Parece que ya casi todo está dicho sobre Eduardo Galeano.
En todos estos años ha charlado con cientos de personas, ha dado entrevistas a medios conocidos y no tanto, ha viajado para estar presente, en cuerpo y palabra, en lugares donde los oprimidos dicen "basta" y el poder se siente incomodado. También supo caminar otras regiones en las que los poderosos son los que parecen ganar la partida. En cada injusticia repetida, en cada historia silenciada, en cada dignidad pisoteada está Galeano dispuesto a ponerles voz a aquellos que no la tienen (o, mejor aún, que la tienen aunque no sean escuchados).
Pero igual, a pesar de todo lo dicho sobre él, nos adentramos en el desafío de realizar un nuevo número de esta Sudestada de colección con Galeano como eje.
En las páginas que siguen está plasmado el escritor que supo definirse como un "cazador de palabras", el contador de historias que fue haciendo su camino a través del lenguaje para empezar a tachar, recortar, y reducir hasta encontrar la palabra precisa, esa que no deja duda de lo que quiere transmitir; el hombre que reniega del rótulo de intelectual porque no concibe el puro pensamiento alejado del mundo de los sentires; el niño que se soñaba jugador de fútbol como buen uruguayo y el adolescente que dio sus primeros besos bajo un tablado, el mismo joven que se inició en la quijotesca misión de defender a los desamparados.
Están también sus libros, o las miradas que construimos sus lectores sobre ellos. Como el que escribió a fines de 1970, el primero, el libro "voz de voces", Las venas abiertas de América Latina, referencia para toda una generación de lectores, que pretendía empezar a develar la historia verdadera, la que la oficial nos negó durante tantos años. El libro de los abrazos, que escribió ya con ese estilo que fue transitando y que consta en ir reduciendo lo accesorio para dejarnos pequeños poemas en prosa, un puñado de palabras que condensan todo lo expresable. Pero como en todo recorrido, llega un momento de parar la pelota y meternos con su libro sobre el balompié, El fútbol a sol y sombra, en el que los goles y jugadores memorables conviven junto a los dirigentes corruptos y al mundial ganado en plena dictadura.
Es un tiempo, también, para leer al Galeano cronista, tan poco abordado y que brilla detrás de su relato sobre los días en que el joven Pelé arribó a Montevideo o sobre lo que vieron sus ojos deslumbrados cuando se toparon con las fotografías del brasilero Sebastião Salgado.
Y así como en el ida y vuelta de sus lecturas en las que a Galeano le gusta dialogar con el lector, en lo que considera un "vaivén creativo y no un acto de consumo"; el diálogo, la conversación también plantean ese ida y vuelta entre las palabras. Entonces, la extensa entrevista que nos brindó hace muy poco, en noviembre de 2012, abre la puerta para que otras charlas aparezcan también: la que mantuvo con Onetti en 1980 y que publicó en la revista Viejo Topo, la que realizó con Eduardo Aliverti en 2010 y la primera que le ofrendó a Sudestada, esta modesta publicación independiente que por entonces llevaba unos pocos años saliendo desde Lomas de Zamora.
Porque, si bien es cierto que sobre él está casi todo dicho, este es nuestro Galeano.
El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.
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