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Editorial

El derecho a defenderse

"Yo respondía que el Estado era el responsable de la violencia y que es siempre el opresor, y no el oprimido, quien determina la forma de la lucha. Si el opresor utiliza la violencia, el oprimido no tendrá otra opción que responder con violencia. En nuestro caso, no era más que una forma de legítima defensa" Nelson Mandela, El largo camino hacia la libertad, 2004.

Por ignorancia, cobardía, complicidad o estupidez, el periodismo argentino naufragó otra vez en las pantanosas aguas de un conflicto internacional. La masacre perpetrada por el ejército de un Estado terrorista -Israel- contra un pueblo que pugna desde hace medio siglo por recuperar su identidad y su territorio -Palestina- potenció eufemismos con el objeto de eludir la peligrosa tarea de narrar la cruda realidad. El bombardeo indiscriminado durante veinte días sobre el territorio más densamente poblado del mundo -Gaza- se definió en los diarios como "guerra"; el uso de toneladas de explosivos con fósforo blanco -con el respaldo militar de Estados Unidos y el silencio cómplice de la Unión Europea- se rebautizó en los medios como "represalia". Uno de los ejércitos más poderosos del planeta planifica una operación donde aniquila a 400 niños y arrasa con hospitales, escuelas y refugios, pero la acción se asocia con una supuesta "lucha contra el terrorismo". Un Estado que cierra las fronteras, bloquea al pueblo palestino y empuja a su población a la miseria, ocupa los matutinos como preocupado por "buscar soluciones". Pero esta vez, la prensa no estuvo sola en su tarea de desinformar, comprar la propaganda de los poderosos y reproducir el discurso del opresor como verdad uniforme. A nadie puede sorprenderle, en todo caso, la "reacción" de algunos intelectuales argentinos: algunos, más preocupados por cuestiones semánticas o corporativas que por intentar manifestarse públicamente ante un hecho de terribles consecuencias. Otros, firmantes de una solicitada que iguala la violencia de opresores y oprimidos (justificando, de esa manera, la argumentación que encubrió la masacre). Con un grado de abstracción absurdo, se pudo escuchar aquí y allá llamados a la "paz", como si ese concepto significara lo mismo para víctimas y para victimarios, o un punto final en una agresión que se desarrolla sin pausa desde 1948 contra el pueblo palestino. En boca de la prensa local, la palabra "paz" resuena con la misma legitimidad que escuchar "democracia" en el discurso de un puntero del PJ, mientras practica el clientelismo y el negociado como métodos para trepar en la interna partidaria.

En todo caso, lo que unos y otros eluden debatir es si los oprimidos tienen derecho a defenderse ante una agresión salvaje de la manera que les sea posible. Acaso, discutir si las formas de lucha asumidas por el pueblo oprimido merecen la crítica o el respaldo, si es justo presentar reparos principistas desde la comodidad de la distancia, si les queda alguna otra alternativa o si es oportuno proponer ese debate en mitad de una matanza ante los ojos del mundo.

En su informe sobre el caso palestino, publicado en 1974 por el diario Noticias (que puede consultarse en la web de Sudestada), Rodolfo Walsh delineó con precisión y valentía la raíz del conflicto entre israelíes y palestinos. Precisión y valentía que hoy, dicho sea de paso, no es posible encontrar entre los restos del naufragio mencionado. Walsh escribió: "Apruebo la violencia de los pueblos oprimidos que luchan contra sus opresores. Eso significa que el terrorismo que se inscribe en esa lucha es -más allá del juicio particular sobre cada acción- tan legítimo en el caso de los palestinos como en el caso de la resistencia francesa. Y que la insurrección de los palestinos frente a los ocupantes de su patria es tan legítima como, por ejemplo, el alzamiento del ghetto de Varsovia contra los nazis".


De regreso

Por esos azares gráficos que tanto nos sorprenden, esta edición 76 de Sudestada está marcada por los regresos. Primero, volvemos nosotros a la calle con esta edición tan particular: cuatro páginas más y otro año de trabajo, más allá de los pesares, en contra de todos los pronósticos y a favor de la confianza de nuestros amigos, los lectores. Después, la nota de tapa está marcada por la ilusión pendiente del retorno del pueblo palestino a su tierra y a sus raíces. Además, en nuestras páginas, volvemos la vista atrás para abordar el conflicto entre los músicos populares y la sanguinaria dictadura militar, y revisamos la obra poética de un grande de la literatura: Herman Melville. El fantasma de Moby Dick se desliza por un mar embravecido y convive con el fuelle agitado del bandoneón de Rodolfo Mederos y con la historieta de un peso pesado: Sanyú. También volvemos sobre nuestros pasos para recordar con afecto a un grande que ya no está: Alejandro Sokol. La poesía de Arnaldo Calveyra nos empuja, casi sin querer, a humedades de un Litoral en forma de versos.

Aquí estamos, de regreso. El camino transitado ya es historia, ahora nos toca seguir la marcha con nuestras mochilas al hombro y en busca de un encuentro pendiente con ojos que nos exigen, nos critican y nos apoyan, como desde 2001, por este mismo sendero.

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El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.