Antes de ser el que electrificó el jazz, Miles Davis comandó el quinteto más sublime de su historia, el que unió las fuerzas extrañas confluyentes en Kind of blue, fue un joven en viaje de descubrimientos por la ciudad luz. Allí lo adoró el público, lo reverenció la crítica, el cine le abrió sus puertas y las mujeres más hermosas su cama, sus piernas y su corazón.
Este año cumple medio siglo la obra que suele ocupar el primer puesto en las listas de mejor disco de jazz de la historia: Kind of blue. A nombre del líder del sexteto que lo grabó, el trompetista Miles Davis, pero con aportes substanciales de los miembros del grupo. Cada uno de ellos, maestro de su instrumento y líder por merecimiento propio: el saxo alto Julian Cannonball Adderley, el saxo tenor John Coltrane, el pianista Bill Evans -reemplazado en Freddie freeloader por Wynton Kelly-, el contrabajista Paul Chambers y el baterista Jimmy Cobb. Uno de los aspectos notables de Kind of blue es que las personalidades de los participantes podrían haberlos llevado con facilidad a la confrontación, a la divergencia, al caos. Conseguir que sus talentos y energías confluyeran de modo que la totalidad sea mucho más que la suma de las partes, y el resultado artístico, algo que cada cual por su cuenta ni habría logrado imaginar, es uno de los milagros dispensados por el mago negro Miles Davis.
La inmensa maquinaria de la industria mediática intentó capitalizar la efemérides. Fue lanzada una tentadora reedición de luxe que incluye dos discos compactos (Kind of blue con bonus tracks y una grabación en vivo del grupo durante un concierto en Zurich), un DVD con un documental y el programa televisivo de 1959 El sonido de Miles Davis, más un disco de vinilo y un libro que cuenta la cocina de la obra maestra. Dado su precio -alrededor de 150 de la verde moneda-, se perfila como artículo de consumo y exhibición perfecto para yuppies deseosos de lucir signos de sensibilidad cool, por más que en su intimidad estén convencidos de que Babasónicos o El niño pez son arte de vanguardia.
Por todo el mundo, desde la prensa especializada hasta los grandes medios, se multiplicaron las páginas celebratorias. Lejos quedaron los días de la primera grabación de Miles, en 1945, cuando nada menos que la revista Downbeat afirmó, palabras más palabras menos, que el debutante era "un muchacho desorientado que repetía apasionadamente los errores de su ídolo Dizzy Gillespie". Previsiblemente, desde Argentina se sumaron revistas musicales, para jóvenes y suplementos varios. Lo que alguna vez fue búsqueda y pasión es moda hasta el próximo aniversario redondo. Igualmente, como dice el contrabajista marplatense Oscar Ferio Espinosa, "que en jazz descanse" Miles, nada personal hay en esa afrenta. Es el derrotero común del arte en la sociedad capitalista.
Pero esto es Sudestada. No nos conmueve el calendario de efemérides y novedades bibliográficas o discográficas al que tan obedientes son otras publicaciones que terminan por parecer catálogos más o menos comentados.
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº78 - mayo 2009)
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