Destinatario de pasiones encontradas, críticas, prohibiciones, pero también de reconocimiento internacional, León Ferrari supo mantener la coherencia de su pensamiento como guía y regla en su vasta actividad artística. En esta nota aborda la historia detrás de sus trabajos, la Dictadura Militar, su oposición a las ideas del Catolicismo y de cómo las polémicas sobre su obra fueron un fin en sí mismas.
Un moderno de los años 20. Así se puede definir a León Ferrari. Un artista que supo leer y cuestionar, como pocos, el orden establecido en temas de los que casi nadie se anima a hablar: la Iglesia, "El Juicio Final", "El Temor Divino". Cuestiones que rigen la conducta de miles de fieles del Catolicismo. Preceptos que regulan el accionar de tantos feligreses que creen que las culpas se pagan ante Alguien, ante Algo.
Denunció el genocidio desatado por la Dictadura en momentos en los que mucha gente miraba para otro lado. Su valentía lo llevó a prestar testimonio sin importar la época o las adversidades que le hayan tocado vivir. En lo que respecta a su obra, no sólo es sumamente interesante el material elaborado a lo largo de toda su trayectoria, sino que también resulta más que atractiva la manera en la que supo incorporar el uso de nuevas tecnologías y de volverlas funcionales a sus trabajos.
El artista nos recibe en su casa. La luz de la tarde se filtra por las persianas bajas. En ese ambiente solo hay dos obras de su autoría: una escultura con alambres, realizada durante la década del 60, y un cuadro que hizo recientemente. El grueso de su producción está en el taller o expuesto en varios de los museos más importantes de nuestro país y del exterior. Un proyector devela el gusto del artista por el cine (luego nos contará que es un regalo de sus nietos).
Ferrari comienza contando su historia: "Mi contacto con el arte es desde que nací. Mi padre era arquitecto. Siendo joven, había tenido relación con el arte y había hecho cosas, pero luego dejó todo por la familia; y decía que había tenido que alejarse de lo que le gustaba por las obligaciones que había contraído cuando se casó y tuvo hijos. Por eso, a través de él, mi contacto con el arte es desde muy temprana edad, desde siempre". Si bien se recibió de ingeniero en Buenos Aires, fue en Italia donde dio sus primeros pasos como artista: "Habíamos viajado porque una de mis hijas estaba enferma y necesitaba tratamiento; fue allí donde, en el año 1954, expuse esculturas con cerámica". Luego de esa experiencia en Europa, en los 60 trabajó con maderas y alambres y comenzó a recorrer la senda del arte abstracto. Después vino la realización de "Cuadro escrito", en donde se plasma el primer ejemplo de arte conceptual a nivel internacional, a través de lo que es la descripción escrita de un obra. Al año siguiente, participa del Instituto de Artes Visuales del Di Tella donde "me rechazaron la obra 'La Civilización Occidental y Cristiana', un Cristo crucificado sobre un bombardero norteamericano (que era como los que, en ese entonces, atacaban Vietnam). Igual, hasta que Jorge Romero Brest la mandó a sacar, hubo gente que la vio. Esa obra estuvo durante mucho tiempo en un depósito y la pude recuperar con los años". Ferrari formó parte de un grupo de artistas que, en un determinado momento, decidió renunciar al Instituto: "Todo lo que allí se mostraba era considerado arte, lo que no se tenía en cuenta ahí no era arte, y había varios que no estábamos de acuerdo con esa concepción".
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº69 - Junio 2008)
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