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Nota de Tapa

Yo caí en la escuela pública

La Escuela Pública está amenazada, ya lo sabemos. Y la principal amenaza es un Estado ausente, abandónico, volcado de lleno a incentivar el negocio de lo privado. Un Estado que no garantiza siquiera que se trabaje en condiciones mínimas de seguridad. Y, frente a una crisis transversal que afecta siempre a los que menos tienen –y, particularmente, a tantos pibes y pibas en nuestro país–, el trabajo docente gana mayor relevancia: son las y los docentes quienes reciben problemas y resuelven conflictos, quienes pelean desde abajo por abrir cabezas y mostrar destellos de luz en un presente tan oscuro. Estas páginas, en ese sentido, son una manera de reivindicar a la docencia como ejercicio cotidiano, entrañable, afectuoso y profundamente transformador. Opinan Marcela Alluz, Federico Lorenz, Lucía Gorricho, Luneta y la gente de Memoria Escolar.

"... Lo cual marca también otro problema de fondo que es la terrible inequidad entre aquel que puede ir a una escuela privada versus aquel que tiene que caer en la escuela pública…"

Presidente Mauricio Macri, 20 de marzo de 2017.



Detrás del discurso del poder de turno, emerge el desprecio de siempre por la educación pública. No se trata exclusivamente de una apuesta empresarial en favor de la redituable variable privada: se trata de una mentalidad acuñada desde la exclusividad de quienes dibujan una escuela pública a partir de prejuicios y lugares comunes, una forma de pensar al otro que lo acomoda bien lejos de sus privilegios y oportunidades, que lo cristaliza en la exclusión y el margen, que pretende incluso empujarlo más allá de las posibilidades de subsistencia.

El imaginario del poder perfila al docente de la escuela pública como ese otro que amenaza su gestión desde la raíz, que pone en cuestión sus verdades de barrio cerrado, colegio anglosajón, verso de autoayuda y nido de oro, porque desde su oficio transformador y disruptivo en el aula puede atacar desde los cimientos la realidad artificial bancada por los medios corporativos, esa que estalla en mil pedazos cuando choca con la realidad de todos los días. El negocio y el desprecio se funden en un mismo discurso: el y la docente es el otro a estigmatizar, a lapidar desde los medios hegemónicos. El y la docente que se enfrenta cada mañana a la explotación, al hambre de los pibes y pibas, a los traumas de sus estudiantes y la emergencia de conflictos graves que llegan desde cada casa, que aporta mucho más que una mirada pedagógica ante la crisis que afecta directamente a los más chicos.

Quien limite el trabajo docente a la mera transmisión de conocimientos, no pisó nunca en su vida una escuela pública. Quien se atreva a cuestionar el enorme potencial del oficio como primera experiencia de convivencia social para millones de pibes y pibas en todo el país, nunca entró a una escuela rural o del conurbano.

Pero la realidad trastoca todo, incluso el modo de contar el presente de la escuela. Hoy hay que mencionar temáticas cotidianas que atraviesan las vivencias de todos sus protagonistas: desde la necesidad de expandir la Educación Sexual Integral hasta rediscutir la utilidad de las pautas de evaluación. Desde desnudar el régimen de trabajo no pago por fuera de las horas de clase que compromete a cada docente (corrección, preparación de clases, etc.) hasta poner en primer plano las pésimas condiciones edilicias en las que el Estado pretende que se "eduque". Lejos de lo previsible, la muerte de dos trabajadores de la educación (Sandra Calamano y Rubén Rodríguez) por la explosión de una tubería de gas en Moreno, no cambió nada. Por si no queda claro, el Estado es desidia y abandono: como política de gestión tomó la decisión precisamente de correrse de su función y dejar tirada a la educación pública...


(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada... ¿Por qué publicamos apenas un fragmento de cada artículo? Porque la subsistencia de Sudestada depende en un 100 por ciento de la venta y de la confianza con sus lectores, no recibimos subsidios ni pauta alguna, de modo que la venta directa garantiza que nuestra publicación siga en las calles. Gracias por comprender)

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Autor

Hugo Montero