasto surcaba el cerro, dejaba atrás de su sombra las orillas del Solco y se internaba en la espesura. Atrás de su sombra, el cerco se estrechaba.
El Pasto sabía, como no aprendió nadie en Tucumán, de los ruidos de la selva que delatan, de las ramas que se parten, de los pájaros que huyen. Están cerca, habrá pensando. La tarde, congelada en el tiempo, se metía como daga por la espesura agujereada de un sol rojo, que no se oculta más. Tiene sed el Pasto. Sabe el Pasto, como no aprendió nadie, de las huellas frescas en el barro, de la tenacidad de los esbirros que lo persiguen, del hambre compañero de cada día.
Pero hay que seguir.
La llaman la guerrillera porque esta zamba nació en los cerros,/ uniforme verde, fusil en mano,van a la guerra los tucumanos./ Allá en los cañaverales cuando la noche viene llegando/
por entre los cerros, se ven de lejos,los fogonazos de los disparos/ Compañía de MonteRamón Rosa Jiménez/ pueblo tucumano que va al combate, Negro Santucho, tu comandante...
"La guerrillera", zamba de inspiración anónima, que se acompañaba con la música de "La pobrecita", de Atahualpa Yupanqui.
Diciembre, 1974
La voz resuena en el claro. Las palabras rebotan contra la vegetación y vuelven a la formación con más fuerza, vibran las palabras en los oídos de los combatientes, formados, fusil al hombro, escuchando esa voz. "Nuestro pueblo y nuestro partido necesitan que ustedes sean cada vez mejores combatientes, y que se conviertan en excelentes cuadros político-militares. Por ello es preciso que se esmeren en el aprendizaje, que aprendan a mandar y obedecer, a dirigir y ser disciplinados, que estudien, que piensen, que reflexionen y aprendan de la experiencia, que se preocupen por dominar el manejo de las armas, por mantener el mejor estado físico posible para ejecutar con habilidad los movimientos tácticos", lee la voz.
"La Compañía de Monte 'Ramón Rosa Jiménez' debe batallar entonces en el próximo período, bajo el lema 'Triunfar y aprender en la Compañía para construir el Batallón'. Los obreros y campesinos tucumanos, los montes, caminos y cañaverales de la provincia serán testigos y partícipes de la valiente marcha de la Compañía de Monte, que levantando bien alto su bandera enfrentará victoriosamente al enemigo", resuenan las palabras. El documento va llegando a sus líneas finales, y el orador, afirmado ya en la potencia de esas palabras, subraya las últimas frases del juramento, de frente a la formación: "Compañeros combatientes: ¿juráis entregar sin vacilación ni límite todas vuestras energías por la victoria de la justa causa revolucionaria del pueblo argentino, defendiendo con honor hasta la muerte la bandera del ERP que la encabeza y representa...?".
"Sí, juro", fue la unánime respuesta...
(La nota completa en la edición Sudestada de colección # 4 PRT-ERP)
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