"Esta es otra de las razones por las que no interesa al nuevo doblez del capitalismo el uso de la fuerza militar en sus golpes de Estado; es con la fuerza del deseo que los realiza micropolíticamente"
Suely Rolnik, intelectual brasileña
El futuro ha muerto, lo ha matado su melancolía sobre el apocalipsis. El futuro también tiene su infierno y es su ilusión por el final radioactivo irreversible. Es"más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo", es una frase coherente con esa actitud que se le atribuye a Fredric Jameson y que Slavoj Žižek ha difundido a través de su pop-filosofía. La posibilidad de un holocausto nuclear sigue estando a escasos centímetros de distancia, basta pegar una rápida hojeada a la actualidad geopolítica para comprobarlo, pero necesitamos desprendernos de aceptar como una certeza inobjetable que la humanidad va en caída libre hacía su auto-extinción. Muchas personas dedican vastas hectáreas de su existencia en afirmar que no somos más que un capricho de una secta alienígena que nos gobierna a gusto y placer desde naves nodrizas que viajan a través del tiempo y que fruto de su pasión por el sarcasmo juegan a la invisibilidad o las fugaces apariciones. Se prefiere militar y difundir todo tipo de teorías conspirativas que hablan de un control remoto milenario manejado desde galaxias atemporales, generaciones enteras de culturas diferentes se unen bajo la bandera que denuncia un equipo de reptiles fusionado con el organismo del Homo Sapiens, que serían quienes a través de la telepatía direccionan nuestros movimientos. Que no hace falta pensar ni cambiar nada porque el desenlace babilónico es inminente. Es más aliviador, menos conflictivo, no despierta acusaciones de subversión del orden y permite ser aceptado por más gente. Mientras millones se resignan para toda la eternidad ante la idea de que nuestra especie sufrirá a causa de sus pecados, un diluvio de fuego que la borrará definitivamente del firmamento, el que no se resigna en nada y más que llorar por un futuro no deja de planificarlo, de someterlo a mediciones, cuentas, saldos y deudas es el capitalismo. Él sabe que el fin del mundo no es negocio, y el capitalismo suele no estar dispuesto a perder dinero desde que era un niño. De desaparecer los humanos, desaparecerían sus principales socios, sus más comprensivos acreedores, sus más antiguos clientes, sus deudores más cumplidores. Si una guerra nuclear no ha estallado aún es porque no tiene absolutamente en claro si el balance arrojará ganancias, si sus acciones cerrarán a la alza. Cuando esa duda desaparezca ahí sí seremos testigos del tan famoso final pero no de un final absoluto, ya que no sería la primera vez que una guerra mundial le resulta un marco propicio para el lucro. Mientras tanto observamos lo mismo de siempre, relaciones humanas, entre personas con similares capacidades pero disímiles posesiones. Vemos que la cantidad define la cualidad. Que los pobres, además de ser los que menos capacidad adquisitiva poseen son los menos capacitados para alcanzar la inteligencia. Que en el día a día necesitamos de un chivo expiatorio para culparlo de nuestro fracaso existencial y de nuestro agobio.
Nos gobernarán supuestas fieras cósmicas pero mientras tanto existen los políticos, los líderes religiosos, los patrones, existen los gestos y las accionen que lastiman a nuestros semejantes. Existen las decisiones que pueden condenarte a una vida de miseria tan física como espiritual. Y esas decisiones la toman personas de carne y hueso. Así sea el dueño del banco mundial o la presidenta del FMI, estamos ante organismos que si se enferman manifiestan los mismos síntomas naturales que nosotros. La explotación se actualiza, se organiza, no hay ningún secreto masónico, internet es quien más ha popularizado y mantiene esas versiones porque sabe que también dentro suyo están las otras, las que hablan de las revoluciones que ha hecho la humanidad a lo largo de la historia. En el orden mundial no hay ningún misterio demoníaco. Para que unos sean libres de tener una vida digna otros deben transitar toda su vida cargando y cuidando la libertad de otros. Más que pirámides construidas por seres extraterrestres son pirámides de clases y cantidad de herencia administrada por personas. La tecnología no avanza por un objetivo de aniquilamiento termineitorístico de la humanidad sino por la simple necesidad de reducir costos de producción, de crear nuevos objetos de consumo a mayor cantidad en menor tiempo, pero si bien el trabajo ya no es estrictamente una cuestión de manualidad sino también cognitivo, ese trabajo inmaterial también tiene su plusvalía (Ranciere, 2017).
Sería otro amable consuelo para el individuo sentir que además de las teorías conspirativas las versiones distópicas de gran parte de la mejor literatura del siglo xx son las que rigen hoy en nuestro planeta. Pero lejos de un mundo donde se incineran los libros como en Fahrenheit 451 de Ray Bradbury estamos en una sociedad horriblemente injusta pero llena de librerías, donde cada año se publican miles de títulos y sin embargo el mundo es una carnicería igual, con o sin libros. No nos hace falta tomar ningún soma cómo en Un Mundo feliz de Huxley, hay capitalistas y ciudadanos ascéticos, que consumen lo justo y necesario pero alaban al dinero, también hay hiper consumo y estamos hechos de deudas, por lo que podríamos decir en todo caso que el soma es multifacético, camaleónico, de diversos sabores y tamaños y no se ingiere sólo para tapar tristezas y someterse al espejismo de la felicidad. La gente no necesariamente persigue la felicidad como objetivo absoluto. La gente no tiene ganas solo de estar feliz durante el día. Cada uno reclama su cuota de odio y de desesperación a los gobiernos y al televisor, es parte del contrato para elegirlos: que vivir siempre sea una pena certera y que nos enseñen y alimenten sobre enemigos fatales que atormentan nuestra sociedad y perturban el orden del mundo. Quizás las visiones proféticas de Orwell en 1984 son la que más se acercan en apariencia a nuestra cotidianeidad. Es innegable que como muy bien predijo somos vistos y analizados por cámaras de seguridad continuamente, ese gran hermano omnipresente que él imaginó no sólo controla incansablemente nuestros días y se presenta como un escudo protector frente a la inseguridad, acá la sociedad no es un inocente rebaño engañado, manipulado, sino que las familias invierten consciente y voluntariamente miles de dólares en la instalación de cámaras de vigilancia y en la contratación de seguridad privada...
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