En el universo de la novela negra argentina, desde hace tiempo viene pidiendo pista un tal Kike Ferrari. Autor que asume sus influencias en el metal de Motörhead, en las aventuras de Sandokán y en las gambetas del Beto Alonso, también señala que cada novela que inicia es un desafío para dar con un estilo y con la voz de sus personajes. Lejos de las imposturas, en esta entrevista se propone analizar el presente del género y la perspectiva de su propio trabajo.
En la obra de Kike Ferrari hay varios escritores bajo el mismo nombre que exploran temas y formatos. En Que de lejos parecen moscas, su libro más conocido, retoma una parte de Operación Bukowski, su primera novela que escribió un joven e impetuoso que, diez años después, se transformó en un escritor maduro con un manejo notable de las estrategias narrativas que pone al servicio del género policial. El otro yo de Ferrari es un narrador que indaga en la historia y la política para producir textos como Lo que no fue, que transcurre durante la Guerra Civil Española, y los cuentos recopilados en Nadie es inocente, con una fuerte impronta urbana donde recurre a personajes del subsuelo de la ciudad: lúmpenes, delincuentes y marginales.
¿Cuál de estos escritores es el Ferrari auténtico? ¿El que propone una literatura policial o el que produce narrativas políticas y sociales? ¿O ambos? Ferrari, que acaba de firmar contrato con Alfaguara, recibió a Sudestada en su departamento en el barrio de Once, para dejar volar sus ideas y conceptos sobre una literatura novedosa, pero que rescata lo más comprometido de la tradición argentina.
–Varias veces nombrás a Sandokán, la saga que escribió Emilio Salgari. ¿Por qué razón estas historias son centrales en alguien que escribe policiales?
–La novela de aventura del siglo xix es la madre del género negro, que es donde me encuentro. Además, Sandokán fue el primer libro que me regaló mi viejo cuando tenía siete u ocho años. Fue toda una ceremonia: "Mirá que éste es un regalo importante", dijo. En el prólogo tenía una reseña biográfica sobre Salgari que me impactó tanto o más que el libro. Entonces, lo que pasó fue que cuando terminé de leer Los tigres de Mompracem yo quería ser Salgari para poder escribir esas historias; no quería ser un pirata. En su obra, en especial con Sandokán, está todo lo que necesitamos aprender como hombres de bien. Si estamos del lado de los buenos es porque cuando éramos pibes leímos con atención los libros correctos. El Gordo Osvaldo Soriano escribió que capaz que es tan simple como eso, que escribimos ahora las historias que nos impactaron cuando éramos pibes. Me parece que si uno lee Los tigres de Mompracem, el resto de los amigos que van a llegar después, Carlos Marx o Enrico Malatesta, van a completar la idea que está ahí.
Matías, un amigo, me dijo que "la amistad es el primer comunismo", una idea que está en Sandokán, la de una cofradía que se enfrenta a los otros, que es el imperialismo. Hay una idea de que el amor es un valor importante, que los amigos son soldados y una idea de coraje delirante. En una de las historias hay un personaje que se llama "Giro-Batol", que recula en una batalla. Entonces lo va a ver a Sandokán y le pide que en la próxima lo destine junto al cañón de adelante, donde seguro que es boleta. Esta es una historia que voy a leer replicada en Pasajes de una guerra revolucionaria, del Che Guevara, cuando un tipo que defecciona en un combate, al siguiente va a pelear sin fierros, a mano limpia, para reivindicarse como revolucionario. Es una literatura hecha con la sangre.
–En tus libros se puede leer a varios escritores. ¿Estás en todos o te sentís cómodo con alguno en particular?
–A menos que uno sea Ricardo Piglia o Gustave Flaubert, que sabían todo, que conocían cada herramienta como Jorge Luis Borges, los escritores como yo tanteamos, sólo tenemos idea de algunas cosas. En lo personal, trato de ser respetuoso con los materiales que manejo: la historia, los personajes, los usos del lenguaje y el tema. Me pasó de querer escribir una novela política y hacer una más personal. O como Que de lejos parecen moscas, que es una novela policial y los demás leen una crítica radical al sistema. Trato de usar los materiales que mejor den cuenta de esa historia y de los personajes. Si hubiera contado Lo que no fue con el ritmo vertiginoso y austero de Que de lejos... hubiera sido un libro malo. Lo que hace la diferencia es la historia que querés contar y sus personajes. En ese sentido, la novela que escribo ahora creo que va a jugar como una síntesis. Uno nunca sabe si la novela se va a dejar escribir, porque no siempre puedo usar las herramientas de la mejor manera, así que puede ser que funcione o no...
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