Tres décadas han pasado del comienzo de la dictadura más criminal de la historia argentina y los medios de comunicación no parecen haber aprendido la lección. Por estos días de recuerdos dolorosos, ausencias decisivas y homenajes repetidos; la prensa comercial argentina insistió en revisar los hechos de 1976 con el mismo perfil de siempre: fue notoria la búsqueda del golpe bajo, el intento descarado por despojar a esa generación devastada de su impulso vital para transformarla en simple "víctima", ajena a cualquier realidad. Lejos de rescatar del olvido historias de lucha, sueños y compromisos en búsqueda de un país justo y solidario, desde el bombardeo que se desató en los medios, otra vez, se eligió el camino del recurso fácil: no hubo imágenes que lograran despegarse de la repetida mirada de las atrocidades militares para acercarse a personas inolvidables, que intentaron y buscaron cambiar desde la raíz las cosas y que merecían otro homenaje.
Las mismas caras que cotidianamente protestan contra las formas que eligen los excluidos para reclamar lo que les pertenece, las mismas plumas que cada día nos aturden con la defensa incondicional de los intereses del sistema, ahora eligen vaciar de contenido el compromiso de 30.000 argentinos que buscaron otro camino, que deseaban otro presente y no el que tenemos hoy. Los medios no han aprendido la lección desde aquellos años en que se empeñaban por defender a la casta militar que tomó el poder a sangre y fuego, aplaudida por aquellos que ayer temían por sus privilegios y hoy continúan controlando los resortes económicos del país.
¿Qué autoridad pueden tener Clarín y La Nación, por caso, para referirse a esos años en los que apoyaron decididamente la cacería criminal de los uniformados? Los verdugos se burlan de sus víctimas, aunque hoy se disfracen con ropajes progresistas porque no tienen nada que temer.
Lejos de los falsos tributos oficiales, más lejos aún de las páginas hipócritas de la prensa comercial, el influjo del ejemplo de miles de personas persiste porque persisten, también, las causas que los llevaron a intentar cambiar las cosas.
En casi cinco años de caminar las calles con Sudestada , no sobran los ejemplos de encontrarnos muy seguido con personalidades de la cultura dispuestas a colaborar en forma solidaria. Por eso mismo, resalta aún más el gesto que subrayamos aquí. A través del correo electrónico, sin conocernos, Juan José Dalton, el hijo del gran poeta salvadoreño, participó de un diálogo extenso con nuestra publicación con la intención de ayudarnos a construir el dossier que publicamos en esta edición. No nos conocíamos, pero algo más fuerte impuso los tiempos y las fuerzas, y Juan José aportó no sólo una columna de opinión sobre un tema que sigue levantando polvareda en el pequeño país centroamericano: también nos contactó con escritores y periodistas y nos facilitó (junto con su hermano Jorge) fotografías inéditas de Roque Dalton. Quien escribe estas líneas no recuerda haber utilizado tantas veces la palabra «gracias» en un diálogo electrónico como en este caso. Sin embargo, no basta con eso. Desde nuestra pequeña trinchera de combate en un rincón del conurbano bonaerense, le mandamos un abrazo y nuestra gratitud infinita por todo lo aportado.
El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.
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