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Dossier

Tester de Spinetta

El mundo creativo de Luis Alberto Spinetta, desde sus inicios, estuvo signado por la poesía y la imaginación. Con más de treinta discos editados, instaló una mirada propia -por momentos angustiante y reveladora- con la que logró inventar un universo en perpetuo movimiento, que marcó a fuego las letras porteñas.

Luis Alberto Spinetta es un artista inabarcable, con un sinfín de facetas imposibles de sintetizar en palabras. Sin embargo, el intento de adentrarse en ese mundo es indispensable para entender porqué es uno de los pilares de la canción porteña. Se sabe que las composiciones de Spinetta no son fáciles de descifrar porque tienden a desdibujar las fronteras entre la realidad y la ilusión; escapan de cualquier lenguaje politizado tipo panfleto, donde se repiten consignas obvias. Es una tarea difícil encontrar en su poética, por momentos hermética, senderos previsibles, posiciones tomadas sobre sucesos que acontecieron o situaciones concretas que ocurren en el país. Pese a eso, uno puede intuir ciertos guiños que lo unen con el universo de los demás mortales. La obra de Spinetta rompe con un versículo de la "biblia" peronista que sostiene que "la única verdad es la realidad". Nada de eso se puede hallar linealmente en sus composiciones. Existen cientos de realidades para abordar y recrear, sólo hace falta tener una mirada distinta, percibir la magia de la luz que dibujan las hojas de los árboles sobre la tierra. Se podría decir que, en ese sentido, el Flaco tuvo una línea de conducta clara: nada de realismo mágico para describir las pasiones, el amor, la soledad. Siempre hay que buscar otras variantes, dejarse llevar por distintos arroyos que permiten intuir que tanto la vida como la poesía tienden a desdibujar las fronteras de lo establecido, y reflexionar en los arrecifes que nos proponen sus temáticas. Y lo llamativo, o no tanto, es que esa vertiente parecería no agotarse en Spinetta. Siempre hay una nueva mirada, una melodía que conmueve, un mundo por descubrir. Uno puede intuir que el Flaco intentaba no repetir fórmulas, no reciclar lo establecido para disimular originalidad. Siempre para adelante, con los sentidos despiertos. "Líbrame ya,/ líbrame de ti,/ ya.../ busco aquella luz,/ hoy.../ como lo hice ayer,/ y como lo haré,/ mañana.../ Líbrame ya,/ nena líbrame de ti.../ busco aquella luz hoy.../ sólo líbrame;/ de todo los sueños de gris...", susurra en "Canción de noche", de Pan, disco editado en 2006. Como un artista que esquivó monumentos y tributos -que lo aburrían y paralizaban-, rechazó siempre el mote de "consagrado" e intentaba arrojarse al vacío. "La responsabilidad de continuar haciendo buena música y buenas letras no te ata a ninguna presión, sino que es el elemento más importante de tu libertad. Además, eso te da mucha confianza y fe porque genera el amor del público", declaró en ese entonces. Para adentrarse en el universo spinettiano hay que desvestir los géneros, quitarle a las estanterías sus rótulos y enterrar el concepto de una obra previsible.


Guitarra negra

Su único libro de poemas publicado es Guitarra negra: un amplio puñado de sensaciones, que difícilmente puedan tener la lógica de una canción. Editado en 1978, y luego reeditado en 1995 y 2003, es uno de los trabajos más introspectivos de Spinetta, en el que descubrir puntos de encuentro con el significado es una tarea que pareciera vedada hasta a su propio autor. Además de ser una obra poco difundida y citada, su lenguaje cerrado coopera para ampliar el desconocimiento de quienes no integran el grupo de seguidores. Dividida en siete partes, con una advertencia y un epílogo denominado "Escorias diferenciales del alma de la letra poética", los títulos de los poemas no abundan: sólo se limitan, en la mayoría de los casos, a tener una simple numeración romana. En el poema VI de la primera parte escribe: "Ignoro quién era yo mismo/ quién se atrevió a venir en mí/ pero sé quién soy ahora/ y soy un corazón/ una boca y un espíritu". En VII concluye: "voy a buscar la muerte para nacerla/ alejaré de mi propia vaguedad el vórtice/ voy a cantar a la luna rosa/ haré un verso/ prometeré mi calma". El libro está compuesto por un puñado de setenta y dos poemas, en los que la mirada acude constantemente a las sensaciones del alma, el cuerpo, la soledad y el amor. Uno de los que muestran un lenguaje más accesible es "Población", en el que describe algunas situaciones con ironía:"Irán a encontrarse/ dos amantes innatos/ que no se aman/ pero conocen los lugares estériles/ donde precipitar/ (...). Caminará el sacerdote sediento/ los faldones de tierra/ que separan las verjas/ de la iglesia sombría/ a la que ya nadie acude". Es llamativo que, siendo un artista prolífero en sus composiciones, no haya editado ningún otro libro de poesías o al menos con materiales que quedaron fuera de sus discos. Pero se sabe que fue muy cuidadoso con los que salieron a la luz y, tal vez, creyó conveniente expresar sus sentires sólo a través de sus canciones.

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Autor

Ignacio Portela