Sembrar ideas

A decir verdad, siempre nos llamó la atención en la redacción de Sudestada una frase que suele acompañar el sumario de cualquier publicación comercial o independiente. El texto del que hablamos es el siguiente: "Los artículos firmados no necesariamente responden a la línea editorial de esta publicación y son exclusiva responsabilidad de sus autores". Las razones que imponen este tipo de frases parecen lógicas; cualquier publicación no puede acordar con todo el material que publica y también debe protegerse de algún problema judicial que pudiera surgir.

Pero para nosotros no resulta lógico pensar en una revista que no se haga cargo, que no sea responsable de aquello que publica. Pese a ello, entendemos que los artículos son responsabilidad de los que los escriben, y por eso firmamos las notas con nombre y apellido. Por respeto, por una forma de entender las cosas, porque creemos que es necesario hacerse cargo de lo que uno escribe, porque no hay nada que ocultar. Pero, si bien es imposible acordar en todo, existe entre nosotros una suerte de consenso primario que es el que nos permite seguir adelante pese a los problemas y las diferencias. Muchas veces ese consenso no es evidente, sino más bien subterráneo.

Uno conoce a la gente en el fragor del trabajo cotidiano.

¿Y qué es aquello que nos iguala? Precisamente, un colectivo de ideas que por breve no deja de ser contundente. Un pequeño manojo de ideas que nosotros exponemos en estas páginas (en esta edición, cuatro más). "Sembrar ideas, sembrar conciencias", repetía un líder revolucionario de visita en nuestro país hace unos días. De eso se trata, al menos por ahora. De meterse en esta batalla de ideas con las herramientas que uno tenga al alcance de las manos, las que pueda construir con los que tiene alrededor, las que surjan de la discusión y de las charlas. Así, a pequeña escala, tratando de esbozar una construcción digna que pueda algún día permitirnos cambiar desde las raíces todo aquello que hoy nos oprime y nos asfixia.

Las diferencias existen, es lógico que así sea. Pero ese cúmulo de acuerdos que nos mantiene trabajando continúa inalterable. Por eso firmamos las notas, por eso no nos lavamos las manos de aquello que nosotros decidimos publicar, aunque muchas no nos convenza, no nos cierre del todo. En este número, por ejemplo, la nota sobre la reacción de los intelectuales con Cuba es un ejemplo de nuestar forma de trabajo. Si bien entendemos que existen problemas y que se cometen errores en el proceso cubano como en tantos otros, nuestra posición de apoyo es clara: respetamos la independencia de su pueblo para tomar las decisiones que creen más justas. Eso es en lo que acordamos y aquello que nos une es lo que nos permite seguir trabajando, lo que nos motiva.

Sabemos con claridad que la cultura es el reflejo de la expresión de los hombres, que trasciende las clases sociales, pero donde se refleja como en ningún otro lugar las desigualdades. No existen "dos culturas", una elitista y otra popular; existe una realidad política que margina y excluye a una mayoría del acceso de todo lo artístico, de la más mínima posibilidad de expresar ningún sentimiento.

El hambre y la explotación son los recursos que utiliza el sistema para hacernos creer que la cultura pertenece a los mismos dueños de todas las otras cosas, como dijo alguna vez Rodolfo Walsh. Con la política pasa algo parecido, está ahí, es un espacio que hay que ocupar y que hay que arrebatarle a los mismos de siempre, los que imponen las ideas que parecen indestructibles hasta que se chocan con la realidad, hasta que la verdad se cruza de vereda y los colores se van transformando.