La perla negra de Aramis Rigatuso

Con el absurdo argumento de festejar el primer número de la revista, el staff de Sudestada se congregó

en un brindis austero y por demás carente de atractivos.

Ante semejante fracaso organizativo, a los miembros de la mentada revista no les quedó otra alternativa que buscar destacarse de cualquier manera para llamar la atención de los aburridos invitados, pobres subscriptores y viejos bicicleteros del pago de sus ejemplares. Al son de una sola compactera, repartiendo por doquier pochoclo salado (vieja estratagema bolichera) y ofreciendo Fernet Capri por Branca a más de un despistado, el brindis fue derivando en una especie de asalto ochentón.

Podía observarse en los rostros de los miembros la desesperada búsqueda de las monedas y billetes de los inocentes concurrentes, todos ellos sorprendidos al principio, indignados luego y resignados por último, a depositar sus ahorros en tan maléficas manos. Pero eso no fue todo, cuando este columnista abandonó la execrable reunión, los rumores corrieron como reguero de pólvora.

Hay quienes dicen que algunos integrantes perdieron su frágil imagen de periodistas y hombres de las letras por el agujero del minúsculo lavatorio, otros que afirman que los panchos repartidos sobre el epílogo festivo hicieron estragos entre los hígados de los compañeros y algunos malandras señalan que nadie entendió la presencia del cuadro del Dream Team en las paredes de la redacción.

Menuda repercusión tuvo el brindis entre los entusiastas vecinos, que acudieron en los días subsiguientes a la puerta de la redacción sin obtener respuestas. Aquí culmina esta humilde sección con un interrogante: ¿me pareció a mí o los muy tránsfugas cobraron entrada y amenazaron con el sorteo de un compact de Pink Floyd? Me despido con la esperanza de que cada una de mis expresiones carezca de verosimilitud.