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Mujer originaria

América Latina. Una mujer en pie de lucha

Un presente complejo es el que le toca transitar a la mujer indígena, rural, campesina y afrodescendiente en nuestra América Latina. Extractivismo, discriminación, represión y marginalidad son los adversarios cotidianos que enfrentan en cada región, a los que se suma el patriarcado en su máxima expresión. Pero al mismo tiempo, desde las entrañas de nuestro continente, esas mujeres representan un feminismo emergente que tiene la respuesta a los problemas de la región. Diagnóstico y perspectivas para un continente que resiste.

Nos enseñaron que América Latina no es realmente importante en materia geopolítica. Sin embargo, los politólogos sabemos que la doctrina Monroe fue bastante anterior a cualquier otra doctrina imperialista. Esta doctrina de 1823 proponía ponerle un límite al dominio europeo, que hacía 300 años se disputaba su presencia en América Latina. Los Estados Unidos, ávidos en su estrategia de expansión y generación de dependencia del resto de las naciones americanas, lo resumieron de la siguiente manera: "América para los americanos". Por supuesto que el mapa geopolítico se complejizó, pero sin duda hacernos creer que no éramos una región tan importante en el ámbito de las disputas territoriales, fue el principal éxito de una política exterior continua de dependencias. Así, la historia de América Latina se erigió a costa de la sangre de nuestro pueblo. En la fase de despliegue de un capitalismo salvaje, el plan Cóndor buscaba presidentes que como peones embarcaran en deudas de empobrecimiento continuo a la región, con la concepción de un falso desarrollo que nos ató a un sistema financiero feroz.
La región es fundamental para el sostenimiento del modelo económico neoliberal. Es el jardín trasero de materias primas que sostienen el mercado, las fábricas extractivistas con impuestos liberados y el coto de mano de obra precarizada y reprimida. Aquí, en América Latina, se concentra casi el 50 por ciento del agua dulce del mundo; un continente cuyos recursos naturales son bastos, fuente de la minería, la agroindustria y los últimos atisbos de un modelo petrolero que le suelta la mano en un acantilado vertiginoso. Mientras el sistema capitalista se encrudece para enfrentar la crisis, las clases privilegiadas se sostienen, sin escrúpulos, de las políticas que profundizan las desigualdades sociales.
En el mundo de los movimientos sociales y populares, comienzan a manifestarse orgánicamente y como resistencia a este periodo, agrupaciones de mujeres que, en caracteres heterogéneos, mantienen lo orgánico de una agenda en común. La matriz ideológica del capitalismo es el patriarcado, y la cultura que permite este sistema económico se debe a las dinámicas en las relaciones con las mujeres. El feminismo no surge como respuesta a la violencia de género, sino a la violencia intrínseca de los sistemas económicos y culturales que originan la violencia de género.
Es en esta lucha organizada que encontramos alternativas posibles y nuevos enfoques para poder hacerles frente a las consecuencias del capitalismo salvaje. Sin embargo, dentro de las agendas de demandas, que han surgido a partir de los movimientos de mujeres en el mundo, las indígenas, rurales y campesinas, así como las afrodescendientes, reclaman aún, dentro del feminismo, un espacio para que se comprendan sus problemáticas. En ellas está la clave de las resistencias ambientales, de la desarticulación de una homogeneidad cultural que lo desdibuja todo; y de la recuperación del concepto de "cosmovisión" que nos hace entender, respetar y gestar dinámicas sustentables en el trabajo con la tierra, y así garantizar la vida saludable y de calidad, lejos de su medicalización.



Esas "otras" mujeres
La causa de la no-identificación de las mujeres indígenas, rurales, campesinas y afrodescendientes con las demandas del feminismo "occidental" radica en que ellas mencionan que el comportamiento patriarcal no se gesta en su cultura, sino que devino de la cultura de "los criollos" . Sus demandas son distintas y no se centran primeramente en el espacio que encuentran (o no) como mujeres en el comportamiento del mercado laboral asalariado, sino que recaen directamente sobre su relación con el uso de la tierra; lo que ellas denominan "cosmovisión".
Para entender parte de las razones de la desconfianza de la agenda feminista de las mujeres originarias hay que centrarse en que, por años, la antropología académica explicó "lo rural, campesino, afrodescendiente e indígena" desde la posición de otredad y de la cultura hegemónica. La descolonización del feminismo "sólo puede darse reconociendo que las mujeres indígenas no confían en las mujeres blancas y mestizas urbanas, porque las instituciones estatales tienen un comportamiento diferente con unas y con otras, incluyendo los poderes de las organizaciones y la teoría del conocimiento feminista".
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en América Latina y El Caribe la población rural asciende a 121 millones de personas, lo que corresponde al 20 por ciento del total de la población. De este total, el 48 por ciento son mujeres (58 millones), que trabajan hasta 12 horas diarias a cargo de la huerta, de los animales, recolectando y cocinando alimentos, criando a niños y niñas, cuidando a personas mayores y a enfermos, entre otras muchas tareas...


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Autor

María Florencia Freijó