Noche tras noche, los barrios esperan la llegada de los basureros, que con paciencia y habilidad hacen desaparecer los restos de un día agotador. Sudestada se subió al camión a escuchar sus mitos y verdades.
El camión de la basura empezó a limpiar los barrios de sus desechos. En su habitual recorrido, la esquina de Inglaterra y Pringles es el lugar elegido para nuestro encuentro. El cordobés nos da la mano luego de sacarse rápidamente los guantes y, sin tiempo a otras preguntas, nos abre la puerta del conductor. El camión no para, los peones no se detienen. Claudio es quien decidirá la velocidad de recolección y quien podrá contarnos su experiencia. El grabador prende la luz roja, la sonrisa de Claudio empieza a marcar los tiempos de la charla. "Si el camión no pasa, a alguno habrá que romper", dice Claudio, el chofer. En la esquina siguiente, están unos amigos: "A veces hacen asados en la vereda del loquero y nos invitan a comer. Mientras vos hagas el laburo, no pasa nada. Eso sí, si te agarran escabiando, te hacen un quilombo. El asunto es que por ahí chocás o a alguno de los muchachos los agarra un auto".
Con respecto a los conductores apurados, ellos tienen su postura y no negocian: "Qué mala costumbre que tienen. Ellos vienen paseando y ven que los pibes van tirando bolsas a lo perro y les importa un carajo. Muchos te hacen frente, pero no se avivan de que vienen dos atrás. Cuando se dan cuenta dicen: «me voy porque estos me cagan a palos»". Pese al mito de que los basureros mantienen su estado físico jugando al fútbol, Claudio se sinceró y nos dijo: "Si yo tengo que jugar a la pelota, me muero. Son ritmos muy distintos. Cuando iba a jugar a la pelota, me dolían las piernas. Acá corrés derecho y en el fútbol, te abrís para acá, para allá, hacés fuerza; es algo muy distinto".
Entrada la charla, era inevitable preguntarle cómo andaban con las chicas del barrio. Primero se escuchó un "eso sobra". Así que sólo había que seguir prestando atención a sus historias: "A veces vienen solas. Mucho saludito, una carita, y las tenés arriba del camión. Hay algunas fijas que se suben de acompañantes. Con el camión zafo. Tengo el auto y todo, pero así no levanto. Con el camión siempre tengo una buena excusa para hacerme un tiempo. Digo que tengo que engrasar o que se me pinchó una rueda. Hay muchas minas que se te regalan solas. Hay una que cuando siente el ruido del camión, sale disparada a la puerta, está loca atrás de uno de los peones". La curiosidad nos hizo insistir en la cuestión: "En el medio del recorrido se puede hacer una parada cortita para hacerle la gamba a uno, pero los que tienen que seguir corriendo son ellos. Imaginate vos cómo hacés para correr después".
Claudio
"Yo soy como el chancho: nacido y criado en la basura". Desde que Claudio empezó a caminar, sabe lo que es limpiar en un viaje unas 250 cuadras. Aprendió el oficio junto a su padre: "Mi viejo fue toda la vida chofer. Desde los dos años yo estaba arriba del camión con mi viejo y me pasaba las noches acompañándolo. Mi hermano también labura acá hace 17 años". La tradición familiar se cumple una vez más. Claudio arrancó como peón, esquivando autos y embocando basura en el camión. Hace seis meses que lo ascendieron y sabe muy bien lo que es trotar al ritmo de la basura. "Yo hacía cuatro viajes por día. Empezaba a las 3 de la mañana, y eran las 8 y ya había hecho dos viajes. Después me iba a mi casa y laburaba con mi viejo en el centro de Lomas, terminaba a las 11 de la noche. De ahí me iba a dormir y arrancaba a las 3 de la mañana otra vez. Por suerte, el lomo me respondía. Ahora que manejo, si quiero joder a los de atrás, aprieto el acelerador y me putean. Me gritan: «te olvidaste de que vos también corrías»". El viaje nos hace entrar en confianza, ya hicimos un buen tramo, pero estamos atrasados. Como es viernes, el laburo se toma de otra manera, Claudio lo toma de otra manera: "Hasta el día de hoy no falté nunca a trabajar. Vos sabés que no puedo estar en mi casa, me aburro. El 30 de diciembre tengo vacaciones y estoy buscando dónde laburar. En mi casa me muero, aparte no puedo ver a las chicas. No sirvo para estar en mi casa. Cuando son las 6 de la tarde, estoy esperando salir a manejar el camión y ver a los muchachos".
¿Los días de lluvia son terribles?
Sí, sabés, te agarra el agua y te mata. No terminás más. Algunos se zarpan y le hechan de todo a las bolsas, y las hacen repesadas.
¿Cuando laburabas atrás tuviste algún corte?
No, nunca, y eso que nunca usé guantes. Eso va en la cancha de cada uno. Hay que agarrarlas bien del nudo, porque si no, te cortás como la mierda; en eso lo peor son las rosas, que arden un montón.
¿Qué cosas te encontraste en las bolsas?
Salen muchas cosas. Cuando estaba en el centro de Lomas, me encontré una tele. Las viejas me daban lavarropas viejos. Radios y grabadores salen. Cuando manoteas la bolsa, te das cuenta. Los vecinos se portan bien porque uno los atiende bien. Hay muchos que te ponen un cartelito que ni te hace falta leer porque sabés que tiene vidrio. A un par que se portan mal, les tiré la bolsa a la mierda. Claro, venís corriendo y te ensartás con una espina y lo querés matar...
La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº14