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Editorial

En la lona

Las preguntas se repiten una y otra vez, como buscando respuestas que uno sabe que no van a llegar. ¿Cómo es posible sobrevivir en un país devastado? ¿Cómo se hace para pararse frente a la degradación, a la visión inevitable de todo un país hundiéndose, cada vez más abajo, cada vez más? ¿Cómo se hace hoy, cuando nada puede proyectarse, cuando todos parecen mirar para otro lado, cuando en silencio, se hace de noche? Contando monedas, esperando el tren, tirando piñas al aire, rotos, cada vez más rotos. ¿Cómo se hace entonces cuando el individualismo se nota a cada paso, y cuando más oscuro se vuelve el escenario, y mejor se notan las caras de los chantas y los verdaderos delincuentes? ¿Quién entiende ahora ese silencio soberbio e indiferente que se percibe en los pasillos de una universidad? ¿Cómo explicar que sea un abismo el que divide a los que todavía tienen algo a que aferrarse y los que ya lo perdieron todo? Laburantes contra laburantes. Los que tienen terror a perder su trabajo, puteando por lo bajo, sin trenes, dispuestos a caminarse la vida por el andén porque las monedas no alcanzan para tomarse un bondi hasta el centro.

Los que ya no tienen nada y quieren hacerse escuchar, cortando las vías del tren, exigiendo respuestas que no llegan, coleccionando hambre y bronca, solos. Unos contra otros, divididos. ¿Cómo se hace para sobrevivir en un país donde la policía es el brazo armado de las mafias y es el terror en los barrios a punta de gatillo fácil? ¿Quién puede contra esa burocracia sindical que pide coimas por tv y a quien nada le importa la muerte de sus propios representados? ¿Cuántos se resignan a dejarse informar por esa mezcolanza bien posmoderna que imponen los medios de ignorantes, imbéciles y operadores? ¿Dónde quedan las certezas y los dogmas cuando hay hambre, cuando parece que no hay salida, cuando todo se hunde? ¿Qué hacemos nosotros para cambiar esta historia? Buscamos, sí, aferrarnos a ciertos nombres con pasados de lucha, de resistencia y de talento, como los de un Che Guevara, un Agustín Tosco, un Picasso. Pero... ¿eso es todo lo que podemos hacer? Podemos buscar, eso sí, una salida. Participar de una propuesta colectiva que hoy, la verdad, no se asoma por ningún lado. Una alternativa real, independiente de los rapiñeros de siempre, gestada por los trabajadores con empleo y sin empleo, por los estudiantes cansados del cementerio universitario, por la gente que sigue, entre dientes, murmurando el no va más. ¿Cómo es posible imaginarse otro país, sin explotados ni oprimidos, cuando todo se derrumba? ¿Cómo se hace para pensar en una cultura que no sea la evasión a la lógica asesina del sistema contra todo lo creativo? Sin caudillos, sin iluminados, sin falsos profetas, habrá que empezar a buscar la punta del ovillo.

En serio. Así, en la lona como estamos. Porque esto se hunde y la tarde se va. Y ya sabemos bien lo que llega cuando se muere la tarde...

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El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.