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Editorial

Diez años sin Miguel

"Todo está clavado en la memoria/ espina de la vida y de la historia/ La memoria pincha hasta sangrar/ a los pueblos que la amarran/ y no la dejan andar/ libre como el viento..."

León Gieco, La memoria

Utilizar la memoria como instrumento no deja de ser un gesto vivo de rebeldía, una suerte de recurso mínimo por estos tiempos que corren. Sin embargo, no representa demasiado. Muy poco, a decir verdad. Es que en realidad tal procedimiento oculta, bajo esa desigual confrontación contra el olvido, una debilidad manifiesta: nunca es suficiente, nunca puede conformarnos. Mucho menos en casos de injusticias sepultadas por años de impunidad, por silencios perfectamente elaborados.

Miguel Bru cumpliría por estos días sus treinta y pocos años, seguramente tendría en su poder el título de Licenciado en Periodismo que otorga la Universidad Nacional de La Plata y andaría algo angustiado y deprimido por la falta de trabajo y las pésimas condiciones laborales de hoy en día. Quizás también charlaría con sus amigos sobre sus deseos y sus frustraciones, y compartiría con su familia muchos de sus proyectos.

Pero no, Miguel no está. Ese camino signado de contratiempos y satisfacciones que nunca pudo recorrer se truncó el 17 de agosto de 1993, cuando algunos fieles representantes de la media promedio de la policía bonaerense decidieron apartarlo de la ruta. Y listo, Miguel no apareció más. Después sí fue tiempo de impunidades conocidas, tiempo de asirse desesperados al recurso de la memoria para evitar que el círculo negro se cerrara, fatalmente. Oponerse al tiempo, como si esto fuera posible. En un país de 30.000 olvidos impunes, el de Miguel fue otro doloroso eslabón en una cadena interminable. Y la verdad, no alcanzan las manos para sostener tantas memorias necesarias por aquí. Una más. Tampoco ayudaron mucho los que diez años después ignoran la violencia de la fecha y no dicen nada (pero nada). Ni siquiera aquellos que lo ignoraron por su condición de no afiliado, que le negaron hasta un simple No se olviden de Miguel por ser estudiante, como todavía hoy siguen mirando para otro lado cuando se explota a los pasantes en las redacciones y en otros ámbitos laborales.

¿Qué puede leerse hoy en los medios sobre Miguel? ¿Dónde es posible hallar alguna mínima reseña de su historia truncada por los asesinos de uniforme que siguen cargándose jóvenes a puro gatillo fácil? Nada, como la historia Walter Bulacio, la de los pibes de Budge y Floresta, la de Ezequiel Demonty, la de Maxi Kosteki y Darío Santillán y la de tantos otros más muertos en democracia. Andarán por ahí también muy tranquilos sus asesinos, en cualquiera de las calles de la provincia, de civil o de uniforme. Todos muy parecidos entre sí.

Miguel no está, y los que batallan contra el olvido van perdiendo lentamente la pelea. Ojalá el tiempo no pasara, ojalá hubiera lugar para tantos. Pero no hay, y recordar nunca es suficiente, nunca podemos conformarnos. Y suenan tan vacías palabras como justicia, castigo, verdad. Es tiempo entonces de intentar con otras cosas, con caminos indirectos. Habrá que cambiar todo. El tiempo sigue su marcha y la oscuridad sigue cubriendo con atroz rapidez a miles de memorias argentinas. Los que quedamos para recordar, los que elegimos un camino parecido al de Miguel, no podemos permitirlo. No será suficiente, no podemos conformarnos con escribir, una vez más: Miguel Bru, desaparecido el 17 de agosto de 1993.

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