Estas notas fueron tomadas durante el transcurso del BAFICI (Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente). Cada película trata el tema de la mirada y el objeto en contextos divergentes: la desocupación, la sexualidad y el poder. Esta sea tal vez una tendencia deshumanizante del cine independiente, en un intento por mostrar la realidad no-Hollywood, y permanecer fiel a una forma de ver y hacer cine personal.
Nightfall Fred Kelemen. Alemania 1998/1999.
Un hombre que estrella la cabeza de una secretaria contra la pared, en un centro de desocupados: una suerte de violencia implícita que estalla, impuesta por un régimen, un personaje que, es la primer secuencia del film, delimita su composición, su carácter, y su modo de relación social y comunicacional. La violencia ciega. La secuencia siguiente muestra el crepúsculo y el desenvolvimiento inerte e inmóvil de Anton.
Sus desencuentros amorosos con Leni, y un "eterno" divagar por la noche de la/s ciudad/es de Alemania. La pregunta que se (nos, ya que estuvo presente durante el festival) hace Kelemen: ¿Cómo es la noche? Cómo se entrelazan las miradas en la oscuridad, cuando no hay mas que eso, silencio ciego; cuando el hombre, al evitar la mirada, se violenta; al estar desocupado, se aísla, se vuelve objeto. No hay representación. Kelemen mencionó una animalización del personaje, "el sistema lo vuelve violento, mudo". Anton no emite sonido, está atado con lo limites de la noche, oscuro e impaciente; impávido; oculto y ahogado, sin escape. Kelemen trabaja con planos largos, aunque juega con la elipsis temporal. Una elipsis extraña, ya que todo el relato se desarrolla durante la noche, pero el espectador desconoce en que tiempo exacto ocurren los hechos, hasta que llega el alba, y con la luz la muerte Para Kelemen, la luz no distingue los contornos, no hay resolución, las miradas de Leni y Anton no logran cruzarse. El día es la noche, la noche es la caída.
Sombre Philippe Grandieux. Francia 1998.
El ritmo del relato y del montaje es vertiginoso. Fragmentado. Grandieux no muestra cuerpos, sino formas recortadas, las desenfoca, las condensa, las vuelve a descondensar. Primera secuencia: niños que gritan frente a algo. Gritos estruendosos: son receptores de algo. Sus cuerpos se agitan, se retuercen, se cubren los ojos, los oídos: es la posición del director frente al cine (aunque no sea exactamente una pantalla lo que están mirando los niños). El personaje principal es un asesino serial, que viola (entre comillas, porque muchas son prostitutas) mujeres de una manera particular: las tratas como cosas, las cosifica. El personaje no mira a los ojos de sus víctimas, evita la mirada y trata la carne como algo, lame la piel, la muerde, retuerce los pechos, maneja los cuerpos hasta destruirlos, matarlos. La cámara se mueve entre los retazos de cuerpos y el asesino, fragmenta aun mas las secuencia, se sumerge en un primerísimo primer plano para alejarse, en un zumbido constante, hasta un plano general, el encuadre se desencuadra. El tiempo real es un palimpsesto de sangre y semen. La pulsion sexual se entrecruza con el deseo de violencia. El sadismo. En una secuencia el personaje se cruza con la mirada de una mujer: se puede ver a él mismo. Se descubre. Pero no como hombre, sino como objeto, como cosa. El cuerpo deja de ser objeto de (perversión, violencia, seducción) y se transforma en objeto en si. La mujer proyecta su vida en el asesino, lo intenta construirse a su propio gusto (socialmente aceptado), mientras ambas cosas (hombre y mujer) se unen para desencontrarse y perderse.
Institute Benjamenta Stephen Quay y Timothy Quay. Gran Bretaña 1995.
Jacob llega al Instituto de los hermanos Benjamenta para aprender el oficio de la servidumbre. Jacob llega para hacer algo. Para comprender el circulo de la vida misma.
Para aprender lo imposible, para hacer lo mismo todos los días, para obedecer al "polvo de la eyaculación del cerdo", la eyaculación patriarcal. Pero el personaje que importa es el de Fräullin Benjamenta, la institutriz. Reprimido su instinto sexual, ante la mirada de Herr, invita a Jakob a un paseo por pasajes extraños, pesadillescos, oníricos. Le venda los ojos y lo arrastra. No hay miradas que juzguen. Fräullin gira su cuerpo y entrega su entrepierna al cuerpo ambiguo de Jacob, a sus labios, y vomita. Pero no es mas que agua lo que sale de su boca. Los ojos de Jacob vuelven a ver, y la institutriz vuelve a ser lo que era en un principio. El circulo se cierra, otra vez.
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada N°18)
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