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Nota de tapa

Chango Spasiuk: "Hay belleza en cosas que ni imaginamos"

Talentoso y provocador, el Chango Spasiuk representa hoy a todo un universo musical marginado por décadas. En la charla con Sudestada, el Chango nos invita a recorrer un paisaje de chamamé, un lenguaje que amontona en su acordeón las más bellas palabras.

La estela que deja el sonido de su acordeón le permite dialogar con el público durante un momento. El Chango Spasiuk está cansado, lo dice y se nota, después de dos presentaciones en la misma noche. Pero también dice otras cosas, comparte con la gente una historia, un lenguaje, una verdad. "Espero que puedan despojarse de todo lo que hay en el medio entre la música y ustedes", explica a su auditorio. En el medio hay prejuicios, hay desconocimiento de un universo vasto y profundo como el del chamamé. Un universo que el Chango nos ayuda a conocer deteniéndose en el detalle de algunos de sus paisajes.

¿Qué representa para vos el chamamé?

Supongo que es muchas cosas, es un género musical, es un ritmo, es un montón de cosas. Yo trato de hacer hincapié en que es un universo, porque también es una música que históricamente ha sido marginada y subestimada y todo eso ayudó a que uno no pueda verla en su totalidad. Por ahí mi lucha no es tanto para ofrecer digerido a los demás lo que es el chamamé, sino solamente para mejorar y romper todo lo que hay entre la música y las personas, para que cada uno pueda mirar con sus propios ojos y sacar sus propias conclusiones, o se pueda acercar y descubrir algo que hasta el momento desconocía. La música es el lenguaje que yo conozco y mi búsqueda o mi necesidad es esa, tratar que los demás se acerquen a ella sin prejuicios; no que adopten mi visión, sino que mi visión los estimule y los acerque un poco más.

¿Desde dónde decís que el chamamé es subestimado y marginado?

Desde muchos aspectos, fijate que hasta cuando entrás a una disquería está la batea de folclore y está la batea de chamamé, y dentro del circuito del folclore no es una música que tenga tanta cabida como para expresarse y mostrarse. Desde los espacios que difunden folclore, hay un margen muy chico para la música del nordeste argentino, y todo eso hace a esa marginalidad. No quiere decir que merezca tener más difusión que otra, pero me parece que merece tener algo como para que la gente la conozca un poco más. Eso quiere decir subestimarla, a nadie se le ocurriría poner a Cocomarola a la altura de Troilo y mi intención no es que compitan, sino que uno pueda ver la dimensión que hay en un Cocomarola también, pero para enriquecernos, no para comparar sino para que ese conocimiento nos enriquezca. Cuanto más rico es uno menos margina y menos excluye, porque de todo aprende y de todo saca cosas.

¿Tu objetivo es acercar el chamamé a la gente?

Nadie tiene que volverse chamamecero, sino descubrir que hay belleza en muchas cosas que uno ni siquiera se imagina, y cuando hablo de belleza hablo de armonía, de cosas profundas, de historia, además de música bien tocada. Hasta a veces no somos prejuiciosos con un John Lee Hoocker y lo somos con un Ernesto Montiel o un Blas Martínez Riera, y cuál es la diferencia. Son personas que vienen de lugares marginales y sin embargo somos seudoabiertos con una música de origen folclórica del sur de Estados Unidos como es el blues y no lo somos con el chamamé. Por ejemplo, el otro día había una señora que decía "el chamamé es una música horrible, me gusta todo el folclore menos esa música donde pegan ese sapucai larguísimo", y el chamamé no es solamente eso, o a lo mejor no es la música la que le desagrada sino las personas a las cuales representa esa música. También mucho de eso se debe a nuestras actitudes, a qué personas pertenece esa música: a los negros patasucias, a los sirvientes, a los cabecitas negras, a la gente del interior, a la negrada. Así como nos relacionamos con la música también nos relacionamos con el país, con nuestros comprovincianos y compañeros, así hablamos de política, así hablamos de todo.

También vos estás abierto a tocar cosas de otros géneros...

A veces toco otras cosas que no tienen que ver con el repertorio del nordeste pero es solamente dar a cambio lo que pido: si quiero que un blusero respete algo de chamamé, yo respeto algo de blues, si quiero que alguien se acerque, yo me acerco y en ese acercarme salgo enriquecido. Entonces no quiere decir que toque bien blues, pero siento que acercarse de verdad es intentar tocar bien ese blues. Como hay gente que también dice "qué aburrido el folclore, menos mal que aparecieron Los Beatles". Esa persona cuando dice folclore ¿qué escuchó?, ¿de qué intérprete habla?, ¿habla de algo que escuchó y después descartó por Los Beatles? Está hablando de algo que desconoce, y repite mecánicamente una cosa. Entonces eso es lo criticable, en cambio yo soy una persona que viene del universo de la música del nordeste argentino pero escuché todos los discos de Los Beatles y admiro un montón de cosas de ellos y los reconozco, aunque no signifiquen nada para mí. No significan nada en el sentido de que al escucharlos no hubo ningún quiebre ni cambió mi vida, solamente me detuve a disfrutar y ver lo que hay para enriquecerse. Hay que respetarlo, porque cuando uno toca un poquito algo de Hendrix, por ejemplo, trata de acercarse, no de marginar, y yo busco la unidad en la diversidad.

¿Y en el ambiente del chamamé como toman eso de tocar "Pequeña ala"?

Toco "Pequeña ala" porque me gusta mucho Jimi Hendrix, porque aprendí a ver cosas en él, pero no todo lo que uno hace lo está haciendo para ver cómo van a reaccionar los demás. Uno toca porque le hace bien lo que toca y nada más. Pero no se puede estar pendiente de cómo van a reaccionar los demás, agradar a todo el mundo no se va a poder nunca, entonces la mejor opción es la sinceridad y la honestidad. Uno toca para uno, toca lo que a uno le hace bien y lo comparte, hay otros que tocan para un determinado fin pero cuando el fin es hacer algo que te gusta y compartirlo está bien, después si le agrada a todo el mundo o no tiene que ver con otras reglas. No estoy enojado ni ensañado, me enoja la desconexión. Uno se enoja por cómo nos relacionamos, cómo estamos desconectados, nada más.

Ese universo que es el chamamé, el nordeste, ¿no llega como un cliché muchas veces?

Es que es mucho más amplio de lo que yo muestro también. Es un universo tan grande que no alcanza con una sola lectura y a veces la gente, de una sola lectura, cree que hace el universo, es diferente. Ni siquiera mi lectura es la de la totalidad, la verdad es la suma de todas las verdades y el chamamé es un universo tan amplio del cual uno hace apenas una lectura. A veces lo que yo reclamo es que hay muchas otras lecturas, más allá de la que uno solamente conoce.

¿Cómo fue subirte a un escenario con Divididos, con Luis Salinas...?

Se dio un encuentro y la posibilidad de tocar un poco, de improvisar algunas cosas arriba del escenario, de conocer un público diferente y que ese público escuche chamamé. También hubo otras cosas sustanciosas con Cienfuegos, con Mimí Maura, con Botafogo o la Mississippi. Encontrarse, compartir un poco de música y de ese encuentro salir enriquecido, eso se fue dando. Pero no para que yo me vuelva rockero o el rockero chamamecero, sino para acercarse de verdad al otro, aunque dure un ratito o un montón de años, pero por lo menos hay como un interés y eso hace que uno asome un poco la cabeza a algo que nunca había visto. Tocar con alguien no es encontrarse. El acercamiento tampoco tiene que ver con desarrollar mi música, mi apertura no es para que mi música sea mejor sino para que yo sea mejor persona. Algunas cosas servirán para la música y otras no, pero lo importante es que me sirvan como ser humano. No todo tiene que verse reflejado en la música que uno hace, tiene que servir para crecer...


(La nota completa en la edición gráfica de sudestada N°07)

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Autor

Hugo Montero, Ignacio Portela