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Entrevista con Leila Guerriero

"Un periodista sin calle está desnutrido de experiencia"

La crónica narrativa sigue ganando impulso en la prensa gráfica y buena parte de esa pulsión se debe al talento de quienes escriben. En esa dinámica, la periodista Leila Guerriero ocupa un lugar de referencia. Sus universos están atados a historias de vida apenas esbozadas en los medios, paisajes quebrados por rutinas sugestivas y casi imperceptibles, gestos humanos perdidos en el vértigo del presente, que siempre precisan de un ojo atento y talentoso para ser registrados.

No son pocas las ocasiones en que se escuchan o se leen afirmaciones tales como que los lectores pertenecen a una raza en vías de extinción, o que integran un grupo selecto, una comunidad casi aislada del mundo. Esa idea, que parece convivir sin conflicto con otras sentencias apocalípticas como aquella máxima "la gente ya no piensa", por fortuna va perdiendo fuerza y se debilita progresivamente. En ese sentido, sobre el fértil terreno que habitan la literatura y el periodismo se siguen desarrollando contenidos que arremeten con la esperanza de otro paradigma. Caminando sobre las fronteras de los géneros, aportando buenas historias silenciadas por la urgencia de la crónica cotidiana, buscando climas sugestivos en cada relato, se afianza una autora como Leila Guerriero; una periodista que trabaja textos de largo aliento y concibe la madurez de su trabajo sin caer en la plétora del mal cultural.
Nacida en la ciudad de Junín, Leila ha reformulado ciertas cuestiones que tienen que ver con la narrativa dentro de la crónica o, mejor dicho, ha capitalizado esa tradición del "nuevo periodismo" y ha logrado purificar ciertos lugares comunes desde semblanzas o perfiles. Lo que aparecen muchas veces son esas múltiples facetas que puede tener una persona o la relevancia de aquellas prácticas a las que nadie suele poner el ojo a la hora de viajar y contar. Sus dos libros son clarificadores: en Los suicidas del fin del mundo, Guerriero se trasladó hasta la patagónica ciudad de Las Heras, ubicada en la provincia de Santa Cruz, para ir a desentrañar una ola de suicidios adolescentes que habían ocurrido en menos de tres años. Por otro lado, en Una historia sencilla, viaja hasta la localidad de Laborde, en Córdoba, en busca de un misterioso bailarín de malambo, figura de un festival regional.
–¿Dónde ubicarías los nuevos desafíos para la crónica narrativa?


–La crónica o el periodismo narrativo lo que ofrece es una posibilidad de tener una mirada más reposada y desenredar una realidad, de por sí compleja, sin reduccionismos. Sin decir: "este es malo", "este es bueno", "este es puro víctima" y este "puro victimario". Permite mostrar realidades un poco más facetadas y con un grado de exigencia más grande desde el punto de vista formal de la escritura. Ahí está un poco el desafío narrativo interesante: uno parte desde la realidad. Se está usando materia prima real para contar historias de una forma que resulte atractiva e interesante para un lector. No es solamente el floreo de la escritura y mostrar lo lindo que se puede escribir.


–¿La crónica de largo aliento también batalla contra el lugar común apocalíptico que afirma que la gente ya no tiene tiempo para leer?


–Me parece que eso de que la gente ya no lee es una idea instalada pero un poco extraña. El lector de crónicas largas o de textos más extensos es el mismo lector que sigue leyendo una novela más exigente. Es el que se sienta a leer. Por eso creo que decir que la gente ya no lee es faltarle el respeto al lector y a la misma gente. Siempre tiendo a pensar en un lector inteligente y no en alguien que no es capaz de tenerle paciencia a un texto. Claro que si el texto es aburrido, sea largo, corto o mediano, no lo va a leer nadie. Ni el que leyó siempre ni el lector nuevo. Pensar que la gente ya no lee, es como decir que la gente ya no piensa y solo le tenemos que ofrecer carne picada, fácil de deglutir...


(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada... ¿Por qué publicamos apenas un fragmento de cada artículo? Porque la subsistencia de Sudestada depende en un 100 por ciento de la venta y de la confianza con sus lectores, no recibimos subsidios ni pauta alguna, de modo que la venta directa garantiza que nuestra publicación siga en las calles. Gracias por comprender)

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Autor

Gustavo Grazioli