Punta de lanza de una nueva trova de músicos brasileños, Paulinho Moska fue Capaz de cautivar a más de mil personas en su última presentación en Buenos Aires. A partir de la edición de su último álbum "Tudo novo de novo", Moska logró que su nombre se empiece a susurrar fuera de su país, entre oídos atentos a las nuevas tendencias.
Pese a tener editados siete discos en su país, recién el año pasado desembarcó en los escenarios de Buenos Aires, muy despacito, casi pidiendo permiso, de la mano su amigo Jorge Drexler, el músico uruguayo más talentoso de los últimos años. Con un tono suave que rememora los falsetes de Caetano Veloso, Paulinho Moska se anima a cambiar disco a disco su estilo. "Todo nuevo de nuevo", dice y se lo toma en serio; es que su último álbum modificó su manera de componer y de ver su carrera. Sudestada se encargó de rescatar su voz, que por exquisita no deja de sorprender. En épocas donde la vanguardia aplaude a quienes aprietan botoncitos y lo previsible es festejado, la simpleza y la textura de temas como "Lágrimas de diamantes" permite reconocer en Moska a un artista único, con un futuro repleto de sorpresas. Su carrera arrancó en 1992 cuando editó Vontade, su primer álbum como solista, un disco de rock. Luego se fue distanciando del estereotipo rocker hasta llegar a su sexto disco, mucho más intimista: Eu falso de minha vida o que eu quise, se llamó y fue el inicio de su definitiva inclinación por pertenecer al mundo de las canciones.
¿Tu último álbum Tudo novo de novo refleja un cambio personal o musical?
Es un poco de todo. Un título, sea de una canción, álbum o un libro siempre genera muchos sentidos, significados. Marca una etapa donde lo primero que me vino a la mente fue una metáfora de cómo pasan los días, porque si bien hay algo nuevo cada día, hay siempre una repetición que nosotros no percibimos. Despertamos como siempre, vamos a trabajar, pero a la vez hay algo siempre nuevo, de nuevo. Esa fue la primera idea, una metáfora simple del paso del tiempo. En mi caso tiene una historia muy especial, que tiene arraigo con mi álbum anterior, que es muy depresivo y triste. Yo me había separado de mi mujer, con la que tengo un hijo y estuve casado ocho años. Entonces las composiciones fueron muy tristes porque estaba muy deprimido. Cuando lo grabé sabía que la gira iba a ser pesada. A todo esto, unos días antes que se edite el álbum y antes de la gira de presentación me fui de vacaciones a Nueva York, en septiembre de 2001. El día antes de volver compré una cámara digital y la fui probando en las calles, paredes, espejos. En un momento fui al baño y saqué una foto que me impresionó mucho, entonces empecé a probar con las manijas y la distorsión que producía mi reflejo. Al día siguiente volví a Río de Janeiro y, cuando me empezaba a organizar la gira, ocurrió lo de las Torres Gemelas: fue un día muy terrible en el que comenzó una guerra exterior, donde parecía que todo se venía abajo y yo seguía con mi guerra interior.
Así empezó mi gira, porque la salida del disco tenía la fecha programada de antes y no se podía cambiar. Fue muy triste, en cada hotel no conseguía salir a la calle, hablar con gente, estaba muy encerrado. Entonces empecé a sacar fotos en los hoteles, todo el tiempo. Uno de los lugares que visité con el disco fue Tokio, y me alojaron en un hotel cinco estrellas, todo tecnológico, lleno de botones. En el baño había una canilla con una imitación de diamantes, entonces puse mi rostro cerca del caño y pude reflejar mis ojos exactamente en el frente de la canilla, debajo de los diamantes y cuando abrí la canilla salía un chorro de agua enorme, mucho mayor que nuestras lágrimas y después la cerré, no había una gota más. Eran lágrimas de diamantes, una metáfora muy linda, como cuando nuestras madres o abuelas dicen que el sufrimiento nos hace crecer, que el dolor nos da nuevas fuerzas. Entonces era una nueva etapa, dejé de llorar. A esa foto le puse lágrimas de diamantes y me quedó dando vueltas por la cabeza y escribí un tema con ese juego de palabras: "Lágrimas de diamantes/ de día lágrimas/ de noche amantes". En todo cambio hay amor, en la renovación. A partir de ese momento, me di cuenta de que había encontrado un método de hacer canciones nuevas, de nuevo. Los artistas estamos siempre buscando una revelación. El proceso de sacar fotos me dio la posibilidad de combinar poemas con fotografías. Primero sacaba fotos y hacía las letras, después componía y a partir de eso, sacaba un juego entre esa oposición. Poco a poco fue apareciendo este álbum donde la temática era la renovación, la esperanza, la novedad, la amistad.
¿Siempre es un estado de ánimo el que se refleja en las composiciones...?
Lo primero que veía en esos reflejos era desesperación. Después conseguí hacer que mi figura parezca simplemente la de un hombre solitario en un baño. Más tarde, conforme a las distorsiones que aparecían en mi rostro, fue como una humorada, descubrí que podía transformar aquello en un juego, me quedaba sonriendo, me divertía mucho. Terminé pensando que era un personaje que había creado. Me gustaba tanto ese descubrimiento de la fotografía que cuando terminaba el show volvía lo más rápido posible, ansioso por llegar al hotel para sacar unas fotitos. Mi estado de ánimo empezó a cambiar. Lo que te estoy contando involucra una historia que duró dos años y medio, un proceso extenso que no fue tan claro como te lo digo ahora, sino más bien algo inconciente y muy experimental.
¿Cuándo arrancó tu relación con la fotografía?
Empecé de pequeño a conectarme con la fotografía. Mi viejo era fotógrafo y me acuerdo cuando él me llamaba para que vaya al cuarto de revelaciones. Ahí me mostraba la técnica. Me decía: ‘acá hay un papel blanco, ahora se va a dar una revelación' y mientras miraba fascinado el proceso, él me mostraba de a poco los ojos, las manos, la cara, era auténticamente una revelación. A pesar de que no me considero un fotógrafo, creo que soy hijo de la tecnología. No comprendo la apertura del diafragma ni nada de eso. Gracias al botón de automático logro lo que quiero. Mi fotografía está ligada a la actuación, porque fui formado en artes escénicas. Es por eso que quiero que la fotografía no sea sólo una imagen, quiero registrar un momento, quiero revelar en la imagen todos los objetos que hay en el lugar, para que la persona que está mirando sepa qué estaba haciendo en ese momento, que elementos había. Con las fotos en los hoteles hice eso.
La nota completa en Sudestada n°39.
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