Fue uno de los pocos escritores argentinos de ficción que se animó a incorporar en sus relatos discusiones sobre socialismo y anarquismo, burguesía y lucha de clases. Roberto Arlt creó una nueva manera de narrar y utilizó el momento histórico que le tocó vivir para elaborar, durante toda su obra, distintas miradas sobre las relaciones de poder, donde la política y la locura podían ser instrumentos de cambio. En la nota, un encuentro imaginario entre el autor y el Astrólogo termina cerrando cuentas de esa relación. Opinan Mirta Arlt (su hija), Ricardo Piglia, Mario Goloboff y Sylvia Saítta.
Fue una mañana de abril, hace más de medio siglo. Para ser más exacto, diría que sucedió durante la década del treinta, pero la fecha precisa no la recuerdo. Lo que sí recuerdo bien es la conversación que escuché, sentado en una mesa vecina a la que ocupaban un escritor de nombre Roberto Arlt y un personaje de rostro misterioso que se hacía llamar "El Astrólogo". Yo permanecía sentado sin nada que hacer, con un vaso de ginebra empezado y los oídos atentos a un diálogo que jamás podré olvidar. El que arremetió de entrada fue el tal Astrólogo, ni bien pidieron algo para tomar. Parecía ofuscado y le reclamaba durante toda esa mañana lo que había acontecido en su vida después de haberlo conocido años atrás. "Lo que te quiero pedir, de entrada, es que no nombres a ese ser infame que todos creen que es tu alter ego. Vos sabés bien a quién me refiero -comenzó a decir-. Sabés lo que pasa Roberto, vos te tenés que hacer cargo de que yo soy parte de tu vida, de tu pensamiento, que cuando me obligás a decir en tus novelas frases como 'Sí... pero Lenin sabía adónde iba', yo estoy hablando por vos, por tus dudas, por tus creencias y por tus ambiciones. No me lo vas a negar. Todos los planes para lograr la revolución, tu revolución, estaban dentro de tu cabeza, y descubriste que la mejor manera para lavar tu imagen era hacerme cargo de todos los actos extremos. Total, para tus dudas existenciales lo tenías a Erdosain, que mejor ni me lo nombres, te lo pido por favor", siguió protestando el Astrólogo mientras Arlt lo miraba cabizbajo, como buscando la forma menos brusca de abandonar la conversación.
1.La vasta obra literaria y periodística de Roberto Arlt estuvo signada, casi en su totalidad, por una relación conflictiva entre el ser y su tiempo, entre la angustia y la locura. Obra atravesada por una mirada política contradictoria pero atrayente que lo llevó a reflexionar de forma constante en ese campo, y le valió protagonizar no pocas polémicas. Rastreando en su narrativa, en las escasas entrevistas que se conservan y en algunos de sus artículos periodísticos, surgen las huellas de distintas definiciones de lo que era o podía ser el universo ideológico al que Arlt percibía más cercano o, al menos, algunas inquietudes que despertaban diversas corrientes para el escritor. En su novela Los lanzallamas, tal vez la más potente en definiciones sobre el tema, desde su prólogo toma una posición: "Orgullosamente afirmo que escribir, para mí, constituye un lujo. No dispongo, como otros escritores, de rentas, tiempo o sedantes empleos nacionales. Ganarse la vida escribiendo es penoso y rudo", afirma y evidencia, a partir de una definición de clase, el lugar que ocupaba por fuera de una cultura de grandes y lujosas bibliotecas. Pese a ello, se sabe, supo nutrir su imaginario leyendo de forma desordenada las ediciones precarias que le llegaban o que adquiría compulsivamente. Es en Los lanzallamas donde el eje previsible de relacionar la personalidad de Erdosain con la de Arlt cambia y suma otras voces. Si bien en Los siete locos determinadas actitudes acercan al personaje con su autor (y el mismo Arlt escribe una carta a su hermana donde se compara con el protagonista), en la continuación de esa novela es el Astrólogo quien actualiza la relación entre el escritor y sus pensamientos o convicciones. Es allí donde pueden encontrarse signos del pensamiento floreciente de Arlt sobre la política y las maneras de rebelarse a la realidad que le tocaba vivir.
Pocos años atrás de que escribiese estas novelas, los bolcheviques de Lenin y Trotsky cambiaban la historia de la humanidad tomando el Palacio de Invierno en Rusia y la conmoción se expandía en todo el mundo. Arlt, por amistades y creencias, siempre transitó por ámbitos ligados al socialismo y escribió en periódicos de varias organizaciones, pese a no haber estado afiliado a ninguna. Ante proclamas o reivindicaciones, estaba dispuesto a dar la cara y adherir con su firma. De todos modos, puede señalarse que entendía al socialismo desde un costado libertario y, por eso -aun escribiendo para una agrupación que lo convocara-, no vacilaba en sus críticas. Un ejemplo es lo que sucedió en la editorial Claridad, órgano difusor del pensamiento socialista. Claridad tenía la particularidad de colocar las novelas de los escritores novatos "en firme", por lo que los libreros debían vender los pocos ejemplares que adquirían para recuperar lo invertido y lograban ampliar las tiradas. Así, le dio un fuerte impulso a la obra de Arlt cuando editaron las novelas Los siete locos y Los lanzallamas con ese sello.
