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Cinestada

La realidad en la mira

La película Ciudad de Dios, del brasileño Fernando Meirelles, además de un éxito a nivel local e internacional, se ubica a la vanguardia de la producción cinematográfica a nivel latinoamericano.

En medio de la euforia popular por el histórico triunfo del Partido de los Trabajadores en Brasil, un hecho de trascendencia cultural fue la bisagra de la actualidad cinematográfica latinoamericana: el estreno de la película Ciudad de Dios. Después de sus antecesoras a nivel de fotografía social Estación Central de Walter Salles y Amores perros -desde México-, el film de Fernando Meirelles centra su foco no en la realidad citadina, sino en la cotidianeidad de una favela de Río de Janeiro. Con todos sus matices. Por eso, todo en Ciudad de Dios es contradictorio. La violencia más brutal, junto al sentimiento de solidaridad más profundo. El desamparo estatal en las cuestiones elementales de sobrevivencia, enfrentado a la presencia de escuadrones de la muerte policiales y privados. Todo.

El director brasileño que ya había sorprendido con sus anteriores películas, Menino Maluquinho y Domesticas o filme, donde retrata la vida de las mucamas de Río de Janeiro, en Ciudad toma como libro original el texto de Paulo Lins, un militante del PT que vivió durante treinta años en Ciudad de Dios. La novela de Lins de 700 páginas y más de 200 historias fue adaptada por Meirelles que debió seleccionar apenas un puñado de historias para poder llevarlas al cine. El resultado es una impresionante radiografía de cómo transcurren los días en las 600 favelas de Río, en donde viven más 54 millones de brasileños, de los cuales un millón son niños menores de 21 años. De ese millón Meirelles y la codirectora, Katia Lund, eligieron a 110 para trabajar en la película, que no cuenta con actores profesionales, sino con los verdaderos protagonistas de los barrios.

El guión es bien simple y complejo al mismo tiempo: narra la historia de una favela construida entre 1962 y 1965 para el asentamiento de miles de campesinos sin techo llegados a la ciudad. De allí se dispara la vida de unos chicos que son hijos de la violencia existente desde aquellos años, que luego se convertirían en los capos del tráfico de drogas dentro de la favela, y que tendrían que enfrentarse a otro grupo que les disputa el poder...


(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada N°20)

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Autor

Martín Latorraca