La Revolución de Mayo lo apasionó en sus últimos años. Intentó encontrar en 1810 el origen del naufragio argentino. Se enamoró de Castelli, de Belgrano y de Moreno. Publicó artículos y borroneó una novela imposible: la tragedia de un país sin nombre que un puñado de patriotas empujó a la Revolución. Opinan el escritor Guillermo Saccomanno y el historietista Sanyú.
Dos imágenes fugaces dibujan los contornos de la pasión que abrasó a Osvaldo Soriano durante sus últimos años. Apenas dos anécdotas, deslizadas en alguna entrevista o apuntadas en uno de sus tantos artículos sobre el tema, permiten entender mejor qué de aquella Historia lo empujó al desafío de hurgar en lo desconocido en busca de vaya saber qué cosa.
Una: el escritor se mete de polizón en mitad de un acto escolar por el Día de la Bandera. Recuerda, en una nota posterior donde da cuenta de esa visita, el agobio con el que padecía esos interminables y aburridos festejos patrios en la escuela de su infancia. El Soriano polizón se desliza por entre los pliegues de pálidos guardapolvos y padres apretujados en el patio. Espía casi clandestino, coteja sensaciones con el niño que fue y escribe: "Ningún chico sabe muy bien qué se festeja con tanta pomposa solemnidad. Peor con Belgrano. Una maestra contó que luchaba mucho y creaba banderas. No dijo contra quién ni para qué. Después los chicos tuvieron que dibujarlo. Para darle un perfil humano uno lo hizo tomándose una Coca y otro le puso la camiseta de River".
Dos: otra vez sapo de otro pozo (aunque ahora con invitación y todo), Soriano asiste a un congreso del Movimiento al Socialismo (MAS), a comienzos de la década del 90, cuando la organización trotskista aún no había implosionado en cientos de siglas y fracciones. Escucha en silencio los informes de situación nacional, se revuelve en el tedio de las discusiones posteriores y de golpe, de la nada, pide la palabra. Quiere decir algo. "Escúchenlo a Castelli, la gente sabe quién es Castelli, lo tiene, es una figurita nuestra. Guárdenlo a Trotsky y usen a Castelli. Claro... Castelli no ha desarrollado una teoría de la historia, pero ellos, Belgrano, Castelli, Moreno y demás, son gente que en su momento defendieron valores que tienen que seguir siendo uni-versales...". El tipo propone, en mitad de un congreso del MAS, erigir como figura emblemática de cara a las masas a Juan José Castelli y relegar un poco a León Trotsky, nada menos. Uno no puede dejar de ceder a la tentación de imaginarse, aunque sea por un instante, los rostros de los congresales allí presentes ante tamaña propuesta.
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº77)
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