Un partido marxista que crece y se multiplica. Un ejército revolucionario que combate y no da tregua. Un enemigo que ve amenazada su hegemonía. Mitos, conflictos y debates de hombres y mujeres de frente a una revolución que parecía indetenible. Opinan Daniel De Santis y Humberto Pedregosa.
1. El murmullo quejoso del motor rompe el aguacero nocturno. Adentro del Citroen, el agua se filtra por todas partes. Perdido en medio de la nada, y a merced de la tormenta, el Citroën parece cada vez más próximo al naufragio. Robi conoce poco de Zárate, apenas algunas mínimas referencias, y con ellas intenta, desde hace un rato, ubicar la casa. La lluvia no ayuda mucho tampoco. Así, a tientas, a bordo del destartalado Citroën que avanza por las calles como pidiendo permiso, Robi busca por la ventanilla la calle memorizada. Por fin, y cuando el agua asoma ya por el piso del auto, aparece la casa.
Empapado pero satisfecho por haber zafado del naufragio, golpea la puerta. Del otro lado de la mirilla, dudan. Saben, acaso, que un compañero de la Dirección Nacional participará de la reunión de la regional el sábado, pero ignoran que ese compañero no es otro que el comandante. Sin reponerse de la sorpresa, el dueño de casa lo invita a pasar y a secarse un poco. Robi demora otro tanto en limpiarse los zapatos en un trapo de piso para evitar embarrarle la casa a su anfitrión. Al rato, el mate repone las fuerzas del recién llegado y deja paso a la charla informal. El plenario está previsto para la mañana siguiente, por lo que es usual que los compañeros que vienen de lejos lleguen la noche previa para dormir allí y arrancar bien temprano.
Sentado en la cocina con el recién llegado, el dueño de casa no termina de creerse del todo que quien elogia sus mates no es otro que Mario Roberto Santucho: el de la fuga de Trelew, el hombre más buscado por la represión, el fundador del partido y del ejército al que él y su compañera recién se estaban incorporando.
Pero es. Es el mismo que, en vez de hablar de él, lo bombardea con preguntas sobre cada detalle vinculado al funcionamiento de la célula, la actividad política en las fábricas cercanas, o las últimas operaciones de propaganda armada del ERP en la zona. Mientras tanto, el mate pasa de mano en mano y, afuera, el destartalado Citroën resiste estoicamente el diluvio.
2. La primera vez que lo vieron fue en Lanús. Los esperaba sentado en un bar, cerca de la estación. En realidad, para ser precisos, no los esperaba a todos. Esperaba a uno solo del grupo, a un delegado. Por eso, cuando se acercaron a su mesa en malón, no los saludó con la cordialidad imaginada. Con el tiempo, comprenderían el porqué del enojo de esa tarde, en el bar. Pero esa fue la primera vez que lo vieron.
Ellos eran un desprendimiento del Peronismo de Base-Fuerzas Armadas Peronistas (PB-FAP), parte de la fracción "17 de Octubre". A principios de 1974, después de la crisis en el PB que determinaría su fractura, varios grupos se dispersaron en busca de nuevos destinos para su militancia. Uno de estos grupos se puso en contacto con el ERP, con la intención de incorporarse luego de un período de trabajo en conjunto. "Éramos lúmpenes en política. Compañeros de fierro, pero lúmpenes en ideología, en discusión y, por eso, encontrarnos de golpe con un cuadrito bien formado, con una disciplina militar bárbara, siempre bien vestido, impecable, fue algo que nos cacheteó terriblemente", recuerda hoy Jorge, uno de los integrantes de ese grupo que se acercaba al ERP.
Ese cuadrito bien formado era un combatiente del ERP de 22 años, que se presentó esa tarde con su nombre clandestino, "Hugo". Tiempo después, y en circunstancias menos gratas, conocerían su verdadero nombre, Eduardo Ernihold.
Hugo fue, entonces, su primer responsable, su enlace con el ERP, el encargado de la preparación militar y discutir la línea política antes de determinar su ingreso a la organización. Para el ERP, la incorporación de núcleos de militantes que provenían de una vertiente del peronismo combativo no era sólo un aporte cuantitativo a sus filas: se trataba de un importantísimo paso político en la perspectiva de un desarrollo más amplio como ejército popular. Vale decir que esta incorporación del PB 17 se dio de forma fragmentada, y la división en grupos dependía de la experiencia militar de cada uno de sus militantes.
Rubio, ojos claros, pelo corto, muy prolijo en su apariencia, los compañeros recuerdan a Hugo vestido comúnmente con una polera verde oliva, un pulóver y un saco. "Era un soldado, todo lo que vos idealizabas de un guerrillero", describe otra de las militantes que lo tuvieron como responsable. De todos modos, el impacto de la primera impresión se vio empañado por el enojo de Hugo ante semejante comitiva en tiempos difíciles para reuniones "multitudinarias", podría decirse. Lo que sucedió fue que la fracción del PB 17 no había definido su pase en bloque al ERP, y uno de los grupos que aprobaba dar el salto no aceptaba delegación alguna: "Si yo me iba a pasar, quería estar segura de todo, de quién y de cómo", explica Eva. Y ante la imposibilidad de designar un representante, el grupo de jóvenes le "cayó" a Hugo en bloque, detalle que frustró el encuentro o, más bien, lo trasladó hasta la casa de uno de los compañeros, por obvias razones de seguridad.
Desde el inicio mismo de la relación con Hugo, los militantes del PB ya percibían con nitidez la distancia entre su práctica habitual, caracterizada por la improvisación en lo operativo y la informalidad en materia de seguridad; y la severidad en ese aspecto por parte del ERP. Allí sí, en la casa del "Negrito" Santiago, Hugo les explicó a grandes rasgos los lineamientos de la organización y les comunicó su función como responsable del grupo.
La experiencia del PB había quedado atrás. Ahora entraban al Ejército Revolucionario del Pueblo...
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada n°56)
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