Crónica del ocaso: Apuntes sobre las papeleras y la devastación del litoral argentino y uruguayo, es el nuevo libro de Hernán López Echagüe. Allí reúne testimonios de los pobladores de esa región, para dar cuenta del saqueo de recursos naturales y la paulatina contaminación ambiental. En esta charla con Sudestada, el periodista detalla los pormenores de la investigación y devela la obsesión que resume su oficio: contar buenas historias.
¿Quiénes me lo pueden decir mejor?, se preguntó Hernán López Echagüe antes de emprender el viaje por una región que hacía años llevaba pegada en los huesos. Desde que en 1998 se fue a vivir a Nueva Palmira, sobre la costa oeste uruguaya, donde confluyen el Río Paraná y el Uruguay para formar el Río de La Plata, empezó para él una lenta apropiación de los ritmos, los silencios, las luchas del hombre litoraleño. Y ahora, tras varios meses de recabar voces a uno y otro lado del río, al regresar a su casa, un pueblo callado de 8 mil habitantes, supo que la respuesta lo implicaba: debía hablar de sí mismo. En su estudio, el bosque a la vista a través de la ventana, continuó revisando apuntes, la maraña de palabras que parecían desplazarse, superponerse. En su tentativo mapa mental repasó, punto por punto, el itinerario que había trazado: las personas que había conocido en Capitán Bermúdez, Gualeguaychú, Misiones, Concepción, Fray Bentos.
Testimonios del Litoral argentino y uruguayo que, al superponerlos, componían un único y fatídico panorama: la amenaza contra una región cuya identidad equivale a ríos, selvas, esteros, arboledas que flanquean los campos, ahora sembrados con soja transgénica; con eucaliptos híbridos que secan los nutrientes del suelo y se van a emplear, de un momento a otro, como materia prima en una pastera llamada Botnia.
Como correlato de la nueva etapa del neoliberalismo en Argentina, en el Litoral discurre una realidad silenciada por los grandes medios, que resume el modelo de país que se está construyendo: se generaliza el desmonte, para extender la frontera agropecuaria; impera el monocultivo sojero, en el que se utilizan agrotóxicos que se depositan en los ríos; pueden verse los pinos y eucaliptos que servirán para la celulosa, mientras el Río Uruguay recibe los desechos, plagados de dioxinas y furanos -nocivos para la vida- que luego se diseminarán a lo largo de su cauce. Lugar común: el progreso.
En una fusión de periodismo novelado, diario de viaje y trabajo de investigación, en Crónica del ocaso: apuntes sobre las papeleras y la devastación del litoral argentino y uruguayo, el libro que publicó a fines del año pasado, el periodista reconstruye los hilos de la contaminación en la región, bañada por esos misterios que son el Río Uruguay y el Paraná: un ciego modelo de desarrollo que involucra la complicidad de capitales locales y extranjeros y atenta contra la vida misma de los pobladores. Un envenenamiento silencioso, en el que Botnia, esa inmensa mole grisácea que se erige, obscena, en Fray Bentos, Uruguay, es apenas el ejemplo de mayor repercusión mediática, debido a la lucha de los asambleístas en Gualeguaychú, que hace meses que cortan la ruta en Arroyo Verde, a 10 Km. de la frontera.
"El libro surgió a partir de un artículo que escribí hace un año y medio, 'El río sin peces', que salió en Brecha y otros periódicos, en Colonia -cuenta Echagüe-. Yo tengo muchos amigos pescadores, con quienes nos juntamos a tomar vino o unos mates. Y bueno, estaba el río sin peces: allá donde vivo, en el Estuario del Plata, en el remanso habrá diez pescadores artesanales, que cuando llegué sacaban 500 kilos: boga, dorado, patí, mandubí. Y comenzó a decaer y decaer, y era porque AmVeb, una enorme maltería -mitad brasilera, mitad privada- echaba cloro al agua. Aparecieron unas algas extrañas, que tocaban las redes -las mallas, como dicen ellos- e hice el articulito, cuyo comienzo coincide exactamente con el comienzo del libro".
Al otro lado del río Uruguay, en las islas largas y estrechas que se extienden como cordones verdes en el medio del agua acaramelada, las volutas de humo negro que despide la quemazón de pastizales y arbustos secos eclipsan de a ratos la luminosidad del cielo, escribió. A la manera de una gesta en reverso por los confines del Litoral, "hay un vaivén continuo. Viajo a Corrientes, de ahí a otro lado, luego regreso a casa", dice, y enciende un cigarrillo. En otra habitación, el viento golpea contra una ventana...
La nota completa en la edición gráfica de Sudestada nº59 - Junio 2007
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