Cuando pensamos en este año, solemos decir que lo mejor es que se está terminando. Parece ser el mejor comentario y encierra, en el fondo, un deseo alentador: que el que viene mejore. Después, vemos la realidad, salimos a caminar por las calles llenas de pobreza, de dolor, de desilusión, y la pregunta se repite. ¿Esperanza? Tristeza no tiene fin, decían en Brasil, que baila por el triunfo de Lula. ¿Un futuro mejor? No se sabe, pero parece mejor que el nuestro, donde se iban a ir todos y resulta que volvieron con la chancha y la fábrica de chorizos. Y nos quieren hacer creer que en Brasil lo único que importa es la joda. Mezquinos ignorantes, que encontraron el negocio atrás de los anteojos negros y que nos explican por televisión cómo se puede ser rebelde facturando negocios y sin molestar al jefe.
Así estamos, peleando por salir cada mes, tapando los agujeros. Luchando por no ir para atrás, para no perder los pasitos, tímidos, que dimos hacia adelante. En esa lucha estamos, y a veces nos cansamos. Queremos tirar todo, dedicarnos a otra cosa. ¿El periodismo era esto?
En medio de la fragmentación de la cultura, que no por repetida no deja de ser preocupante, algunos se hacen el domingo -¿o la huerta?- gracias al amiguismo político. Que se vayan todos. Pero de verdad. Antes éramos el granero del mundo, hoy somos el basurero del mundo. Ni el ñandú nos van a dejar. Tristezas de fin de año, cuando menos fuerzas nos quedan, cuando no podemos disfrutar de los casi 15 números por pelearnos con el bolsillo. Siempre peleando. Desgastados de ver que es prácticamente imposible el crecimiento, a duras penas podemos mantenernos.
Y por un momento nos caemos. Pero las respuestas llegan. Aliento, tibio, de algún costado. Tomar impulso para marchar, aire para una Sudestada. Esperanza. Siempre la misma palabra en la misma época del año. Nos une la rabia, dice el cantor, por ver que los mismos estamos abajo, que con la misma impunidad nos empujan más al fondo, mientras algunos nos explican que el problema es la seguridad. Pero nos negamos a abandonar. Seguimos en estas humildes páginas, cada vez escritas con más esfuerzo, dando nuestra batalla. Angustiados, tristes, calientes, con la misma pasión que pusimos en agosto del año pasado para salir.
La parodia de Argentina, en donde faltan puentes que cortar de tanto pobre que hay. Derechos y obligaciones, esgrimen indignados los agentes de prensa de la policía. Siga, siga. De terror. Festejos importados, medidas impuestas, resultados iguales. ¿El FMI sale a pedir dulces? Donde están el hombre de la bolsa y el bobero cuando los necesitamos. Jubilados, de tanto que cargar cerca del congreso. Y como si fuera poco, Mambrú volvió de la guerra...
Cosas de esta realidad de crisis, que nos obliga a usar esta página para los rezongos. Para desahogarnos, cansados de tanto diente apretado. Con ganas de apretarle la mano a cada lector, a cada tipo que nos ayudó; de sentarnos a tomar un café y contarle las buenas noticias. ¿Como cuáles? Que salimos. Que no nos entregamos. Que somos internacionales, gracias a algunos amigos. Que por ahí a alguien le gusta lo que hacemos. Nada, cosas que nos salen de esta historia de hacer Sudestada.
El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.
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