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Dossier

"Ausencias", de Gustavo Germano

Al mostrar la simpleza de lo cotidiano, el fotógrafo entrerriano Gustavo Germano logró exponer en 15 pares de fotos de qué manera la dictadura de Videla y compañía desdibujó la vida de miles de familias. La técnica fue tan simple como efectiva: reconstruir y contrastar las escenas tomadas en álbumes familiares en los años setenta con el presente, y que la ausencia de los que no están hable por ellos. Desde Barcelona, donde reside actualmente, habló con Sudestada sobre su muestra "Ausencias".

Hay cientos de maneras de volver a pensar nuestro pasado reciente. Algunos eligen reencontrar esas claves a partir de historias propias, de repasar en las imágenes de la infancia la vida de un país marcado a fuego por una de las dictaduras más sanguinarias del continente. Entre esos está Gustavo Germano, donde su pasado es el motor cotidiano que lo empuja a seguir adelante, a usar la memoria como un impulso de creatividad. En el pasado de Gustavo está la tragedia, pero también está la vida y con esos contrastes, eligió contar la historia de varias familias de Entre Ríos, que tienen como punto de enlace la desaparición forzada de familiares o amigos. Y lo que contó no tiene palabras. Lo que mostró en "Ausencias" dice mucho más que eso; nos golpea y nos obliga a movilizarnos ante semejantes pérdidas. La historia cuenta que Eduardo Germano, su hermano mayor, desapareció en la ciudad de Rosario el 18 de diciembre de 1976 y, desde ese entonces, su vida cambió para siempre y su familia jamás fue lo que era. Viajó, buscó distintas maneras de contar lo que le había pasado cuando era apenas un pibe. Gustavo fue creciendo "con la presencia de la ausencia", como le decía su madre y -de tanto hurgar- empezó a trabajar en fotografía en el año 86, a partir de un viaje que hizo por América Latina donde recorrió el Norte Argentino, pasó por Bolivia, Perú, Ecuador y el Amazonas. "En ese viaje, recuerdo que pasé por Costa Rica antes de llegar a Nicaragua, que era mi gran anhelo: adentrarme en lo que era en ese momento la revolución sandinista. Llevaba conmigo una cámara, y todo ese interés en los procesos sociales lo empecé a canalizar a través de las fotos; a registrar esas realidades tan diferentes a lo que pasaba en nuestro país, que acostumbraba a no mirar hacia América latina".

Ese viaje de descubrimiento lo llevó a relacionarse con las ciencias sociales y al tiempo de su regreso a Paraná, se anotó a estudiar la carrera de Comunicación Social. Apenas empezó a cursar las primeras materias, se dio cuenta de que lo que más lo atraía era la imagen fija, por lo que se volcó de lleno a la fotografía y comenzó a trabajar en fotoperiodismo en su ciudad. El semanario Análisis lo tuvo entre sus filas por más de 10 años, antes de que partiera al exterior, tiempo antes de la crisis de 2001. Desde los ochenta, militó en Derechos Humanos y a principios de los noventa, comenzó a trabajar sobre distintos temas relacionados a la fotografía, algunos ligados a la problemática social, la dictadura y la denuncia, dentro del fotoperiodismo.

Ausencias

Para fines del siglo pasado, cuando la reivindicación de la memoria no alcanzaba niveles masivos, Germano pensó en hacer algo que mostrara la tragedia que vivió en carne propia; pero no sólo desde su historia personal, sino con la intención de denunciar lo que había ocurrido con otros familiares y amigos de desaparecidos. En un principio, la idea fue pensada en formato de libro para que se pudiese conservar y hacer circular de mano en mano. "Las primeras ideas que se me ocurrieron para hablar del tema de las desapariciones a través de la fotografía son del año 98, creo. Me acuerdo de que estábamos en plena época menemista, en esa época vi el trabajo de Marcelo Brodsky, que se llama "Buena Memoria" y trata sobre los efectos que dejó el terrorismo de Estado. Por aquellos años, había estado trabajando en un video sobre estudiantes secundarios. Me interesaba saber qué había pasado con ellos después de tanta efervescencia en los años setenta. Muchos terminaron presos, algunos se exiliaron y otros figuran en la lista de desaparecidos. Me acuerdo de que en una parte del video pasábamos el relato que hacían los antiguos estudiantes secundarios y poníamos también los testimonios de los Centros de Estudiantes actuales, de ese año 97. Cuando vi ese salto de imagen, de pensar que todo lo que estaban relatando estos tipos les había pasado cuando tenían 17 años, me impactó. Después, el hecho de entender que lo que a uno le gustaría es verlos envejecer, que es lo que siempre digo, haberlos visto vivir su vida. O sea, cómo plasmar ese tiempo que no han podido vivir su vida y, a la vez, todo el tiempo que los familiares y las personas que los querían han tenido que vivir con esta presencia de la ausencia"...

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº79 - junio 2009)

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Autor

Ignacio Portela