Claridad editaba una revista con el mismo nombre, donde Arlt publicó varios artículos y, pese a que escribía y adelantaba fragmentos de sus novelas, consideraba a la publicación como "mal escrita", pero que se ocupaba de una tarea noble: "Tiene un público obrero y desempeña una útil función social", opinaba en 1929. Como Arlt no se reconocía parte de ninguno de los grupos que dividieron a la literatura argentina de su tiempo (Florida y Boedo), tuvo grandes discrepancias con Antonio Zamora, fundador de Claridad, quien creía que debía inclinarse por el grupo de Boedo. Para Zamora, la diferencia entre ambos grupos no era tan sutil. "La designación de Boedo y Florida era una broma familiar -opinaba por aquel entonces- que ahora se nos está haciendo antipática. El día que borremos los nombres de las calles que aparentemente nos dividen, quedaremos lo mismo frente a frente, ellos y nosotros. Ellos van por la derecha y nosotros por la izquierda. Ellos están con Mussolini y nosotros con Lenin".
En otra de las publicaciones partidarias (que, por un
tema legal, figuraban como independientes) donde participó fue en Bandera roja, del Partido Comunista Argentino. Arlt, lejos de alinearse con las directivas que llegaban desde Moscú, renegaba del realismo socialista, y de manera previsible se vio envuelto -al poco tiempo de escribir en el periódico- en una polémica con uno de los principales dirigentes del PC. Pero no nos adelantemos. Más allá de las diferencias planteadas, su respaldo al ideario socialista desde una posición clasista era evidente: "Sí, el proletariado será todo, cuando su dictadura (vehículo para la desaparición del Estado capitalista) haya absorbido todas las clases destruidas en su concepto de clase, por el inevitable fracaso del capitalismo", escribía a principios de los años 30.
Volvamos al Astrólogo, encargado de ser el portavoz de la revolución arltiana en el papel. En una de sus tantas intervenciones en Los lanzallamas, define su particular manera de llegar a la revolución ante quien se pusiera delante de sus narices en la quinta de Temperley: "El ejército rojo que hay que improvisar. Y el reparto de tierras. Y las herramientas. ¿Cuántas toneladas de hierro se necesitan para fabricar los arados? ¿Cuánto tiempo para fundirlo? ¿Cuántos hornos, cuántos operarios? ¿Y los bancos? ¿Las relaciones exteriores? ¿La resistencia de la burguesía? ¿El hambre? ¿Los movimientos de resistencia? Una revolución es posible improvisarla en un año, pero es imposible sostenerla sesenta y dos horas. En cuanto se terminó el pan y de las canillas no sale una gota de agua, la gente comienza a barruntar que es preferible una mala dictadura capitalista a una buena revolución proletaria". A partir del discurso de uno de los personajes centrales arltianos, es posible conjeturar que la mirada del autor sobre el camino hacia la revolución estaba más ligada a métodos conspirativos, los planes de un grupo mínimo que desde las sombras impulsa un estallido programado, una secta que en su delirio va retroalimentando la imaginación del puñado de integrantes con planes menos ligados al movimiento obrero que una versión arltiana de logia secreta. Ahora bien, el interrogante es conocer cuánto de aquel mágico y grotesco plan tenía lugar en la proyección real de Roberto Arlt, o si se trata exclusivamente de un simple recurso ficcional. No todos creen que lo narrado no tenga raíces en su propia vida. Para el escritor Eduardo González Lanuza, el lugar contradictorio que ocupa Arlt en el hecho de ser un "revolucionario" no es tal: "El ingenuo revolucionarismo de Arlt no pasa de ser manifestación de una rebeldía de índole existencial más que política". Para Oscar Masotta, autor de Sexo y traición en Roberto Arlt, no hay una relación de Arlt con la izquierda: "Para ciertos bondadosos espíritus de izquierda es duro aceptar las perspectivas contradictorias que aparecen en la obra. Resulta evidente que el contenido social de sus libros es valedero; pero no su contenido político. Es obvio que el hombre de Arlt es el hombre de la masa y que en un sentido carece de conciencia de clase, ya que si la tiene no intenta alcanzar con ella el plano de las verdaderas tareas políticas"...
(La nota completa en la edición Nº 69 de Sudestada - Junio 2008)
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