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Editorial

Ahora más que nunca

Sensaciones, intuiciones, problemáticas positivas y negativas procesamos en gran escala por estos días en nuestra redacción. De todo pasó, por supuesto, algunas buenas y otras malas. Como a la gran mayoría del país y del mundo, impregnada y marcada a fuego por la demagogia y el terrorismo estadounidense y sus aliados, nos vemos inmersos en su nueva empresa o capricho: el genocidio del pueblo iraquí. Raras sensaciones, porque cuando se desató la guerra nos encontrábamos en la casa de Osvaldo Bayer disfrutando de su amabilidad y sus anécdotas históricas, de sus bellísimas crónicas libertarias. Por otra parte, llegó a nuestras manos un artículo del suplemento cultural de Clarín, de enero de este año, en el que se detallaba el catastrófico año para las revistas culturales y artísticas, con el agravante que la mayoría de esas publicaciones cuenta con subsidios importantes, pero igual tuvieron que dejar de publicar. Por supuesto que en la lista ni se mencionan revistas carentes de aportes oficiales, lo que marca la pauta del tétrico año para el periodismo cultural gráfico.

"La implosión argentina golpeó a las revistas culturales de manera diferente que al común de las revistas: un mercado que, según la Asociación Argentina de Editores de Revistas, mueve en la actualidad 112,8 millones de ejemplares y que vendió durante 2001 un 36,1% menos de revistas de todos los géneros que en 2000. Replay: la circulación bruta de todas las revistas no específicamente culturales que usted ve en los quioscos se desbarrancó de 2001 a 2002 casi 60%".

La nota explica que revistas como los Inrockuptibles, Latido y Clásica fueron las que más padecieron los feroces espasmos de la coyuntura económica, pese a abultadas publicidades y venta en quioscos. De esta manera, Los Inrockuptibles, que imprimía unos 20.000 ejemplares entre el 99 y el 2000, cayó hasta los 4000 ejemplares en su último número. Latido, en cambio, tuvo que cerrar. Daniel Ulanovsky Sack, su director, la creía "a prueba de tormentas", pero eso no alcanzó para sortear el desastre. La venta cayó a 2.500 ejemplares y cerró en marzo de 2002.

Latido fue una de las revistas subsidiadas por la Secretaría de Cultura del gobierno delarruista y su director cree que sería una medida de fomento indispensable en «un país civilizado y libre de manejos políticos». La revista de cine El Amante, empezó el 2002 de la peor manera: por primera vez no publicaron. Ante el riesgo concreto de cierre, los lectores volvieron a comprarla en febrero y siguieron pidiéndola cuando, a mediados de año, el precio de tapa se fue a $ 9,50. Hoy se estabilizó en los 1.400/1.500 ejemplares mensuales, lo que tampoco garantiza su publicación estival. Ramona es otra revista que no pudo mantener su periodicidad de 10 números anuales: en 2002 fueron 8 y, si el horizonte no escampa, podrían ser 6 en 2003. Roberto Jacoby -su mentor- ha hecho varios cambios: de gratuita pasó a costar $ 5, redujo su tirada a 1.500 ejemplares y salió a la caza de suscriptores, canjes y anunciantes. Jacoby, que criticó públicamente la burocracia de los subsidios, cree que, más que apoyo estatal, publicaciones como Ramona necesitan de «una clase alta sensible al arte». Argumenta que "todos los países tienen una élite que apoya revistas así. Acá los ricos gastan en cuadros y no están interesados en reflexionar sobre la obra que compran». Bien popular el tipo, ¿no?

Y la lista sigue, por supuesto hay excepciones como la revista de izquierda El Rodaballo, que agotó los 1.200 ejemplares del último número, aunque se retrasó hasta junio por los cambios de contenido debido a los cambios políticos que sufrió el país. «En nuestro caso, casi todos se metieron de lleno en el fenómeno de las asambleas barriales y eso se vio en el pronunciamiento de la revista por nuevas formas políticas acordes a un país en estado de disolución».

Sudestada de alguna manera siempre se adaptó a los cambios tangibles que nos marca la realidad. El anterior esbozo de ninguna manera nos pone contentos, al contrario, pero para ser sinceros, nos llena de ánimo y aliento porque nos demuestra que nuestros esfuerzos tienen mucho sentido. Llorar por la falta de apoyos institucionales o de publicidad es absolutamente en vano -pese a que podemos estar de acuerdo o no-, pero está demostrado que para subsistir debemos seguir pateando las calles, generando intercambios con otras revistas y, por sobre todo, con la gente. Más que nunca hay que ser creativos y confiar en la autogestión y no titubear si tenemos que morir con la nuestra. A propósito, este mes redoblamos la apuesta y ampliamos la distribución en Capital y en el sur. Qué va ser... somos muy obstinados.

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El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.