Mientras hoy un sector de la sociedad (muy ligada a la iglesia) se manifiesta “a favor de la vida” para frenar el debate por la legalización del aborto, vale recordar que porciones también destacadas respaldaron y fueron cómplices del accionar criminal de la última dictadura. Una de las complicidades más perversas fue la vinculada al robo de 500 bebés de detenidos-desparecidos, apropiados con argumentos del franquismo español. en este artículo, la oscura trama del circuito que permitía justificar el robo de recién nacidos por parte de militares y civiles cómplices.
Al cierre de esta edición, mientras los autodenominados "pro-vida" hacen lobby para trabar la aprobación del Proyecto de Ley para la despenalización del aborto, se continúa el segundo tramo del Juicio "Hospital Militar Campo de Mayo", comenzado en noviembre de 2017. Después de la feria judicial, en la sala A del TOF 6 de Comodoro Py, se investigan 11 apropiaciones de bebés y la privación ilegal de la libertad de sus madres.
Por otra de esas contradicciones de la historia, los que hoy sostienen los carteles "por la vida", otrora supieron levantar los de la muerte. Los embriones por venir parecieran preocuparles tanto como cada uno de los 500 bebés que robaron de las compañeras embarazadas a las que, con delirios místicos y de grandeza –en el epopéyico delirio de "salvar a la patria"– secuestraban, torturaban, violaban, asesinaban y finalmente, desaparecían. En el camino, el mismo debate oscurantista y siniestro gravita en la sociedad: el de la "vida por nacer" pero, por sobre todo, el de la puja por decidir quién debe morir. La obligación es la misma, seguir luchando.
De opresores y oprimidos
En el marco del Proceso de Reorganización Nacional –eufemismo que eligieron los militares para definir lo que luego serían los siete años más sangrientos de nuestra historia– se dio curso a un plan sistemático para desarticular los vínculos y relaciones identitarias y de solidaridad de la sociedad argentina. La lucha y la insurgencia obreras y las movilizaciones populares que se desarrollaban en la búsqueda de transformar las relaciones de producción y las lógicas del sistema, no eran compatibles con los planes económicos que Estados Unidos tenía para su patio trasero. Era imperioso poner fin a la utopía revolucionaria y –junto al uso del terror, los secuestros, las violaciones a los derechos humanos, la tortura, la desaparición y la muerte– la apropiación de bebés recién nacidos, fue otro de los mecanismos del genocidio para la destrucción y aniquilamiento de esas otredades que amenazaban la hegemonía capitalista.
El jurista Raphael Lemkin, define al genocidio como "la destrucción de la identidad nacional de los oprimidos y la imposición de la identidad nacional del opresor" (2009). En este sentido, la apropiación de bebés y niños de los compañeros y compañeras –secuestrados, detenidos y posteriormente desaparecidos– para entregarlos a familias militares portadoras de valores "católicos y occidentales", se constituyó un eje clave en el objetivo de transformar las identidades de los hijos de los "enemigos de la nación".
El terror así impartido, cumplió uno de los objetivos de la dictadura: construir nuevas identidades impidiendo la reproducción de otras, construir nuevos sujetos estructurando un nuevo orden social y destruir los lazos y vínculos sociales que, con la familia como blanco de intervención, hasta el presente en muchos casos no han podido reconstruirse (sólo han podido recuperarse 117 de los casi 500 niños y niñas apropiados cuya identidad se desconoce).
Las apropiaciones de menores fueron la salida a la pregunta por el límite sobre el qué hacer con los niños. La respuesta moral oculta la intencionalidad política, porque la solución fue la elaboración de este plan sistemático para la "reproducción de valores occidentales y cristianos", que consistía en separar a los niños de sus "familias malas", en el intento por bloquear las prácticas subversivas. Al respecto decía el coronel Ramón Camps (secuestrador de la familia Graiver en la causa Papel Prensa y parte de un circuito de seis centros clandestinos de detención que llevan su nombre): "Era necesario impedir que esos niños fueran criados en las ideas de subversión de sus padres. Las llamadas madres de desaparecidos son todas subversivas. Lo son todos los que no se preocupan de hacer de sus hijos buenos argentinos"...
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