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Dossier

Viaje al interior de la Rioja antiminera

Detrás de los grandes negociados, de las complicidades oficiales, del silencio mediático, emerge una historia de resistencia. La de miles de riojanos que decidieron salir a la calle en busca de un mejor futuro para las nuevas generaciones. Desde La Rioja, tres cronistas de Sudestada recorren el costado humano de una lucha que avanza contra la adversidad.

Nubes de polvo en la montaña

Hace ya más de dos horas que el micro partió de Chilecito. A marcha lenta ascendió la Cuesta de Miranda, un espectacular camino de cornisa que se interna en un profundo valle rojizo. Va repleto: pobladores que regresan a Villa Unión o a Vinchina, gente que va a visitar parientes, turistas con cámaras en la mano; mochilas y bolsas desafiando las leyes físicas de la masa entre los pasajeros que viajan parados. Enero recién comienza, no hay aire acondicionado y la tarde riojana refulge en todo su esplendor.
Al menos corre aire y, pensándolo bien, este calor se soporta mejor que el de Buenos Aires, reflexiona un mochilero. Algo anestesiado, pierde su vista al sur en el camino de ripio, la ruta provincial 18, por la que se llega a Pagancillo. Sin embargo algo en el horizonte le llama la atención: sobre un cerro lejano una mancha gris que parece ser una columna de humo se mantiene constantemente alimentada. Ganado por la curiosidad se atreve a preguntarle al chofer qué es eso.

-Es la mina de Gualcamayo. Es un "regalito" que le hizo nuestro querido gobernador a San Juan -informa sin ocultar la ironía.

-Está en la frontera con San Juan, y Beder [Luis Beder Herrera, gobernador de la provincia] les autorizó la explotación -agrega, ávido de informar, de denunciar, el copiloto-. Día y noche están. No paran nun­ca.

El cronista aprovecha la ocasión para iniciar la charla con los pasajeros más próximos. Les pregunta sobre el tema y ellos le dicen que son de Guandacol, un pueblo agrícola perteneciente a la provincia de La Rioja, que se ubica a tan sólo unos 15 kilómetros de esa mina a cielo abierto. La familia se dedica al cultivo de duraznos, uvas, higos, nueces. Otras familias tienen olivos. Pero desde que el emprendimiento Gualcamayo empezó a operar, la producción es cada vez más difícil. Las plantas dan menos frutos. Una capa de polvo de roca cubre los cultivos en las fincas.
Cuenta Valentín, hombre cercano a los 70 años, curtido por el trabajo rural y el clima cuyano, que un médico del hospital del pueblo asegura que han aumentado los casos de cáncer. "Sea como sea -dice-, la gente se enferma más que antes".

La montaña es volada sin descanso, pulverizada, mezclada con cantidades enormes de agua y con cianuro, para que los capitalistas mineros obtengan valiosos metales, entre ellos el oro. El polvo de roca a veces llega al Parque Nacional Talampaya, a casi cien kilómetros de distancia.

-Nos están matando -habla con rabia su hijo. Y piensa, quizás, en sus propios hijos.
 
Chilecito

La segunda sucursal del Banco Nación del país fue abierta en la ciudad de Chilecito, en 1892, según explican los guías del Museo del Cable Carril. El objetivo principal era proveer de dinero y recursos financieros a una empresa minera británica para erigir el cable carril más extenso del mundo en la época (34 kilómetros entre Chilecito y la estación La Mejicana, en el cerro Famatina). Los créditos para semejante obra de ingeniería, que causa admiración aun hoy a pesar de estar abandonada, fueron "generosamente" facilitados por el estado argentino. Pero jamás fueron devueltos. La gestión para hacer posible el desembarco de los "inversores" extranjeros fue realizada por Joaquín Víctor González, hombre de las filas liberales de la Generación del 80.

(La nota completa en la edición abril 2013 - Sudestada nº 117)

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Autor

Juan Pablo Ruiz